Aitona es una pequeña población cercana a Lleida (España), famosa por los melocotoneros en flor que bañan de rosa los campos al comienzo de la primavera. El turismo hace que, anualmente, visiten el pueblo miles de personas. Pero también es interesante saber que Aitona es tierra de santos y que allí nació y vivió santa Teresa de Jesús Jornet, una mujer piadosa, emprendedora y valiente. Un espíritu libre que, a pesar de que pasó muchos años de su vida sin luces claras acerca de su vocación, se dejó guiar por la mano de Dios con fe.
La Aitona de santa Teresa de Jesús Jornet era la del siglo XIX, con pocos medios de comunicación, una vida sencilla agrícola y ganadera, y varios sucesos políticos de los que la Iglesia salía mal parada, entre ellos la Desamortización de Mendizábal, por la que se expropiaron todas las propiedades eclesiásticas.
Casa museo
De todo aquello, hoy se puede ver el municipio con su iglesia barroca, el milenario barrio de la morería (el nombre de Aitona procede del árabe zaituna, aceituna, y viven allí árabes desde la época de la Conquista), las calles angostas, las ruinas del castillo, la ermita de Sant Joan de Carratalà (a donde iba la santa a rezar el rosario los domingos con sus amigas), la cueva del padre Palau, el paisaje de secano con la sierra de roca sedimentaria pegada al pueblo... y la casa natal de Santa Teresa de Jesús Jornet, una más entre las del casco antiguo.
Frente a la casa natal, se puede ver la antigua residencia de ancianos que Teresa Jornet fundó con su hermana María y una comunidad de cinco hermanitas de los Ancianos Desamparados.
Durante la guerra civil fue destrozada (especialmente la capilla) y fue reconvertida en casa museo. Tenía una capacidad para 20 ancianos.
De ahí, sin embargo, surgió un proyecto de mayor envergadura: una residencia nueva que hoy acoge a más de 100 ancianos.
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Cuando Dios está de nuestra parte
Por todo el mundo, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tienen hoy más de 100 casas-asilo: México, Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú, Bolivia, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Paraguay, Filipinas, Alemania, Italia...
"Nada tenemos que perder cuando Dios está de nuestra parte", había escrito la santa.
La vidas de algunos santos son lineales: descubren su vocación, responden que sí a Dios y trabajan en esa labor hasta sus últimos días. El caso de santa Teresa de Jesús Jornet es muy diferente. Tuvo que ir y venir para acertar en lo que debía fundar: eso sí, siempre quiso hacer la voluntad de Dios.
Una intensa búsqueda
Nació en 1843. Acabó los estudios escolares a los 15 años y se traslada a Fraga para estudiar Magisterio. A los 18 ya ejercía como maestra en Argensola (Barcelona).
A los 19 colaboró con las Carmelitas Terciarias, una orden fundada por su tío abuelo, el beato Padre Palau. Sin embargo, aquello no era su vocación y abandonó la colaboración. Regresó a Aitona y vivió allí otros cuatro años. Continuó preguntándose qué le pedia Dios.
En 1868 ingresó en el monasterio de las Clarisas de Briviesca (Burgos). Aquello parecía el paso definitivo pero una pústula la obligó a regresar de nuevo a su casa en Aitona.
En 1870, el Padre Palau la nombró Visitadora de las escuelas de las Carmelitas Terciarias. Vio que era una mujer valiosa, llena de fe, rezadora y audaz. Pero en 1872 él murió y Teresa Jornet, que había accedido al encargo solo por ayudar a su tío, vuelve a su casa.
El camino definitivo, a los 29 años
En 1872 conoció al sacerdote Saturnino López Novoa, en Estadilla (Huesca), y él le propone cofundar una orden dedicada a los ancianos sin recursos y sin ayuda familiar.
Teresa Jornet sintió que ese camino era el que había estado buscando hasta entonces. Tenía 29 años y vio con claridad que esa era la misión para la que Dios la preparó con la falta de salud, las dificultades y la incertidumbre.
El 27 de enero de 1873 se fundó la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Barbastro (Huesca) y ese mismo año estableció la Casa-Madre en Valencia. Comenzó entonces la expansión por España y por el mundo; aumentaron sin cesar las vocaciones.
En 1891 Teresa de Jesús Jornet regresó a Aitona, esta vez para fundar una residencia en un solar de sus abuelos maternos.
Nada se le puso por delante: ni la poca fe del párroco ni los escasos medios. Su hermana María, también religiosa, pintó en una noche el esbozo de plano que ha de servir para la casa-asilo.
Atención a miles de ancianos por todo el mundo
Falleció a los 54 años en Valencia, dejando un legado de 104 casas-asilo y una labor de atención a miles de ancianos, a los que ayudan en lo material y lo espiritual.
La Madre Jornet fue beatificada en 1958 y canonizada en 1974. Al año siguiente, fue proclamada Patrona de la ancianidad.
La visita a Aitona, belleza natural y vidas de santidad
La visita a Aitona es una toma de contacto muy viva con la experiencia de la santa: no solo porque pueden verse la casa natal, la primera residencia y la actual casa-asilo, sino porque se palpa el espíritu de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
Además, se comprende muy bien la forja familiar y la piedad que recibió también al ir a la iglesia, la parroquia de San Antolín, que hoy cuenta con un altar dedicado a la santa; y a la cueva del Padre Palau, quien le ayudaba espiritualmente.
Aitona es tierra de santos que cuenta además con el beato Padre Camí, sacerdote mártir de la guerra civil española y descendiente de la familia de santa Teresa Jornet.
También puede visitarse la sede de las Carmelitas Misioneras Teresianas, congregación fundada por el beato Padre Palau.