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Leer con los hijos más pequeños en 9 pasos

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Ignasi de Bofarull - publicado el 11/07/19

En casa los pequeños aprenden el amor por los libros de la mano de papá y mamá.

Hay que dejarse llevar por la magia de la narrativa. Leer libros regularmente con los hijos más pequeños tiene miga si se hace bien.

No se puede leer con los niños con dejadez. Si a los padres no nos apetece, aunque nos lo haya recomendado la maestra de P5 a la cual el pequeño quiere mucho, mejor no intentarlo.

El niño en el aula ha oído muchos cuentos a través de la voz expresiva de una maestra entusiasta y llena de sonrisas y ojos bien abiertos. Ella, sentada y rodeada de pequeños, en la escuela, ha llevado sus corazones muy lejos.

La maestra, cabalgando sobre unas cantarinas inflexiones de voz, embelesa a los pequeños con los libros.  Los hipnotiza, manejando los gestos con unas manos juguetonas, con leyendas y antiguos relatos, hojeando las páginas de libros mágicos. La señorita abre las ventanas a un mundo donde todo es posible con las palabras e imágenes de unos cuentos maravillosos.

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El padre y la madre, animados por este reto, se llenan de coraje lector pues saben que su hijo está loco y ya no solo por los cuentos, sino por los libros y las bibliotecas. Y también por  las librerías infantiles porque  “cuando paseamos nos obliga, tirando de nuestros pantalones, a que entremos y así él pueda llegar a su rinconcito de sillas y mesas pequeñas para husmear cuentos de gaviotas, o de perros, o de barcos antiguos”.

Procedamos a presentar pues algunos senderos que conducen  a este mundo maravilloso.

  1. Parentalidad responsiva y lectura de libros

Existe un marco teórico en educación familiar que se denomina parentalidad responsiva (responsive parenting en inglés). Suena raro pero tiene mucha profundidad. Hay que leerle al hijo, a los hijos, libros con parentalidad responsiva porque es la mejor forma de hacerlo. Ser un padre responsivo significa que hay que actuar con calidez, con aceptación, con atención y de un modo consistente. Responsivo es un adjetivo relacionado con la capacidad de respuesta. Hay que responder a las mejores iniciativas de los niños. La parentalidad responsiva, con capacidad atenta de respuesta ante las señales que emite el niño, se debe desplegar en cada circunstancia de la vida familiar. Y no sólo la parentalidad responsiva va a favorecer la adquisición del lenguaje, sino también el auto-concepto, la estabilidad de los afectos, lo que los psicólogos denominan el apego, la iniciativa del propio niño para emprender acciones que sabe que van a ser reconocidas, admiradas o corregidas por los padres.

  1. Parentalidad responsiva y exigencia

¿Significa que esta relación cordial de la parentalidad responsiva está reñida con la exigencia? Los padres responsivos han de ser cariñosos pero firmes. Es más: cuanto más cariñosos sean los padres más sencillo le parecerá al hijo entender que hay reglas de obligado cumplimiento. Y le gustará ser obediente porque sus padres se han ganado que su hijo les ofrezca esa buena conducta. Entonces el niño, que ya tiene muchas palabras para pensar por su cuenta y resolver sus pequeños problemas a la hora de comer o ir a dormir, comenzará, poco a poco, a auto-regularse, a obedecerse a sí mismo.

  1. Lo importante es empezar y bucear en la persona del hijo

En esta lectura dialógica los padres conocerán mejor a sus hijos. Descubrirán sus emociones y sus expresiones más comunes, se harán cargo de su personalidad y quizá se animarán a seguir aumentando el interés por conocerlos más y mejor. Es fácil que los padres, que la madre o el padre, pasen de una inicial lectura un poco fría y literal, sin diálogo más allá de las palabras y las imágenes, a otra más al estilo de la maestra: expresiva,  cariñosa, elocuente y sabia.

Entonces quizá los padres aprenderán ellos mismos a crecer en parentalidad responsiva si obedecen a la sabia maestra que dice que hay que leer en casa a diario. Un poco cada día, ni que sean 5 minutos al principio. Al inicio de la lectura compartida el padre, la madre, el niño, se sentirán quizá extraños. Pero con los días, con los meses se reforzarán mutuamente hasta llegar un día en que esta lectura compartida será tan placentera, para el niño y la madre, por ejemplo, que ya no se pueda pasar sin ella.

