¡Con el esfuerzo de todos podemos hacer una gran diferencia, en nuestros hogares, y por nuestra casa común!
Es necesario hacer algo, para evitar tanto desperdicio a nivel mundial de alimentos. Y desde nuestros hogares podemos comenzar para aprovecharlos más y mejor.
Para eso necesitamos una “conversión ecológica” como la que pide el papa Francisco, un cambio de mentalidad, y de estilo de vida. Aprendiendo nosotros y educando a nuestros hijos a respetar y hacer un uso responsable de los alimentos, ayudando a cuidar la casa común.
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Puedes comenzar fijándote en los alimentos que tienes en casa y estar por tirar porque la fecha de caducidad dice que ya se pasó, ¡no lo hagas todavía espera!
Hay alimentos que pueden tener fecha de caducidad o de consumo preferente. No es lo mismo. La fecha de caducidad, se tratan de alimentos perecederos como por ejemplo las carnes, huevos, pescado, lácteos, que por motivos microbiológicos si los consumes fuera de la fecha establecida puedes poner en riesgo la salud.
Mientras que la fecha de consumo preferente no es peligrosa para la salud, se utiliza para indicar el tiempo en el que el producto conserva perfectamente sus cualidades organolépticas (olor, sabor, textura).
Estos alimentos que se pasaron unos días o semanas de la fecha de consumo preferente pueden consumirse siempre que, estén cerrados, no deteriorados y almacenados correctamente. Pero hay que tener en cuenta que puede verse afectado un poco su sabor, olor y textura, en el caso de que un alimento se encuentre en dudoso estado, las autoridades aconsejan evitar el consumo.
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Estos alimentos son, por ejemplo:
- Yogures, pan de molde, patatas fritas y frutos secos.
- Bollos y galletas, pastas, arroces y legumbres.
- Refrescos y alcohol.
- Mermelada y mantequilla, embutidos y quesos curados.
- Sopas y salsas de sobre, salsas de tomate.
Por otro lado, hay alimentos “no perecederos” que no llevan fecha de caducidad ni fecha de consumo preferente, pero pueden perder alguna de sus características organolépticas como: bebidas alcohólicas con graduación superior a un 10% del volumen; frutas y hortalizas fresca; pan y bollería (son de consumo en 24 horas), vinagre, sal, azúcar, chicles.
El vinagre, tanto el vinagre de manzana como el de vino una vez abiertos igual pueden seguir siendo aprovechados, y puede utilizarse como producto para la limpieza, disolvente y quita grasas.
La miel no se estropea porque su alto contenido de azúcar hace imposible que los microbios y las bacterias puedan colonizarla. Lo que si puede ocurrir es que se produzca un cambio de color o se cristalice, pero esto último se puede revertir simplemente poniéndola unos minutos a baño maría (menos de 40 grados).
El azúcar, del mismo modo que a la miel, las bacterias no pueden colonizarla porque tiene poca humedad. Si se mantiene alejados de insectos, a temperatura suaves, en un lugar seco, lo único que puede suceder es que se solidifique, pero y tengamos que darles unos golpecitos con una cuchara para romper los terrones.
La sal y sopas, la sal es un conservante natural conocido hace siglos, y las sopas son super concentradas en este mineral, que elimina la humedad que causa el deterioro de los productos.
El arroz, es un producto muy consumido en el mundo y accesible a toda la población, si se encuentra envasado al vacío, alejado de la luz y en un lugar seco, puede durar bastante tiempo en buenas condiciones.
Chocolate instantáneo y café, son productos que pasaron por el proceso de desecado, lo que permite conservarse por más tiempo.
Frutas y las verduras, aquí nosotros somos los catadores, tenemos que ver su aspecto, textura y aroma para saber si están en buen estado. Sí observamos solo alguna zona con moho o podrida, no dejarla, hay que quitarle ese parte y por lo menos 1 centímetro más alrededor antes de comerla.
¡Con el esfuerzo de todos podemos hacer una gran diferencia, en nuestros hogares, y por nuestra casa común!