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¿Es Bolsonaro de derechas?

BOLSONARO

Marcelo Camargo - Agência Brasil - CC BY 2.0

Macky Arenas - publicado el 03/01/19

Claves para entender el futuro de Brasil

Hoy, la mayoría de los políticos en América podrían recibir el calificativo de “relativistas”. El Papa Francisco ha recordado muy acertadamente en estos comienzos de año, que la buena política es la que trabaja para la paz. En otras palabras, hay que trabajar para la transparencia en las cosas de gobierno, para el bien común, para la familia y para el desarrollo integral “de todo el hombre y de todos los hombres” como escribió Pablo VI. La gestión de nuestros políticos practica ese manejo equívoco, azaroso y hasta impúdico pues, con honrosas excepciones, apuntarán hacia la paz en el discurso, pero en la práctica hay otras prioridades como no soltar el poder y hacer buenos negocios. El ropaje ideológico depende de los intereses. El gran reto de las sociedades civiles, las fuerzas vivas que animan a los países, los electores y los liderazgos que emergen de las comunidades es, entonces, exigir coherencia al estamento político.

Con ocasión de la toma de posesión de Bolsonaro, estas preocupaciones vuelven al tapete. También saltan al primer plano esas categorías tan manidas como izquierda y derecha que no significan algo más allá de lo que le gente quiere atribuirle. Un izquierdista en el mando puede ser tan o más autoritario que un derechista, de la misma manera que un derechista puede ser tan corrupto como un izquierdista de esos que recitan “el fin justifica los medios”. Esa máxima subyace al relativismo puro y duro. Si algo me conviene, contorsiono los principios y disfrazo las intenciones, pero lo consigo.

BOLSONARO
Fernando Frazão-Agência Brasil-CC

Brasil está harto de la izquierda que ha ejercido el poder durante décadas, de la corrupción y del jaleo que ella mantuvo vigente y que acentuó la incertidumbre. La gente prefirió esta vez al que se cubrió con un manto de derecha. Pero la decepción puede sorprender a los más ilusionados si no se comprende que esos términos, hoy día, aluden más a consignas políticas que a planes de gobierno, más a demagogia que a devociones principistas. Derecha no es capitalismo ni izquierda es todo aquello que se parezca a Cuba. El asunto tiene que ver con revanchismos más que con programas económicos que definan políticas públicas.

Los titulares de prensa están a la orden del día: “Latinoamérica se hace de derechas”, “Bolsonaro, el hombre que volcó a Brasil de la izquierda a la derecha”, “El ultraderechista Bolsonaro ganó las alecciones en Brasil”. En su discurso inaugural, Bolsonaro emitió algunas frases sonoras: “Vamos a respetar las religiones, nuestra tradición judeocristiana, combatir la ideología de género conservando nuestros valores”, “Esta es nuestra bandera, que jamás será roja”, dijo desplegando el estandarte nacional, al tiempo que aseguró la salida del socialismo de las aulas brasileñas. Según él, este 1 de enero será recordado como “el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo, de la inversión de valores, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto”.

BOLSONARO
Tânia Regô-Agência Brasil-CC

Como Trump, este militar devenido en líder de masas, es políticamente incorrecto. Más que ello, ganó al pueblo con un discurso estridente que rozó el escándalo más de una vez. Tiene el mérito, eso sí, de haber logrado vencer la complejidad de Brasil con un discurso a contracorriente y, sin soporte social o político real, convertirse en el presidente del país más enrevesado de América Latina. No obstante, no hay que pasar por alto, aún en medio del jolgorio y las expectativas que levanta el cambio de mando, que esta victoria fue posible, en sentido estricto, gracias a la salida del juego de Lula, encarcelado e inhabilitado políticamente por una decisión judicial. Aun cuando el sentimiento nacional favoreció a Bolsonaro, es lógico preguntarse qué habría sucedido si Lula hubiera podido competir. Su victoria fue clara pero también lo es el país profundo, ese que mantuvo intactas las huestes de Lula peleando en las urnas. El recién estrenado presidente podría encarar un problema de legitimidad no, por cierto, como el que desvela a Maduro quien el próximo 10 de Enero se convierte en completa e inevitablemente ilegítimo. Dentro de apenas una semana, Venezuela amanecerá sin presidente electo democráticamente, lo cual no es el problema de Bolsonaro. El suyo consiste en reforzar su legitimidad de origen apuntalando su desempeño.

El hecho es que, más allá de los votos y del impulso emocional que infló sus velas, Bolsonaro no es expresión social consistente. Esa debe construirla a partir de su victoria. Hay una debilidad de origen allí la cual deberá enfrentar instituciones y grupos de presión sumamente sólidos. A menos que, como en otros tiempos, se decante por una dictadura abierta lo cual nunca parece probable… hasta que ocurre. Por los momentos -y mientras el nuevo presidente no edifique su propio piso político a base de éxitos en su gestión- él representa un indiscutible fenómeno político-electoral, pero coyuntural, lo que plantea muchas interrogantes.

La situación social de Brasil es muy complicada, con grandes masas necesitadas y un amenazante potencial explosivo siempre vigente. No escapa al fracaso recurrente de los planes, tanto de izquierda –cuyo buque insignia es Cuba, seguida por Venezuela- como también de los neoliberales que anidaron en esta parte de continente en décadas pasadas, alentados por Estados Unidos, pero sin el aliento suficiente para impedir la incubación de engendros como el chavismo que reptó por el continente en forma de autoritarismo sin compromiso social.

BOLSONARO
Wilson Dias / Agência Brasil

Es aconsejable conocer algunas particularidades de Brasil para entender lo que podría sobrevenir. Brasil es un país distinto y sus fuerzas armadas también. Analistas de reconocida solvencia ven en Jair Bolsonaro a una expresión civil del plan militar para controlar el poder. Son taimados y astutos. Si perciben cambios en el péndulo continental, se aprestan a correr esa pista. Los militares brasileños siempre han sido poder pero han tenido la habilidad de saber colocarse detrás. El pretexto civil para manejar la política es Bolsonaro. Los militares en Brasil son poderes fácticos reales. Esto puede funcionar pero también generar inestabilidad. Brasil tiene peso, más que Argentina, más que Chile. Lo tuvo más que Venezuela en sus momentos más brillantes como la ejemplar democracia que llegó a ser. Brasil, habida cuenta de que el eje con Trump está planteado, puede indicar cambios geopolíticos importantes para América Latina.

Muy a pesar de los acuerdos entre el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y el canciller peruano, Néstor Popolizio, sobre “incrementar la presión” sobre el gobierno de Nicolás Maduro para restaurar la “democracia y la prosperidad” al pueblo de Venezuela, y más allá de lo que resuelva el Grupo de Lima acerca de no reconocer el gobierno de Maduro a partir del próximo 10 de enero, una gran duda se cierne sobre el porvenir del país caribeño luego del triunfo de Bolsonaro circunstancia que, ciertamente, ha sembrado esperanzas entre los venezolanos. Qué pasará con la geopolítica, facilitará cambios o más bien inducirá a sus aliados, entre ellos Rusia, a colocar un muro de contención ante lo que podrían ver como “el peligro” de Bolsonaro”?

Lo tangible, es que el nuevo presidente se rodea de cuatro generales, dos capitanes, un teniente coronel y un almirante. No sucedía algo así desde la época de la dictadura.-

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