¡Qué bello es vivir! (1946) es una película clave para ver en Navidad. Es la obra maestra de Frank Capra. En ella, James Stewart borda una de sus mejores interpretaciones – sólo al nivel sus memorables apariciones en El hombre que mató a Liberty Balance (1962) o en La Ventana indiscreta (1954) – pese a que el Oscar se lo dieron con apenas 32 años, por una comedia romántica como Historias de Filadelfia (1940), junto a otros dos grandes del Hollywood clásico como Katharine Hepburn y Cary Grant.
La historia es muy sencilla, pero viéndola uno se da cuenta de la batalla cósmica que se encierra en sus poco más de dos horas de duración. George Bailey, el protagonista, es un hombre decente, como dirían en Estados Unidos, alguien que ha vivido la vida construyendo vínculos, ayudando al prójimo por una especie de predisposición natural.
El antagonista es la mismísima encarnación del capitalismo neoliberal, ya intuido a la perfección por Capra en los años cuarenta. Su nombre es Mr. Potter y es la avaricia personificada. Es el propietario de medio Bedford Falls y quiere hacerse con el resto a cualquier precio, no importándole en absoluto la vida de los demás habitantes de su ciudad.
Prácticamente la totalidad del filme es un flash-back de origen celestial, mediante el cual el ángel de la guarda de George es instruido para bajar rápidamente a la tierra en misión de rescate. Como espectadores, se nos invita a captar la inmensa bondad del Sr. Bailey, que, por azares del destino, ha llegado a la completa desesperación.
Pese al ubicuo telón de fondo pre-navideño y pese a que los copos de nieve y las lucecitas adornan el cuadro escena tras escena, la bonhomía de George, esposo amantísimo y padre de cuatro criaturas, parece haber perdido la esperanza que le ha acompañado toda su existencia y que ha contagiado a todo su pueblo con abundantes obras de misericordia por los más necesitados.
El ángel es enviado a la tierra como otra encarnación, como una gracia que irrumpe en la historia de cada uno y le permite tomar conciencia del don que es la propia vida y la de los que le rodean: familia, amigos e incluso desconocidos.
Ante los ojos del espectador, que acaban irremediablemente arrasados por las lágrimas, se presenta de nuevo el milagro de la Navidad, de un modo que pueden entender desde los más pequeños hasta los más mayores de la casa.
Viéndola estos días por eneava vez me venía a la mente una frase de Italo Calvino que leí en Las ciudades invisibles:
En este adviento tan enmarañado de consumismo, los cristianos mendigamos, como George Bailey, una respuesta a nuestra vida, llena de dificultades e injusticias. La Navidad nos desplaza y nos cambia las perspectiva. El niño-Dios nos hace caer en la cuenta de lo ya recibido y de la necesidad de compartirlo con los demás.
Por eso, no dejemos de ayudarnos a saber dónde ha nacido, vayamos a su encuentro y, una vez allí, démosle espacio en el establo para que crezca en el establo nuestro corazón.
Ficha Técnica
Título original: It's a Wonderful Life (1946)
País: Estados Unidos
Dirección: Frank Capra
Música: Dimitri Tiomkin
Reparto: James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore, Thomas Mitchell, Henry Travers, Beulah Bondi, Frank Faylen, Ward Bond, Gloria Grahame, H.B. Warner, Frank Albertson, Todd Karns, Samuel S. Hinds, Mary Treen, Virginia Patton, Charles Williams, Argentina Brunetti