Ser discípulos de Cristo es una elección “libre y consciente”, “hecha por amor”, que requiere “itinerancia, prontitud y decisión”: en resumidas cuentas fue ésta la indicación del Papa Francisco a la hora del Ángelus, reflexionando sobre el Evangelio del día
Como todos los domingos, también este 30 de junio el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro la oración mariana del Ángelus e impartir su catequesis sobre el Evangelio del día(Lc 9, 51-62).
El Santo Padre desarrolló su reflexión a partir de la respuesta de los tres personajes narrados en el Evangelio de Lucas, en el relato del último viaje de Jesús a Jerusalén, que, como dijo el Papa, “concluirá en el capítulo 19”. Se trata de “una larga marcha no sólo geográfica y espacial”, explicó Francisco, “sino espiritual y teológica”, “hacia el cumplimiento de la misión del Mesías”.
«La decisión de Jesús fue radical y total, y los que le siguieron fueron llamados a medirse con ella».
Tres casos de vocación
Los “tres personajes” o, se podría decir los “tres casos de vocación”, “ponen a la luz lo que se pide a quien quiere seguir a Jesús hasta el final”. El primer personaje promete al Maestro seguirlo adonde vaya. El segundo, que recibe directamente la llamada de Jesús, le pide ir primero a enterrar a su padre. Y el tercero, que también quiere seguir a Jesús, va a despedirse antes de sus parientes.
Iglesia en movimiento
En el primer caso, Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen guaridas y de las aves que tienen nidos, «no tiene dónde reclinar la cabeza»:
«Jesús, de hecho, dejó la casa de su padre y renunció a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así señaló a sus discípulos que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino itinerante. La Iglesia por su propia naturaleza está en movimiento, no es sedentaria ni se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más vastos, enviada a llevar el Evangelio por las calles y llegar a las periferias humanas y existenciales».
Prontitud y disponibilidad
Al segundo personaje, que realiza una petición, “legítima”, observó el Papa, y “basada en el mandamiento de honrar al padre y a la madre”, el Señor responde: «Deja que los muertos entierren a sus muertos»:
«Con estas palabras deliberadamente provocadoras, Él tiene la intención de afirmar la primacía del seguimiento y la proclamación del Reino de Dios, incluso por encima de las realidades más importantes, como la familia. La urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite demoras, sino que requiere prontitud y disponibilidad total».
Decisión
Al tercer personaje, que va a despedirse de sus parientes, el Maestro le dice: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios». ¿Qué significa esto? El Romano Pontífice lo explicó así:
«Seguir a Jesús excluye las nostalgias y las miradas retrógradas, más requiere la virtud de la decisión».
Elección libre y consciente, hecha por amor
Concluyendo su alocución el Papa Francisco explicó, en resumidas cuentas, que “el valor de estas condiciones planteadas por Jesús – itinerancia, prontitud y decisión – no radica en una serie de ‘no’ dichos a las cosas buenas e importantes de la vida”, sino que el “énfasis” debe estar “en el objetivo principal”, que es “convertirse en discípulo de Cristo”:
«Una elección libre y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de Dios, y no una manera para promoverse a sí mismo. Jesús quiere que seamos apasionados por Él y por el Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidado. Precisamente como Él mismo vivió».
Francisco finalizó su catequesis pidiendo a la Virgen María, “icono de la Iglesia en camino”, que “nos ayude a seguir con alegría al Señor Jesús y a anunciar a nuestros hermanos y hermanas, con renovado amor, la Buena Nueva de la salvación”.