El ser humano también busca respuestas sobre Dios mediante la ciencia ficción

La nueva serie documental de James Cameron se emite en AMC En 2001. Una odisea espacial, la novela de Arthur C. Clarke cuyo guión sirvió de base para la obra maestra de Stanley Kubrick, el narrador dice lo siguiente:

Unos cuantos biólogos inclinados a la mística, iban todavía más lejos. Atando cabos en las creencias de diversas religiones, especulaban que la mente terminaría por liberarse de la materia. El cuerpo-robot, como el de carne y hueso, sería solamente un peldaño hacia algo que, hacía tiempo, habían llamado los hombres “espíritu”.

Y si más allá de esto había algo, su nombre sólo podía ser Dios.

Uno de los propósitos de la ciencia ficción, algo que han entendido perfectamente muchos de los cineastas que han tratado el género, es la inquietud del hombre por saber qué hay más allá: más allá de las estrellas, más allá del tiempo, más allá del espacio, más allá de nuestra conciencia… Lo que quiere el ser humano, desde tiempos inmemoriales, es saber qué hay detrás de la creación y de las galaxias.

Para ello (y aquí empiezo a hablar ya de la ficción) se sirve de naves, de máquinas que viajan al pasado y al futuro, de robots creados a su imagen y semejanza, de experimentos y de misiones descabelladas para buscar respuestas y para saber si estamos solos en el universo o si lo compartimos con alguien más. 

James Cameron, uno de los directores de cine que con mayor eficacia ha sabido tratar la ciencia ficción (lo avalan Terminator 1 & 2, Aliens, Abyss y, en menor medida, Avatar), ha concebido una magnífica, extraordinaria serie de 6 episodios titulada La historia de la ciencia ficción, que la cadena AMC retransmite durante septiembre y octubre. Los episodios son: “Vida alienígena”, “Exploración del espacio”, “Monstruos”, “Futuros sombríos”, “Máquinas inteligentes” y “Viajes en el tiempo”. 

La primera gran sorpresa de la serie es que consigue reunir, en entrevistas individuales, a algunos cineastas que se prodigan poco en la televisión, caso de George Lucas, Christopher Nolan, Paul Verhoeven, Shane Carruth o James Gunn. A esto hay que añadir los nombres de varios directores muy populares como Steven Spielberg, Guillermo del Toro, Luc Besson o Ridley Scott.

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También comparecen actores para dar sus opiniones sobre el género: Jeff Goldblum, Keir Dullea, Whoopi Goldberg, Bruce Willis, Zoe Saldana… Y tampoco faltan grandes escritores, bien sea mediante entrevistas directas (Jonathan Lethem, Max Brooks, Nora K. Jemisin), bien mediante imágenes de archivo (H. G. Wells, Arthur C. Clarke).

Cameron, utilizando algunos de los conceptos antes señalados, indaga de dónde proviene nuestro interés en la ciencia ficción. Y para ello conversa con los responsables de algunas de las mejores películas de la historia, sirviéndose de escenas, anécdotas de rodaje y planteamientos previos a cada proyecto.

Varios de los cineastas señalan la infancia como el momento clave en el que empezaron a interesarse por el cine y la literatura de ciencia ficción: en el caso de Spielberg, porque a menudo le prohibían ver la televisión y él tuvo que ingeniárselas para desarrollar la imaginación e interesarse por otros asuntos; una noche, cuenta, su padre lo despertó para que le acompañase a una colina para observar una lluvia de estrellas (escena que luego introdujo en Encuentros en la tercera fase). 

Otra particularidad del género es cómo incluso las películas más livianas o en principio con menos pretensiones (pensemos en Las alucinantes aventuras de Bill y Ted o Atrapado en el tiempo) no sólo han derivado en un culto que aún dura, sino que nos sirven para especular y darle vueltas a docenas de hipótesis. El propio James Cameron apunta en uno de los episodios que el género suele arrancar cuando el hombre se pregunta: ¿Y si…? ¿Y si ocurriera esto o eligiéramos aquello?

La historia de la ciencia ficción no sólo nos sirve para recordar (y descubrir) películas y los relatos y las novelas que inspiraron a algunas de ellas, sino que también nos empuja a reflexionar sobre los valores humanos y la fe del hombre: porque la ciencia ficción no es un cuento sobre máquinas, sino sobre el destino del hombre y su búsqueda de un lugar en el universo.