La autoexigencia y el perfeccionismo responden a un miedo al error y a no estar a la altura de lo que creo que se espera de mí
La mayoría de nosotros piensa que, cuando no triunfamos en algo, es por una falta de habilidades, títulos, suerte… Sin embargo, lo que realmente está frenando la obtención de tus logros son tus propios miedos.
Cuando no te atreves a opinar, a tener iniciativa, cuando procrastinas las tareas, cuando te cuesta tomar decisiones o cuando no eres capaz de poner límites a lo que te hace daño, estás ante un MIEDO profundo que está impidiendo el desarrollo de tu potencial.
Los tres miedos básicos que pueden estar afectándote son estos:
- Miedo al fracaso
- Miedo al qué dirán
- Miedo a lo desconocido
Fruto de estos miedos, la mente se ve desbordada de mensajes que solo generan parálisis y ansiedad: “¿Y si no sale bien?”, “Seguro que se dan cuenta de que no soy tan bueno en esto”, “Prefiero hacer lo de siempre que es lo que conozco y controlo”.
La autoexigencia y el perfeccionismo responden a un miedo al error y a no estar a la altura de lo que creo que se espera de mí. Existen tres factores que condicionan estos miedos:
- Interpretar la situación: debemos saber que hay ciertos elementos que alteran nuestra visión de los hechos, como el cansancio, la inseguridad y el estrés, entre otros. También pueden afectar experiencias previas de fracaso, donde un tercero ha hecho patente el fallo, creándote un miedo a fallar en otras ocasiones.
- Adelantarnos a las posibles consecuencias: como el castigo, el rechazo, las humillaciones, falta de aprobación, etc.
- Valorar nuestras capacidades en función del resultado: “solo si acierto demostraré que valgo”. Este pensamiento es irracional y determinante. No se puede valorar la capacidad por un resultado concreto en un momento determinado.
El origen de estos miedos suele tener lugar en la infancia:
- Excesiva exigencia y corrección por parte de los padres.
- Humillación (burla, ironía, crítica…) ante los errores.
- Comparaciones con otros (hermanos, amigos, familiares).
- Castigos severos o retirada del afecto.
En este caso, los miedos proceden de interpretaciones que hacemos, condicionadas por situaciones vividas en el pasado. Estos pueden llegar a generar excesiva autocrítica, sentimientos de culpa, baja confianza en uno mismo y poca tolerancia a la frustración.
Educa tus miedos
Un buen análisis racional de tus miedos hará que puedas enfrentarte de manera realista y eficiente a los nuevos retos. No estás condenado a repetir tus errores del pasado eternamente. El pasado sirve para aprender.
El miedo es una emoción muy útil para el ser humano: nos ayuda a huir de situaciones potencialmente dañinas para nosotros. Entre otras funciones, el miedo activa el sistema simpático del cuerpo humano, a través del cual se potencian nuestras destrezas físicas durante un periodo determinado de tiempo: mayor visión mediante la dilatación de las pupilas, aceleración del ritmo cardiaco para la optimización del rendimiento físico durante una huida…
Pero, como todo en el desarrollo humano, los miedos deben pasar por un proceso de maduración para que sigan sirviéndonos de adultos, tanto como nos sirvieron de niños.
¿Cómo damos la vuelta a estos miedos?
- Tolera el fracaso: si no me atrevo a equivocarme, rara vez podré acertar.
- Los demás siempre opinarán, pero la opinión de los demás no determina mi destino.
- Explora lo desconocido: solo quien asume un poco de riesgo puede llegar a triunfar en la vida.
No te exijas un resultado perfecto, acepta tus limitaciones y potencia tus habilidades.