Abrazó el catolicismo en su juventud y luchó toda su vida por mejorar la situación política, social y medioambiental de su Kenia natal. Compromisos que le valieron pasar a la historia como la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz
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Wangari Maathai nació el 1 de abril de 1940 en la entonces Kenia colonial, territorio del Imperio Británico. Wangari pertenecía a una de las etnias mayoritarias de la zona pero cuando empezó sus estudios en la escuela Santa Cecilia, perteneciente a la Misión Católica Mathari, se sintió atraída por la palabra de Dios y terminó convirtiéndose al catolicismo. Continuó formándose en el Instituto Loreto de Limuru, el único instituto femenino católico que entonces existía en Kenia. Sus buenos resultados académicos le permitieron optar a una beca impulsada por el entonces senador John Fitzgerald Kennedy y se marchó a los Estados Unidos donde se graduó en Biología especializándose en química.
En su estancia en los Estados Unidos, Wangari entró en contacto con distintos ecologistas con los que experimentó por primera vez una restauración medioambiental para limpiar el aire. De vuelta en Kenia, empezó a trabajar en el departamento de microanatomía de la Escuela de Medicina de Veterinaria de la Universidad de Nairobi. En 1969 se casó con Mwangi Mathai, con quien llegaría a tener tres hijos. Poco tiempo después de nacer el primero, Wangari se convertía en la primera mujer de África Oriental en obtener un doctorado y en trabajar como profesora de anatomía veterinaria. Ya entonces, Wangari se implicó en la defensa del acceso igualitario de las mujeres a las universidades formando parte de varias organizaciones cívicas como la Asociación Keniana de Mujeres Universitarias.
Pronto sus inquietudes medioambientales la llevaron a formar parte de la fundación Centro Ambiental Liason que llegaría a presidir y con el que trabajó estrechamente en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Wangari estaba convencida que uno de los problemas de su país era la degradación ambiental así que cuando su marido consiguió ser elegido en el Parlamento de Kenia e impulsó un programa de creación de empleos, Wangari decidió impulsar junto a él una fundación, Envirocare, en la que dar trabajo a muchas personas en proyectos de reforestación.
Wangari fue invitada a la Conferencia de Naciones Unidas sobre asentamientos humanos celebrada en Canadá en 1976. A su vuelta, y con la colaboración del Consejo Nacional de Mujeres de Kenia, organizó el que fue conocido como primer Cinturón Verde, punto de partida para un proyecto de reforestación mucho más amplio que se materializaría en el Movimiento Cinturón Verde.
El Consejo Nacional de Mujeres de Kenia terminó nombrando a Wangari su presidenta, cargo que ostentaría hasta 1987. Wangari continuó luchando por la mejora del medioambiente porque consideraba que “el futuro del planeta nos concierne a todos y debemos hacer lo que podamos para protegerlo”.
Cuando en 1985 tuvo lugar la Conferencia de Mujeres de Nairobi, Wangari organizó varios seminarios y encuentros para dar a conocer su labor medioambiental. Mientras sus ideales se expandían por África, en su propio país los poderes gubernamentales no hicieron más que poner trabas a su labor acusando al Movimiento Cinturón Verde de ser una organización poco transparente. Wangari hizo oídos sordos a las críticas que también se vertieron sobre su persona y continuó trabajando para mejorar las condiciones medioambientales de su país.
Pero en 1992 la situación empeoró para ella y otros activistas que fueron incluídos en una lista negra. Wangari, además de implicarse en cuestiones relacionadas con el feminismo y el medioambiente había denunciado la falta de democracia existente en Kenia, lo que le valió estar en esa lista de activistas prodemocracia. Wangali hizo de su pasión por la naturaleza una vía de reivindicación cuando tras los enfrentamientos étnicos que se sucedieron en Kenia a principios de la década de 1990, impulsó la plantación de “árboles de la paz”.
Wangari Maathai recibió muchos reconocimientos internacionales de gran prestigio como el Premio Internacional al Liderazgo Femenino Jane Addams. Pero el más importante fue sin duda el Premio Nobel de la Paz otorgado en 2004 por su “contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz”.
Además de implicarse en múltiples proyectos medioambientales, Wangari dio un paso más en su carrera como activista cuando decidió presentarse al Parlamento de Kenia en 1997 y luchar desde dentro contra las injusticias sociales de su país. Sin embargo, no obtuvo los resultados esperados por lo que continuó trabajando desde el Movimiento Cinturón Verde. Una labor que no fue fácil pues recibió presiones del gobierno, amenazas e incluso fue agredida en las manifestaciones y llegó a ser arrestada. En 2002, volvió a presentarse a las elecciones y, esta vez sí, consiguió un alto porcentaje de votos. Wangari fue nombrada ayudante del ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, cargo que ocupó de 2003 a 2005. Este mismo año fue elegida presidenta de la Unión Económica Africana. Hasta su muerte, en 2011, Wangari Maathari no dejó de luchar por el medioambiente, la democracia y la paz en distintos cargos internacionales. Cuando falleció a causa de un cáncer de ovario, se encontraba trabajando para la Asociación de Parlamentarios Europeos con África.