Es bueno ser capaz de transformar un hobby en oficio – siempre y cuando tengas cuidado para no dejar que la euforia supere al sentido común
Cuando nos mudamos de Florida de vuelta para Texas, estaba decidida a encontrar un empleo enseñando taekwondo y/o kickboxing. Esas dos cosas se volvieron mi pasión, y me gusta mucho entrenar y enseñar las dos. Pero también sabía que lucharía por sobrevivir – ¿qué madre de 5 hijos no lucha? – y me preocupaba que, si no encontraba un empleo que me permitiera ganar un salario con mi actividad favorita, mis entrenamientos se quedarían de lado.
No encontré un empleo en el mundo de las artes marciales, claro. Me encontré un empleo – un trabajo fantástico – en un campamento de gimnasia al aire libre llamado Camp Gladiator. Eso me permitió combinar mi pasión por el fitness con un salario. Lentamente, sin embargo, mis propios ejercicios físicos empezaron a quedar en segundo plano. Empecé a sentirme culpable cuando hacía ejercicio en lugar de trabajar. ¿Y el taekwondo? Olvídalo. Como yo me temía, mi propio entrenamiento empezó a caer en el olvido.
Fui víctima de lo que Man Repeller recientemente llamó “la trampa moderna de transformar el pasatiempo en ajetreo“. En el proceso de desempeño de mi actividad favorita, gradualmente fui perdiendo la libertad de disfrutar de mis hobbies.
Cuando era niña, muchas veces oía la frase: “Haz lo que amas y no trabajarás ningún día de tu vida”. Como muchos millennials – que ahora son naturalmente acusados de querer mucho en términos de satisfacción en el trabajo y seguridad – fui animada a ver cualquiera de mis intereses o talentos como una posible carrera. Ese cuadro se amplió en la edad adulta, pero ahora, en lugar de ocupar mi tiempo alegremente haciendo las cosas que me encantan, refuerza la idea de que mi atención pertenece más correctamente al lucro que al placer.
Vivimos en la era de la agitación. De seguir nuestros sueños hasta el fin y, luego, nos esforzamos demasiado. Y cada vez nos sentimos interesados en capitalizar los raros lugares en que nuestras habilidades y nuestra alegría se cruzan, destacamos la idea de que la ganancia económica es la búsqueda final. Si somos buenos en ello, debemos venderlo. Si somos buenos en eso y amamos eso, debemos definitivamente venderlo.
Una de las cosas que me enseñaron en mi entrenamiento profesional fue que tenemos que cuidar de nosotros mismos para así lograr cuidar de los demás, y eso significa tiempo de estudio y preparación, tiempo con la familia, tiempo espiritual y tiempo con los amigos, antes de llenar todo con el trabajo.
Una de las razones por las cuales eso se repetía con tanta frecuencia es que los CEO de mi empresa sabem cómo es fácil dejar que la agitación sobrepase todas las cosas por las cuales nos esforzamos. Y ellos sabían que, inevitablemente, todos nos equivocaríamos en ese equilibrio y terminaríamos agotados y exaustos – y ellos querían que estuviéramos preparados para darnos permiso para reparar ese equilibrio cuando llegara la hora.
Yo me arrastré hasta el 2019 sintiendo exactamente eso – tan exhausta que no lograba convencerme de ocupar mi energía en hacer las coas que yo sabía que me satisfacían. Muchas semanas de malestar solo aumentaron la sensación de agotamiento, hasta que me di cuenta que ya hacía una semana desde que había hecho ejercicio. Y luego 10 días. Y luego dos semanas que no hacía ejercicio físico.
Entonces, el último fin de semana llegué al límite. Pasé horas en la noche del viernes en el garaje de casa haciendo ejercicio y, en seguida, corriendo por el barrio, hasta sentir que me iba a caer de alegría. Al día siguiente, limpié el saco de boxeo y practiqué mis patadas de taekwondo. Aunque estaba algo oxidada, estaba muy satisfecha.
No pasé el fin de semana haciendo las cosas para la semana siguiente, como suelo hacer. No tendría todo listo. En lugar de eso, recuperé mis baterías. ¿Y sabes qué pasó? Terminé por tener una semana mejor que todas las anteriores, para las cuales estaba totalmente preparada para el trabajo, porque había tenido tiempo para recargarme completamente para la vida.
No creo que siempre es un error transformar tu hobby en tu oficio, pero creo que hay un peligro en intentar hacerlo. Necesitamos estar concientes de ese peligro, concientes de la tentación de dejar que el ajetreo se apodere de nuestras vidas y nos robe la alegría que nuestro hobby nos traía inicialmente. Y si sucumbimos a esa tentación, necesitamos darnos el permiso para encontrar nuestro camino de vuelta para un mejor equilibrio.
Porque sí, es bueno poder combinar tu actividad favorita con un salario – pero dejar que esa pasión se transforme en una nómina puede, a veces, salir por la culata.