1. Laura Bassi
Católica y científica. Fue la primera mujer que logró entrar a la academia de las ciencias de la universidad de Bolonia que, a su vez, fue la primera universidad fundada por la Iglesia católica.
Cuando tenía tan sólo 13 años, el doctor de su familia (Gaetano Tacconi, que también daba clases de medicina y filosofía en la universidad) vio que era todo un prodigio. Y se hizo cargo de su educación.
Siete años después, Tacconi la presentó ante un grupo de filósofos así como frente al arzobispo Prospero Lambertini.
Todos quedaron impresionados con su inteligencia y fue admitida en la academia de las ciencias como miembro honorario, siendo la primera mujer en lograrlo.
Se graduó de filosofía a los 21 años. Y como era una gran amante de la física, pero no se le permitía dar clases formales en la universidad por ser mujer, realizó varias conferencias privadas y demostraciones experimentales en su propia casa basadas en los principios de Isaac Newton.
Pocos años después, se casó con el físico Giovanni Giuseppe Veratti. Con él realizó varios trabajos en conjunto. Entre ellos, uno sobre el posible uso medicinal de la electricidad, aunque nunca llegó a publicar nada.
El arzobispo Lambertini se convirtió en el papa Benedicto XIV y reorganizó la academia de las ciencias de la Universidad de Bolonia. Creó un grupo especial de 25 científicos para que cada año mostraran sus investigaciones.
Laura Bassi fue la única mujer en lograr un puesto allí, aunque no tenía los mismos privilegios de los otros 24.
También creó un laboratorio privado que se volvió muy famoso en Europa y acogió a grandes científicos.
Asimismo, logró liderar el departamento de física experimental de la universidad con su esposo como asistente.
Y se convirtió en la primera mujer en lograr un cargo en el departamento de física de cualquier universidad y en la segunda mujer de la historia en obtener un doctorado.
2. Santa Ángela de Merici
Esta religiosa italiana fue la fundadora de las Ursulinas. Cuando tenía 10 años, ella y sus hermanos quedaron huérfanos. Los crió su tío, quien era un hombre de mucho dinero, al norte de Italia.
Su hermana mayor murió repentinamente y sin recibir los sacramentos, hecho que la marcó profundamente. Siendo una adolescente, se hizo terciaria franciscana y vivió con mucha austeridad, rechazando todos los beneficios y lujos que había tenido antes.
Se dedicó a enseñar catecismo a los pobres. Y durante una visita a Roma se encontró con el papa Clemente VII, quien le pidió hacerse cargo de unas enfermeras.
Sin embargo, ella le comentó sobre una visión que había tenido. En ella Jesús le pedía conformar una sociedad de mujeres, por lo que había creado una especie de noviciado informal.
El Pontífice le concedió hacerlo formalmente. Y ella tuvo una visión de santa Úrsula, así que decidió llamar a su compañía Las Ursulinas.
Un grupo inicial de 28 religiosas que se encargaban de educar en la fe a niñas (especialmente aquellas de bajos recursos) y a cuidar a los enfermos.
Finalmente, en 1544 el papa Pablo III las reconoció (cuatro años después de la muerte de Ángela) y en 1565 se organizaron como Congregación.
3. Santa Quiteria
Dicen que es la sanadora de la rabia y, aunque la aprecian mucho en Portugal, Francia y España, poco se habla de ella.
Dice la leyenda que fue una de las 9 hijas de Lucio Catelio Severo, régulo de Galicia y Portugal, y su esposa Calsia, quienes eran paganos y enemigos de los cristianos.
Calsia tuvo a sus 9 hijas en un solo parto. Y, temiendo que esto fuera visto como una infidelidad o una rareza por su esposo (que se encontraba de viaje), las mandó a arrojar a un río cercano.
Su partera se arrepintió en el camino y llevó a las niñas a un pueblo cristiano cercano para que distintas mujeres las criaran bajo su fe. Las nueve ofrecieron su virginidad al Señor.
