Francisco anima a bendecir y a compartir en la misa del Corpus Christi en el barrio romano de Casal Bertone
Decir y dar: parte de estos dos verbos sencillos la homilía de Francisco en la misa celebrada en la solemnidad del Corpus Christi, que el Papa ha querido celebrar en el barrio romano de Casal Bertone, este domingo 23 de junio.
Decir y bendecir: la palabra se trasforma en don
En su homilía, el Papa se refiere a la primera lectura, recordando el episodio de la bendición de Melquisedec a Abrán. El “decir “de Melquisedec – precisa – es “bendecir”.
Francisco explica que “todo comienza desde la bendición: las palabras de bien engendran una historia de bien”. Y se remite seguidamente al Evangelio de hoy, a la multiplicación de los panes y los peces, recordando que Jesús también “pronunció la bendición sobre ellos” antes de darlos a sus discípulos.
“Y esta bendición hace brotar una cascada de bien”.
Bendiciendo, explica el Papa, la palabra se transforma en don porque cuando se bendice “no se hace algo para sí mismo, sino para los demás”, “con amor”.
Francisco afirma que tantas veces hemos sido bendecidos, a veces cono palabras que hemos escuchado palabras que nos han hecho bien. “Nos hemos convertido en bendecidos el día del Bautismo, y al final de cada misa somos bendecidos”.
“ La Eucaristía es una escuela de bendición. Dios dice bien de nosotros, sus hijos amados, y así nos anima a seguir adelante. ”
Sacerdotes no tengan miedo de bendecir
El Obispo de Roma se dirige después a los pastores y tras indicarles que es importante “acordarse” de bendecir, los alienta a “no tener miedo de bendecir”:
Queridos sacerdotes, no tengáis miedo de bendecir, de bendecir al pueblo de Dios, vayan adelante con la bendición. El Señor desea decir bien de su pueblo, está feliz de que sintamos su afecto por nosotros. Y solo en cuanto bendecidos podremos bendecir a los demás con la misma unción de amor.
Francisco constata cuán triste es ver con qué facilidad hoy se maldice, se desprecia, se insulta. De ahí su exhortación:
Nosotros, que comemos el Pan que contiene en sí todo deleite, no nos dejemos contagiar por la arrogancia, no dejemos que la amargura nos llene. El pueblo de Dios ama la alabanza, no vive de quejas; está hecho para las bendiciones, no para las lamentaciones. Ante la Eucaristía, ante Jesús convertido en Pan, ante este Pan humilde que contiene todo el bien de la Iglesia, aprendamos a bendecir lo que tenemos, a alabar a Dios, a bendecir y no a maldecir nuestro pasado, a regalar palabras buenas a los demás.
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