La libertad de expresión no es un problema sólo en la América de Trump
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La noticia de Donald Trump discutiendo en una conferencia de prensa con un periodista de la CNN acreditado en la Casa Blanca, Jim Acosta, rápidamente circuló por todo el mundo. A Acosta se le quitó la credencial, alegando maltrato a la funcionaria que un momento intentó retirarle el micrófono. El caso generó repudio, particularmente entre los periodistas, indignados por la reacción de Trump.
En la Argentina, un periodista acreditado ante la Casa de Gobierno, en este caso la Casa Rosada, también fue desplazado de su trabajo. Pero no por discutir acaloradamente con el Presidente, o por rehusarse a entregar un micrófono a una responsable de prensa. Sino por tomar postura en un debate en el que prácticamente nadie quedó sin tomar postura: el debate por la legalización del aborto.
Tras expresarse y exponerse abiertamente a favor de la defensa de las dos vidas y en contra de las intenciones de legalizar el aborto tanto por la vía parlamentaria como por otros artilugios como el Código Penal y el abuso de los protocolos vigentes, a Mariano Obarrio su periódico lo quitó de una corresponsalía que tenía desde hace más de 15 años para dedicarlo a otros temas.
Aunque La Nación no lo confirmó oficialmente, ante las distintas publicaciones de otros medios no lo ha desmentido. Fuentes de atribución reservada citadas por la revista Noticias, argumentan que tras su alta exposición su permanencia en la Casa Rosada podría ser “contraproducente”. Es que en la Casa de Gobierno muchos se han expresado a favor de la legalización con vehemencia.
El decidir qué periodista forma parte de su staff o quién cubre un determinado tema es una libertad que tiene el medio de comunicación. Nadie ha de imponérsela, de manera directa o indirecta, como puede ser el caso tristemente frecuente en democracias latinoamericanas en la que las autoridades presionan con quita de publicidad por el sesgo de algunas coberturas.
En esa línea se había manifestado el presidente Mauricio Macri el Día del Periodista, en una visita ante los reporteros acreditados ante la Casa Rosada, entre los que hasta hace semanas se contaba a Mariano Obarrio: “Como siempre les he dicho, no existe democracia sin libertad de expresión, y fortalecemos justamente la democracia cada vez que aceptamos la opinión de los demás, no nos enojamos, podemos debatir, podemos escuchar, podemos dialogar y de eso se trata”.
Como ya hemos escrito durante los meses de debate parlamentario sobre el aborto, Obarrio rara vez escribió en su diario sobre el aborto, y su mayor exposición la tuvo en redes sociales.
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En La Nación se dio una particularidad fácilmente advertible: mientras que los editoriales del diario se expresaron con contundencia a favor del respeto a la vida de la madre y del niño por saber, la cobertura informativa cotidiana en el portal y en el diario impreso daban cuenta de un sesgo orientado hacia la promoción de la legalización del aborto: tanto en las fuentes priorizadas como en las fotografías escogidas durante gran tiempo de la cobertura, entre otras huellas discursivas.
Las sociedades democráticas necesitan el respeto a la pluralidad de voces y medios libres para informar de acuerdo con lo que mejor juzguen. Pero también periodistas que independientemente de lo que piensen puedan expresarse con libertad, a millas de cualquier espiral de silencio que los lleve a pensar lo políticamente correcto.
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Mariano Obarrio no ha hecho comentarios en redes sociales al respecto de su salida de la Casa Rosada. Pero muchos se han expresado a su favor, manifestándole su apoyo y cercanía. No necesitaron de sus palabras ya que fue muy llamativo su cambio en un contexto en el cual los periodistas críticos con la Asociación de Fútbol Argentino siguen informando de fútbol o los críticos con la Iglesia siguen haciéndolo de ella, por poner un ejemplo. Oponerse al aborto, pese a lo expresado por el Presidente el día del Periodista, parece tener un costo muy alto.
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