La localización del exceso de grasa en nuestro cuerpo, afecta de forma distinta a hombres y mujeres
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Muchas personas pueden tener un peso normal y tener niveles elevados de grasa corporal. Es que nuestro peso no dice mucho más, y puede verse afectada nuestra salud sin darnos cuenta.
Nuestro cuerpo se compone principalmente de 4 elementos: el agua que constituye más de la mitad (50‐65%) del peso del cuerpo, músculo o masa muscular, hueso o tejido óseo y masa magra o tejido adiposo.
Sucede que estamos acostumbrados a cuantificar la obesidad a través del peso y la medición del Índice de Masa Corporal (IMC), pero ésta tiene una limitación que es su incapacidad para diferenciar la masa adiposa de la magra o, bien, la grasa central de la periférica.
Los riesgos asociados al exceso de grasa se deben, en parte, a la localización de la misma, más que a la cantidad total.
La grasa corporal es el componente más variable en la composición corporal y es necesaria determinada cantidad, porque cumple varias funciones importantes. Algunas de ellas son la de proporcionar la energía en periodos de ayuno, depósito de energía, segrega hormonas que regulan la ingesta y el gasto energético, la respuesta inmunitaria, entre otras.
Cuando hay un exceso de grasa, se comienza a almacenar en distintas partes de nuestro cuerpo, produciendo en su mayoría un aumento del peso corporal lo que lleva a la aparición de sobrepeso u obesidad.
La obesidad es una enfermedad crónica que se caracteriza por un exceso de masa grasa que afecta la salud de las personas. Los riesgos asociados a ello se deben en parte a la ubicación y el tipo de grasa, incluso más que a la cantidad de grasa almacenada.
Localización de la grasa en nuestro cuerpo
Se distribuye de distinta manera en el hombre que en la mujer.
Obesidad androide, central o abdominal: aquí el exceso de grasa se localiza en tronco y abdomen. Es típica del género masculino y la forma corporal de los pacientes es similar a la forma de una “manzana”. Se asocia a complicaciones metabólicas como diabetes tipo 2, dislipemias (colesterol o triglicéridos altos), hipertensión arterial, entre otros.
La grasa abdominal se divide en tejido adiposo visceral y subcutáneo, esto significa que si la grasa es subcutánea se tiende a acumular debajo de la piel, mientras que la grasa visceral se localiza alrededor de los órganos, siendo esta ultima un factor de riesgo que puede afectar los órganos locales, corazón y el hígado.
Obesidad ginoide o periférica: en este caso el exceso de grasa se localiza en el área glúteo-femoral (alrededor de caderas, nalgas y muslos). Se da mayoritariamente es mujeres y la forma corporal de los pacientes es similar a la forma de una “pera”. Se asocia a complicaciones mecánicas como ser varices, artrosis de rodillas, entre otras.
¿Cómo saber si tengo exceso de grasa abdominal?
El indicador más utilizado para cuantificar la obesidad es el IMC, que es la relación entre el peso expresado en kilos y la estatura al cuadrado expresada en metros. Pero como dije antes, el IMC no proporciona información acerca de cómo se distribuye la grasa corporal, un aspecto relevante, ya que según su localización puede representar un mayor o menor riesgos de desarrollar alguna patología cardiovascular.
Hoy se conoce que una medición de la circunferencia de la cintura (CC) mayor a 88 centímetros en mujeres y 102 centímetros en hombres, se asocia a mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión arterial, etcétera.
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Esta medición debe ser realizada con una cinta métrica alrededor de la cintura, en el punto medio entre el reborde costal y la cresta ilíaca (que generalmente coincide con el nivel del ombligo).
Sí la medida de cintura es menor a 80 centímetros en la mujer y 94 centímetros en el hombre, no hay aumento de riesgo para la salud.
En caso de que la medición sobrepase los valores mencionados anteriormente es necesario consultar con un médico para evaluar riesgos y posibles cambios de hábitos de alimentación y ejercicio.
Consejos para evitar la aparición de grasa abdominal
Primero que nada, modificar hábitos alimentarios poco saludables y evitar el sedentarismo. Algunos consejos:
- Realizar una dieta variada, consumiendo al menos 2 a 3 frutas al día, 2 raciones de vegetales (ideal de temporada), leguminosas, pastas y arroz preferentemente integrales, carnes, huevos, pescado, lácteos.
- No eliminar, pero sí limitar el aceite de oliva virgen extra a 2-3 cucharadas soperas al día.
- Controlar el consumo semanal de carnes rojas y pescados azules.
- Limitar el consumo de sal, bolletería, alimentos ultra-procesados y dulces. No abusar de las frituras, rebozados y salsas grasas.
- Para saciar la sed beber al menos 1,5 a 2 litros por día de agua, evitando las bebidas alcohólicas, los zumos y refrescos
- Dedicar un tiempo a las comidas, en un ambiente tranquilo y sin distracciones.
- Realizar algún tipo de deporte, baile, o actividad física a gusto. Caminar o subir escaleras en vez de utilizar el ascensor pueden ser un buen comienzo.
Es necesario no centrarnos o definir la obesidad en base solamente al peso corporal, sino también con la adiposidad. Ese exceso de grasa localizada que muchas veces no le damos la importancia que merece y que al detectarlo será el que realmente ayudará a disminuir los factores de riesgo cardiometabólico, prevenir la enfermedad y mejorar nuestra calidad de vida.