El fin del mundo y el fin que será un día para cada uno de nosotros: este es el tema que la liturgia de la semana nos propone y también hoy habla de esto el papa Francisco en Casa Santa Marta.
La primera lectura describe la destrucción de Babilonia, la ciudad bella, símbolo de la mundanalidad, “del lujo, de la autosuficiencia, del poder de este mundo”, dice el Papa.
El Evangelio en cambio cuenta la devastación de Jerusalén, la ciudad santa.
La caída de Babilonia, la corrupta
En el día del juicio, Babilonia será destruída con un grito de victoria. La ‘gran prostituta’ caerá, condenada por el Señor y, dice el Papa, hará ver su verdad: “morada de demonios, refugio de todo espíritu impuro”.
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Bajo su magnificencia mostrará la corrupción, sus fiestas parecerán de felicidad fingida. Será violenta su destrucción y “nadie más la encontrará”.
El sonido de los músicos, de los tañedores de cítara, de flauta y de trompeta, no se oirá más en ti; no habrá bonitas fiestas, no…
Los artesanos de cualquier oficio desaparecerán de ti; porque no era una ciudad de trabajo, sino de corrupción. El ruido de la muela ya no se oirá en ti.
La luz de la lámpara no brillará más en ti; será quizás una ciudad iluminada, pero sin luz, no luminosa; esta es la civilización corrupta.
La voz del esposo y de la esposa ya no se oirán en ti. Había muchas parejas, mucha gente, pero no habrá amor. Esta destrucción comienza desde dentro y acaba cuando el Señor dice: “Basta”.
Y habrá un día en el que el Señor dirá: “Basta, a las apariencias de este mundo”. Esta es la crisis de una civilización que se cree orgullosa, suficiente, dictatorial y termina así.
Jerusalén abrió la puerta a los paganos
Jerusalén, prosigue el Papa, verá la ruina por otro tipo de corrupción, “la corrupción de la infidelidad al amor; no fue capaz de reconocer el amor de Dios en su Hijo”.
La ciudad santa “será pisoteada por los paganos”, castigada por el Señor, porque abrió las puertas de su corazón a los paganos.
Existe la paganización de la vida, en nuestro caso, cristiana. ¿Vivimos como cristianos? Parece que sí. Pero en realidad, nuestra vida es pagana.