La redacción de Aleteia se ha propuesto descubrir los tesoros de las bodegas de las abadías y ha seleccionado diez licores que harán las delicias de tus papilas gustativas…
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Varios registros de monasterios en Francia, Italia y Europa del Este atestiguan la producción de cerveza, vino, licores y aguardiente desde la Edad Media.
Los elixires con base de vino y plantas o especias medicinales fueron uno de los primeros pilares de la farmacopea medieval. En efecto, desde el momento en que llegó el alambique, inventado en Oriente, las congregaciones religiosas aprendieron a producir alcohol, un ingrediente esencial en su producción, macerando plantas y especias en alcohol de fruta o de grano, pero también destilando fruta o vino para obtener aguardiente.
Sin embargo, habría que esperar hasta el siglo XVII para ver el desarrollo de los licores monásticos en Francia e Italia. Un siglo más tarde, en el XVIII, estas bebidas comenzaron a ser populares y a comercializarse.
De tan apreciadas que eran en Francia, la Corona pidió a Jacques-François Demachy, entonces farmacéutico jefe del hospital Hôtel-Dieu de París, que codificara su fabricación para poner fin a los abusos y la anarquía que reinaban en este mercado aún incipiente.
Recetas secretas de 400 años
El Chartreuse es uno de los licores más famosos. Se originó en esta época, en 1605. Según la historia de la Orden de los monjes cartujos, que todavía poseen la receta y la marca, fue el mariscal de Estrées quien dio la receta original a los monjes de la Cartuja de Vauvert en París en 1605. Pero fue el monasterio de la Gran Cartuja en Isère el que reanudó su producción en 1737, siguiendo una receta inspirada en la original y desarrollada por el boticario del monasterio, el hermano Jérôme Maubec. Esta fórmula sigue siendo utilizada hoy en día por los monjes para hacer este famoso licor verde.
Otros monasterios y abadías siguieron este ejemplo, algunos ya en el siglo XVIII, otros más recientemente, aprovechando el entusiasmo que siempre han despertado estas bebidas monásticas. Los monjes de Lérins, de Sénanque o de Santa María del Desierto siguen elaborando licores, a veces multicentenarios, a veces más recientes, en la más pura tradición de estos trabajadores religiosos, guardianes de un magnífico patrimonio que muchos envidian. Aleteia ha seleccionado diez de estos elixires, que se pueden degustar como aperitivo o como digestivo… ¡y con moderación!