Muestra cómo se ha perdido la guerra contra las drogasComo Al Capone o Pablo Escobar, Joaquín “el Chapo” Guzmán es ahora el traficante súper villano predilecto de los medios de comunicación. El juicio que se está llevando a cabo de este narcotraficante mexicano (extraditado a Estados Unidos) en una corte federal de Brooklyn, ha tomado visos de telenovela. Mejor (peor): de narconovela.
El especialista en el tema criminal, específicamente de narcotráfico, Ioan Grillo dice en un artículo publicado recientemente por The New York Times (NYT) que el juicio al “Chapo” es, en realidad, un juicio a la guerra contra las drogas; una guerra que, según Grillo, se ha conducido de manera muy torpe: miles de estadounidenses mueren cada año por sobredosis de drogas y miles de latinoamericanos mueren cada año por dedicarse al tráfico de drogas.
En efecto, en Estados Unidos la cifra de muertes por sobredosis de drogas, incluidos los opiáceos por recete médica, alcanzó en 2017 a llegara 16.000 muertes. Mientras tanto, se calcula que desde el momento que el ex presidente de México, Felipe Calderón, declaró la guerra al narcotráfico y sacó el ejército a la calle, han muerto 120.000 personas y hay 37.000 personas consideradas como desaparecidas.
Acusado de traficar heroína, cocaína, marihuana y metanfetaminas hacia el mercado de consumidores más grande del mundo, Estados Unidos, en 25 años de trasiego de drogas (dos fugas de cárceles de “alta seguridad” en México incluidas) Guzmán obtuvo –dicen las autoridades estadounidenses– ganancia por 14.000 millones de dólares.
En los primeros días del juicio al “Chapo” se han escuchado relatos escalofriantes de testigos protegidos, capos de la droga del Cartel de Sinaloa (que lideraba Guzmán) como Jesús Zambada García, hermano del aún libre “Mayo” Zambada, han mostrado el fondo putrefacto de horror y muerte que constituye el narcotráfico, y más aún, el tráfico de drogas ejercido por criminales de la talla de Guzmán.
Cambio de estrategia
Cinismo o táctica, lo cierto es que “el Chapo”, tras ser extraditado a Estados Unidos por las autoridades mexicanos que lo capturaron cuando trataba de huir por una red de drenajes de una pequeña ciudad del Estado de Sinaloa, se ha declarado inocente de los cargos que le imputan, lo que obligará a la fiscalía a llevar a cabo un juicio que podría durar muchos meses.
Según los especialistas, la defensa de Guzmán quiere poner en entredicho tanto las tácticas usadas por agentes de la DEA, la agencia antinarcóticos de Estados Unidos, como la capacidad de los testigos para hablar en su contra. Como en el célebre caso del futbolista de americano O. J. Simpson, los abogados del “Chapo” no estarían buscando rebajar la pena, sino sacarlo en libertad por errores de proceso.
“Los fiscales podrían probar que Guzmán es culpable de crímenes atroces. Pero también es probable que enfaticen, sin querer, las décadas de fracasos en la guerra contra el narcotráfico y la masacre que ha provocado”, señala Grillo en su contribución a NYT.
Y agrega: “También es posible que revelen algunas estrategias de la DEA y los recursos que se destinan a las fuerzas de seguridad mexicanas, que son corruptas. Ante los ojos del mundo, será difícil no preguntarse si el caso de Guzmán es en realidad un juicio a la guerra contra el narcotráfico”.
Para el especialista, autor de “Gangster Warlords: Drug Dollars, Killing Fields, and the New Politics of Latin America”, que sentencien a Guzmán a cadena perpetua en una prisión de máxima seguridad “no salvará a las familias de ambos lados de la frontera de más sobredosis y más violencia causada por las drogas. Las víctimas merecen algo mejor”.
También la sociedad. Los medios de comunicación han usado el juicio de Guzmán para hacer de él una especie de artista de cine, gánster simpático, “latin lover” e, incluso, “víctima” de la doble moral de los gobiernos de México y Estados Unidos. Pero los asesinatos brutales y las miles de víctimas colaterales del narcotráfico no hacen, ni remotamente simpático, al “Chapo”.