FAMILY READING
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  1. Atentos en la lectura compartida con los niños

En esta lectura compartida el niño nota cuando sus padres no le escuchan o no le prestan suficiente atención. Percibe a la perfección que en ocasiones los padres no responden a las señales que él mismo emite y cuando no le hablan a los ojos porque están inmersos en preocupaciones propias de mayores. En estas lecturas los niños necesitan la mirada de aprobación de los padres para prosperar en el diálogo, a menudo no verbal, y así crecer en interacciones que suponen aprendizaje lingüístico, social, comportamental. Y como estamos pensando en niños entre los 2 y los 7 años debemos hablar de prelectura al principio y más adelante de lectura lenta, y progresivamente de lectura más fluida.

  1. Educando el gusto por la lectura

El niño que es acompañado en casa desde la prelectura hasta la lectura por sus padres está siendo orientado hacia el gusto por las letras, por las palabras, por los relatos. Dicho brevemente: se le está reforzando en el amor por los libros. Insistiremos en ello. Unos libros que son tan protagonistas en la vida escolar y, desde luego, a lo largo de toda la vida. ¡Eso sí que es alfabetizar a un hijo! Y este progreso familiar en alfabetización está en relación directa con el aumento de los resultados académicos pues desde casa se subraya de un modo evidente las tareas de la escuela.

  1. Lectura comprensiva y educación primaria

Estamos ante lo que se denomina la lectura dialógica. Una lectura a dos en la que el niño experimenta con su propio lenguaje y prospera en su conocimiento sobre el mundo. Un conocimiento de la ficción y de la realidad que es guiado, en preguntas y respuestas, por un padre, una madre que se dedican a aclarar conceptos, ideas, expresiones lingüísticas. La lectura, el amor por la lectura, familiarizarse con letras, palabras, relatos, cuentos,  historias,  está en la base de la futura lectura comprensiva en la Educación Primaria. Es puro trabajo intelectual en pasos paulatinos. Una lectura comprensiva y una lectura profunda que permiten entender los contenidos que se va a encontrar en todas las materias en los años siguientes: desde sociales hasta matemáticas pasando por inglés, música, religión o naturales.

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  1. Los regalos de la lectura compartida

Y si todo va bien también crecerá en él progresivamente  el gusto por la literatura. El placer por estar al tanto de lo que pasa en el mundo y, permítanme que lo diga con solemnidad, por acostumbrarse a pensar por uno mismo y, con los años, a hacerlo con sentido crítico. El niño cada vez estará más atento, más concentrado y, en ese mutuo apoyo madre-maestra (pues la madre sigue a la maestra y la maestra sigue a la madre) el niño cada vez se integrará mejor en la tarea escolar. Y ese interés por la lectura durará: ya no sólo en Primaria, sino en Secundaria y en el día a día. Y podría llegar también aún un mayor obsequio: que el niño adquiriera el gusto por la lectura. El gusto por la lectura, leer por gusto (reading for fun, es otro concepto importante), es hoy un milagro y uno de los más grandes  dones que un estudiante (niño, adolescente, joven, etc.) puede recibir de sus padres y maestros. Ah! Pero para llegar ahí habrá que ser ejemplares y leer un poco los padres también por su cuenta, ante la atenta mirada de los niños, ni que sea prensa deportiva o revistas del corazón,  y desde luego mejor si son libros. ¡Y unos cuantos libros en las estanterías! ¡Y nos solo para decorar!

  1. Lectura, reconocimiento: de lo concreto a lo abstracto

Pero volvamos a los niños de 5, 6, 7 años: leer con los padres es todo un reconocimiento para el niño. Y si se siente reconocido ensayará más palabras y reducirá sus explicaciones no verbales. Y se irá expresando progresivamente  mejor si la madre, el padre, se enorgullece de la progresiva competencia comunicativa del hijo. Y los padres pueden ir, se ha dicho más arriba, progresivamente aumentando el nivel de la complejidad de la lectura y el grado de abstracción de las expresiones que puede llegar a manejar el hijo. Corrigiendo amablemente e invitando al hijo a ganar en competencia comunicativa oral, subrayando lo correcto, y ampliando el vocabulario. Y como señala la investigación, cuanto mayor nivel léxico (gramaticalmente bien articulado), mejor capacidad de reflexión y abstracción.

  1. La tenacidad y los competidores de la lectura dialógica

Lo importante es no cansarse y disfrutar. Y ser regulares. También en esquivar competidores como el móvil, las tabletas y la televisión. Porque estos artilugios, muy útiles muy a menudo, no pueden competir con la interacción lingüística entre los humanos. Y si esa interacción se realiza entre un hijo y una madre  desde la parentalidad responsiva, entonces, madre e hijo ya son imbatibles en su conversación.


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