A veces podemos tomar inspiración en los lugares más improbables…
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Al principio del pasado mes de diciembre me sentí sobrecargada. No era la mera sensación de no ser capaz de cumplir con mi larga lista de tareas. Era más como si estuviera fracasando en todo y no tuviese ni idea de cómo conciliar cuatro hijos – un de los cuales estaba pasando por una prueba verdaderamente horrible – el trabajo, mi enorme familia inmediata, los amigos, y, no olvidemos, los preparativos de Navidad. Aunque rezar me ofrecía una calma momentanea, necesitaba otras soluciones prácticas.
Entonces, sintiéndome muy mala madre, me olvidé de todo y me zambullí en la serie New Amsterdam (si, cuando todo se está desmoronando, intento huir viendo series de TV). Y allí, inconscientemente, encontré mi solución. No estoy diciendo que sea una buena serie ni nada parecido. Sé que tengo un gusto dudoso y adoro los dramas ambientados en un hospital. Sin embargo, su factor de bienestar me estimuló a intentar algo nuevo. Y considerando mi lastimoso estado y que era casi Año Nuevo, el momento no podía ser mejor.
En el programa, el joven director bienintencionado asume su nuevo puesto con entusiasmo. Quiere transformar el hospital en tiempo record. Aquello me parecía extrañamente familiar, con mi impaciencia queriendo resolver mi propia vida en solo unas horas.
En el episodio dos, me di cuenta de que él encontraba soluciones para todo haciendo una simple pregunta: “¿Cómo puedo ayudar?” En medio de todo ese estrés, pensé para mí: “¿Por qué no? ¡Vamos a intentarlo!” Empecé con una hermana con la que hablé por teléfono, y que vive a unos mil km de distancia. Estaba implicada en un proyecto de trabajo y estaba perdida. Cuando le hice la pregunta, ella se quedó parada – ago raro en ella – y después tuvo una idea de cómo enfrentar la situación. Trabajo hecho – todo lo que tenía que hacer era escucharla.
Probé esa sencilla pregunta también con algunos amigos. No me costó nada, y empecé a sentirme útil de nuevo.
Puede parecer todo un poco banal, pero aún así dio buenos resultados. Mi lista de tareas pendientes aún es impresionante, y también tengo exigencias estresantes, pero ya no siento pánico. Al enfocarme en las necesidades de los demás y no sólo en las mías, he ganado una perspectiva diferente en mi vida, al mismo tiempo que me siento más fuerte.
Y mi respuesta favorita al “¿Cómo puedo ayudar?” fue ayudar a una niña de Uganda. La alegría que viví al ayudar a una pequeña a estudiar me demostró lo importante que es mirar más lejos cuando estamos a punto de explotar.