Años después, en un período de extrema persecución a los cristianos en la región de Balcagia (hoy Bayona, en la costa gallega), las nueve hermanas fueron detenidas y llevadas a Lucio Catelio.
En plena amenaza de tortura si no abandonaban el cristianismo, él notó que se parecían mucho a su esposa. Indagó un poco más y descubrió que las nueve eran sus hijas.
Entonces se debatió entre su rol de padre y el de juez. Trató de convencerlas para que se volvieran paganas y le rezaran a sus dioses, pero no tuvo éxito. Enfurecido, las mandó a una torre y les dio un día para arrepentirse.
Las hermanas lograron escapar (dice también la leyenda que con ayuda de la Virgen) y cada una tomó un rumbo distinto; sin embargo, fueron apresadas y torturadas una por una.
En el caso de Quiteria, se había ido a un monte a vivir en oración. Pero tuvo la llamada de un ángel que le dijo que regresara a casa de sus padres.
Al llegar, ellos pensaron que se había arrepentido y le ofrecieron a Germano, un noble joven y rico, para casarse.
Ella se negó y dijo que su único esposo estaba en el Cielo. Así que su propio padre le pidió a aquel joven que vengara la ofensa cortándole la cabeza.
Quiteria volvió a escapar y logró llegar a los Montes de Toledo. Pero hasta allá la fue a perseguir Germano.
Ella intentó esconderse en un árbol y le pidió al pastor que se encontraba cerca que no la delatase.
No fue así y Quiteria fue decapitada, no sin antes pedirle al Señor que librase de rabia y furor a quienes se valiesen de su patrocinio.
Se le reconocen varios milagros, entre ellos, curar al pastor que la entregó, quien fue mordido por sus propios perros cuando ella fue asesinada.
4. Santa Anna Wang
No hay muchas santas chinas en la Iglesia católica, pero esta adolescente es una de ellas.
Durante el Levantamiento Yihétuán, un movimiento en contra de la influencia foránea (principalmente de Occidente) en la cultura, comercio, política, religión y tecnología china, Anna fue una las mártires cristianas que se negó a renunciar a su fe.
Con tan sólo 14 años, fue líder de oración en un grupo de mujeres capturadas.
Dicen que como tenía sus dos brazos alzados y unidos para rezar, uno de sus captores le cortó uno para ver si dejaba hacerlo. Ella no se detuvo y le cortaron el otro.
Finalmente la decapitaron y hoy en día es una de las decenas de mártires asiáticos canonizados por la Iglesia católica.
5. Maria Gaetana Agnesi
Esta mujer italiana nació en una casa con privilegios y eso le permitió acceder a una educación de élite.
Sin embargo, lejos de ser otra mujer más de su tipo de clase social según la época, Agnesi se quiso dedicar al mundo de las matemáticas, una carrera pensada “para los hombres”.
A los 21 años ya hablaba varios idiomas y quiso entrar a un convento, pero su padre se lo negó y ella obedeció.
Sin embargo, tomó la decisión de retirarse prácticamente de la vida pública y se dedicó a leer y estudiar libros sobre religión y matemáticas.
Luego, ella misma escribió uno llamado Instituciones Analíticas, el cual fue traducido a múltiples idiomas, brindando grandes aportes en el área y convirtiéndose en la primera mujer en destacar en esta ciencia.
El papa Benedicto XIV fue otro que quedó impresionado con su talento, así que le pidió ser profesora en la universidad de Bolonia.
Sin embargo, tras la muerte de su padre, Agnesi no sólo debió cuidar de sus hermanos (unos 20) sino que prefirió dedicarse al trabajo comunitario y la religión.
Renunció a sus riquezas (no hay confirmación de que se haya convertido formalmente a religiosa) y fundó varios hospicios. Murió en uno de ellos años después.