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Los hermanos maristas heredaron, de la espiritualidad de san Marcelino Champagnat, una práctica de piedad muy simple y efectiva para acordarse de Dios a lo largo de todo el día.
El objetivo es mantener constantemente el “ejercicio de la presencia de Dios”. Y una de las formas para lograrlo es la “Oración de la Hora”: A propuesta de san Marcelino, los hermanos harían una rápida pausa en sus actividades cada vez que el reloj tocara las horas, y elevarían a Dios una breve oración.
¿Quieres intentarlo también?
EL “SIGNO” – Programa la alarma de tu celular para que suene de hora en hora.
“COMENTARIO” ESPONTÁNEO – Cuando oigas la alarma, ¡hazle algún “comentario” espontáneo a Dios como si fuese algún colega de trabajo o alguien de casa! Sin ninguna ceremonia: con toda la sencillez y espontaneidad del mundo.
¿DURACIÓN? – Puede ser 1 minuto, ¡o 10, o 3 segundos!… No te preocupes por el tiempo. ¿Acaso te marcas una “duración mínima” para los comentarios informales que haces a tus amigos a lo largo de la jornada? Pues igual: Dios tampoco necesita formalidades para que te acuerdes de Él a lo largo del día. Para Él, un segundo de atención sincera y de amor verdadero es una alegría inimaginable.
¿ASUNTO? – Cualquier “comentario” con Dios es válido: un breve agradecimiento, un desahogo de hijo, un ofrecimiento del trabajo, o petición de una gracia, una intercesión por otra persona, una palabra de alabanza y adoración, una comunión espiritual… O solo reza el “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo“, o cualquier otra que te guste.
UN EJEMPLO MARAVILLOSO DE ORACIÓN – Una oración especialmente sencilla y al mismo tiempo intensa es la llamada “Invocación al Nombre de Jesús“, que es tan simple como decir:
…O cualquier variación, como “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, o “Señor Jesús, misericordia!”… ¡Se trata solo de invocar a Jesús y entregarse a Su misericordia infinita!
SIN PALABRAS – Además, no necesitas siquiera palabras para unirte a Dios: un instante de recogimiento y contemplación silenciosa, una simple mirada al crucifijo, un sencillo “abrazo espiritual” en Jesús… Cualquiera de esos actos, si se hace con amor, puede ser la más sublime de las oraciones. santa Teresita del Niño Jesús nos enseñó:
¡Así de sencillo!