El sencillo acto de un abrazo largo tiene más beneficios de los que suponíaHace poco, mi marido y yo pasamos por un momento difícil. Hemos estado estresados por algunos problemas con nuestra familia extendida y por algunas de nuestras molestias generales mutuas, así que empezamos a distanciarnos.
Él se centró más en su frenético horario laboral y yo en las cientos de cosas que una madre de tres hijos debe hacer diariamente para mantener la familia en orden. Además, también habíamos estado discutiendo. Nos dimos cuenta de que necesitábamos un empujoncito, de modo que fuimos a ver a nuestra consejera matrimonial para intentar reconectar y fortalecer nuestra relación.
En nuestra primera reunión con ella, nos dio un consejo bastante sencillo, pero muy profundo. Nos aconsejó, con cierto brillo en los ojos, que pasáramos abrazados los primeros 30 segundos después de que mi marido llegara a casa de trabajar. Debo admitir que, cuando dijo esto, tuve que luchar contra mis ganas de poner los ojos en blanco… ¡nuestros problemas eran reales! Yo quería un análisis psicológico, quería que dijera a mi marido que estaba equivocado sobre cierto punto de desacuerdo y quería algo más que un simple abrazo.
Sin embargo, mi marido estaba totalmente de acuerdo con la sugerencia y al volver a casa cada día pedía responsablemente su abrazo. Admitiré que muchos días estoy segura de que mi aspecto no era muy abrazable: cuando él llega a casa, normalmente estoy de lleno cocinando la cena, con el mimado bebé en una cadera y el quejica pequeño subiéndose a la otra, además de mi ceño exasperado ensombreciendo mi cara.
A menudo, lo último que quiero es otra persona tocándome. Aun así, cada día, él sigue fielmente el hábito de soltar su mochila de trabajo, saludar a los niños y venir directo a la cocina para abrazarme.
Y, ¿sabéis qué? Que este pequeño acto de dedicación, de dejar lo que estemos haciendo y volvernos el uno hacia el otro en medio de uno de los momentos más estresantes del día, de verdad ha cambiado nuestra relación.
Científicamente hablando, tiene sentido. Cuando abrazas a un ser querido, se libera oxitocina —llamada a menudo la “hormona del vínculo amoroso” — en tu flujo sanguíneo, ofreciéndote abundantes beneficios para la salud. Abrazar a tu pareja puede reducir el cortisol y la norepinefrina, hormonas del estrés, reducir la presión arterial y el ritmo cardiaco e incluso estimular tu sistema inmune.
Tiffany Field, directora del instituto de investigación sobre el tacto Touch Research Institute en la facultad de medicina de la Universidad de Miami explica que “cuando abrazas o te acurrucas con alguien, esa persona estimula los receptores de presión bajo tu piel de forma que conduce a una cascada de reacciones que incluye un incremento en la actividad vagal, lo cual te induce un estado de relajación”.
Una teoría es que la estimulación del nervio vago desencadena un incremento en los niveles de oxitocina. Un estudio que observó el efecto del apoyo de pareja en relaciones de matrimonio o noviazgo mostró que, después de un breve periodo de “contacto cálido”, ambas partes se sentían más apoyadas, tenían mayores niveles de oxitocina y menos presión sanguínea.
Obviamente, mi marido y yo no hemos realizado un estudio científico, pero, anecdóticamente, coincidimos sin reservas con la investigación presentada. Hemos llegado a esperar con ilusión nuestro pequeño ritual de “reunión” y ahora hemos empezado a darnos largos abrazos también antes de separarnos en nuestras respectivas direcciones cada mañana.
Somos mucho menos propensos a discutir o estar quisquillosos después de habernos dado un buen abrazo a la hora de cenar y esos abrazos con frecuencia nos ofrecen a ambos un estímulo para nuestros sentimientos de amor mutuo.
Nuestros encuentros después del trabajo están fortaleciendo toda nuestra familia, de hecho; a nuestros hijos les encanta vernos abrazarnos. Con frecuencia dejan sus juguetes o sus deberes y se unen a nosotros, en un enorme, tierno y sudoroso abrazo familiar. Las sonrisas en sus caras y el largo momento de paz total entre todos nosotros son pruebas de que un matrimonio fuerte es bueno también para los hijos.
El abrazo es un gesto pequeño que, sin duda, habrá liberado unas estupendas hormonas de afecto al cóctel, pero, a decir verdad, creo que lo que ha estimulado un nuevo sentimiento de crecimiento en nuestro matrimonio ha sido el acto mutuo de mostrarnos fidelidad y dedicación.
Quizás no siempre nos sintamos con ganas de estar pegados al otro o de ser amables o de abrazarnos o de aceptar los errores y los defectos del otro. Sin embargo, cuando nos mantenemos fieles a nuestros votos y mostramos amor y lealtad incluso cuando no sentimos deseos de ello, nuestros sentimientos imitan nuestro gesto.
Demostrar amor de hecho produce sentimientos amorosos. Así que, adelante, comprobadlo por vosotros mismos. Cuando os reunáis con vuestro cónyuge después de un largo día de trabajo o de obligaciones, dejad a un lado lo que estéis haciendo y, durante 20 segundos o más, simplemente abrazaos.
Probablemente no arreglará o hará desaparecer mágicamente todos vuestros problemas, pero os dará un estímulo, os recordará por qué os casasteis y estimulará vuestros sentimientos de amor. Como poco, es un maravilloso comienzo.