Los héroes adultos se forjan desde niños con las pequeñas acciones en la escuela y en casa. Los papás y las mamás acostumbran a ver en los hijos la proyección de todo aquello que les gustaría que les hubiera ocurrido a ellos: que tuvieran más oportunidades en la escuela, que fueran más sanos, más altos y mas guapos, que sus resultados para entrar en la Universidad fueran brillantes…
También da satisfacción poder presumir de lo bien que dibuja el niño, o que su equipo ganó la competición escolar de la región en fútbol, patinaje o natación, el deporte que sea.
En el caso de los valores que tratamos de potenciar en los pequeños, la valentía es una de esas virtudes que se suele elogiar en público. Se habla de ella con admiraciones: ¡qué valiente!.
Es valiente un niño o niña:
-cuando se lanza al agua tal como le ha dicho que hiciera su profesor de natación y a pesar de que sabemos que la piscina le da mucho respeto.
-cuando no permite que a un compañero suyo de clase sea sometido a bullying.
-cuando va al profesor para decirle que ha roto el cristal de una ventana aunque quizá eso le cueste una regañina (en el cole y en casa).
-cuando asume que no dejó bien guardados los materiales de clase y eso ha ocasionado que se estropeen algunas cosas: que el barro se seque o la pintura se haya derramado.
-cuando en la biblioteca manda callar a sus compañeros que hacen ruido y obedece a la bibliotecaria.
¿Que un niño sea valiente es porque grita más que los demás o es más robusto o es más activo? No.
La valentía es el valor, es la actitud ante el miedo que suscita algo o alguien. ¿Debo hacerlo? Pues lo hago, aunque dé un poco de miedo. Es reconocer el peligro, dimensionarlo (para ser prudentes y no pasarnos en cosas que nos exceden), resistir y atacar si es preciso defenderse.
Es la actitud de atender a las obligaciones y responsabilidades.
De la valentía nacen los que piensan “out of the box”, fuera del esquema preestablecido.
¿Qué es lo que muchas veces nos dará valor para hacer algo? El amor. El amor da valor. A un niño, el amor lo puede desencallar de una situación que para él era paralizante: el amor a sus hermanos, el nacimiento de una hermanita, ver a la abuelita enferma…
En ese universo de acciones y emociones, Dios está presente para los niños en una familia creyente: nos da luces para saber cómo enfrentar las situaciones difíciles, nos protege y cuida (eso es parte de la Providencia, precisamente).
¿Cómo practica el valor un niño?
- Haciendo lo que debe aunque sea difícil o dé miedo.
- Enfrentando las cosas que ha hecho mal voluntariamente o por error.
- Asumiendo la responsabilidad en los trabajos en grupo o en la familia.
- Si algo le da miedo, ha de aprender a distinguir entre el miedo real y la imaginación o la fantasía. Por ejemplo, al llevar una bicicleta. Y no se deja ganar por lo que le propone la imaginación.
Si algo le da miedo o le ha dado miedo antes, lo dice a sus papás no para que lo solucionen sin esfuerzo por su parte, pero sí que ellos sepan qué sentía ante determinada situación: una habitación oscura, una calle solitaria a la vuelta del colegio, una persona…
En el aula y en familia, defiende la sinceridad y la justicia, así que lucha por que se sepa la verdad de las cosas que suceden y por que se dé el premio o el castigo a quien corresponde.
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