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¿Por qué vemos lo mismo de distinta forma?

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María del Castillo - publicado el 20/03/19
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Revisar cómo percibes la realidad y cómo interpretas lo que te pasa, te dé pista de por qué actúas de esa manera. 

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Si nos pusiéramos delante de un paisaje, cada uno de nosotros, según su experiencia – sus circunstancias y vivencias -, percibiría la realidad de una manera única, pudiendo ser esta agradable, amenazante, aburrida, llena de detalles, vacía… Una misma imagen puede ser interpretada de muchas formas en función del discurso interior de cada uno.

¿Cuál de estos discursos es mejor? ¿Quién aporta más? ¿El que percibe más la belleza general del paisaje o el que aprecia mejor los detalles? 

En ocasiones nos quedamos en estas diferencias de enfoque, dando lugar a rivalidades y comparaciones con los demás, menospreciando la propia percepción y dando un valor absoluto a la verdad del otro, o viceversa.

Nos olvidamos de que todos nos comportamos según el mismo esquema: 

hecho -> percepción -> actitud -> conducta.

Esto significa que un hecho (objetivo y común para todos) termina siendo interpretado en función de las características personales, el contexto y la experiencia individual (percibido de forma única). Esa interpretación predispone a la persona a tener una actitud evasiva, confrontativa o adaptativa y, como consecuencia, una conducta. 

Atajar una mala conducta al margen de la interpretación que hemos realizado de los hechos sería empezar la casa por el tejado. Lo que provocó la conducta, si no ha sido trabajado convenientemente, terminará por manifestarse de otra forma, tarde o temprano.

Quizás, revisar cómo percibes la realidad y cómo interpretas lo que te pasa, te dé pista de por qué actúas de esa manera. Conocerte a ti mismo y por qué actúas de determinada manera es muy importante.

Un primer paso sería ser consciente de tu inteligencia factorial: aquellos factores de tu inteligencia que condicionan mentalmente tu pensamiento; el filtro que haces de ti mismo, de personas, circunstancias y acontecimientos. 

Para ello, puedes empezar conociendo qué tipo de razonamiento tienes más desarrollado:

  1. Razonamiento espacial: es la capacidad para formar un modelo mental de los objetos en tres dimensiones. Las personas que tienen alto razonamiento espacial suelen ser perfeccionistas, exigentes, críticas y unilaterales. Perciben la realidad con mucho detalle apreciando con facilidad el error y la carencia. 
  1. Razonamiento abstracto: es la capacidad para reorganizar conceptos abstractos elaborando nueva información en forma de conclusión. Un alto razonamiento abstracto potencia en las personas la flexibilidad y adaptación, ofreciendo soluciones solventes a los problemas. 
  1. Razonamiento numérico: mide la capacidad de atención (concentrado o disperso), siendo estos últimos los que pueden hacer numerosas tareas a la vez, pero superficialmente. Por el contrario, la atención concentrada es propia de quienes pueden profundizar mucho, pero en una sola tarea.  

Analiza tu manera de percibir el mundo, acógete y acéptate en tu verdadera forma de observar lo que te rodea. Toma conciencia de que no todos comparten la forma que tú tienes de percibir la realidad. Ninguna es mejor que otra, sino que, juntas, constituyen el complemento perfecto para la colaboración entre personas en cualquier ámbito: trabajo, familia, amigos…

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