¿Es tan importante la libertad? ¿Podemos ser lo libres que queramos?
Aunque en la conversación común uno suele decir “soy libre de hacer lo que quiera” o “soy totalmente libre”, algo nos dice por dentro que libres-libres al cien por cien no lo somos.
¿Por qué no somos totalmente libres? Porque eso supondría que:
- Conocemos todas las opciones.
- Todas las opciones son posibles.
- Podemos escoger entre todas ellas.
La vida y la experiencia nos enseñan que el ser humano tiene sus límites: en altura, en salud, en belleza, en fuerza, en cociente intelectual, en rapidez… Todas esas limitaciones (que forman parte de nuestro ser como individuo) hacen que esas tres condiciones que acabamos de citar no se den nunca. Lo que suele darse es que:
- No conocemos todas las opciones (por falta de datos, por imposibilidad de acceso a esa información…).
- No todas las opciones son posibles (algunas quedan fuera de nuestras posibilidades físicas, de nuestro bolsillo si hay que gastar algo…).
- No podemos escoger entre todas ellas (por prejuicios, por imposición de otras personas, porque son opciones dañinas…).
El caso es que, si nos sentamos a pensar un poco, casi siempre estamos decidiendo entre un abanico de opciones escaso. Es como la carta de un menú de un restaurante: por muy extensa que sea, siempre es corta en comparación con los que ofrece la gastronomía.
Eso que parece descorazonador no debe serlo, porque si siempre tuviéramos que decidir entre millones de opciones quizás nunca avanzaríamos. La mayor parte de las veces, es suficiente con las opciones que nos presenta la vida en cuanto a cosas rutinarias, y es suficientemente apasionante en cuanto a decisiones que me supondrán un cambio trascendental: tener hijos, casarte, mudarte a otra ciudad, amar a tal persona, empezar unos estudios, emprender un trabajo profesional…
Las decisiones nos van modelando. Vamos trazando nuestro perfil con cada paso que damos, porque abandonamos el resto de opciones. Y aunque estemos limitados a la hora de escoger, seguimos siendo libres.
Hay un acto que es especialmente importante en el camino de la libertad: el amor. Es fundamental que seamos libres para amar. Para decidir a quién amo y para decidir cómo voy dando pasos en ese amor.
Al llegar a la decisión sobre el amor, vamos a ver que hay distintos grados: el amor de amistad, que quiere el bien de la otra persona; el amor al novio/marido o a la novia/esposa; y el amor a Dios. El “para siempre” es cada vez más fuerte.
¿Somos realmente libres? Por el mero hecho de ser personas humanas, lo somos. Si alguien se viera privado de esa libertad, habría que averiguar qué ocurre en esa persona: si necesita atención médica o psicológica, si hay que acudir a un abogado, si se trata de ignorancia…
Uno de los grandes retos de nuestra sociedad es proteger y fomentar la libertad de todos y cada uno. Parece algo muy general pero siguiendo ese criterio conseguiremos que la sociedad sea mejor.
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