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Partieron con rumbo a Colombia: Él cruzó un puente, ella tomó un atajo

VENEZUELA
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Carlos Zapata - publicado el 06/09/18
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Los casos de venezolanos que emigran atravesando distintas fronteras siguen dando de qué hablar, mientras una docena de países vecinos busca soluciones urgentes a un drama humanitario que ya es problema mundial

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Este martes concluyó un encuentro regional en Ecuador, del que surgió una declaración de buena voluntad por parte de trece países, quienes acordaron seguir acogiendo a emigrantes venezolanos dentro de un sentido de “hermandad y solidaridad”.

La cita continental busca soluciones a un éxodo masivo que tiene su principal paso en Colombia, uno de los destinos preferidos también como estancia final por quienes huyen del alguna vez rico país petrolero.

Pero la vida no es fácil ni dentro ni fuera de las fronteras venezolanas para quienes intentan sobrevivir a la crisis humanitaria derivada de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que sumieron a la nación sudamericana en la peor situación social, política y económica de su historia.

Mientras las cifras de quienes pasan por Migración se multiplican, crecen también el temor y las expectativas de los que evalúan si es mejor irse o permanecer en su país.

Uno de los miles que está en ese dilema es Johan Alarcón, un profesional de 34 años que acumula poco más de una década al frente de un conocido supermercado de la región.

Esta semana se reencontró con su prima en la casa de un familia en Bucaramanga, adonde viajó con motivo de sus vacaciones. Para sorpresa suya, ambos partieron el mismo día, pero por vías muy distintas: ella, indocumentada; él, con cédula y pasaporte.

Tras su reencuentro con la joven dama, Johan le contó a Aleteia que él cruzó el puente internacional Simón Bolívar, tras un breve recorrido hasta San Antonio, pues actualmente vive en San Cristóbal, la capital del fronterizo estado Táchira.

Conoce bien la zona y a los colombianos, porque en las venas de su familia corre sangre de esa nacionalidad. Además, recuerda que durante los últimos dos lustros atendió a miles de colombianos que llegaban día y noche a su tienda, cada vez más grande y surtida, para llevar a buen precio los productos básicos que ahora son escasos.

Selló pasaporte y viajó por tierra a casa. Mientras que ella pagó parte de sus ahorros para que le dejaran cruzar por una trocha, como le llaman a los improvisados caminos verdes. Son rutas, advierte, que están llenas de peligros, especialmente al cruzar al caudaloso río que separa a los dos países.

Dos historias distintas, dos esfuerzos unidos a una realidad: el éxodo masivo de venezolanos que cruzan fronteras en busca de un futuro mejor, en contraste con la supervivencia a la que tantos se ven obligados en su país de origen.

Revela que le costó 50 mil pesos, apenas una fracción de los casi 800 mil que corresponden a un salario mínimo en Colombia, pero una fortuna para los venezolanos, pues representa más de treinta salarios; o casi medio del actual, poco más de unos 15 dólares, al cambio real.


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“Se paran en parques a recargar energías”

Johan viajó a Bucaramanga de visita, con motivo de sus vacaciones y ya está por regresar. Aprovechó para visitar a su familia. Cuenta que durante el viaje, observó el éxodo, a la gente caminando.

Me llamó la atención ver las paradas, pues avanzan “como haciendo estaciones. Son comunes las paradas en algunos parques donde la gente descansa, para luego seguir su camino”.

Llegó a Cúcuta, se detuvo un par de días en Pamplona y finalmente prosiguió a Bucaramanga. Narra que en el trayecto estuvo en el parque El Centenario y después también en “El Agua”. Es como un oasis “en la entrada de Bucaramanga”, donde muchos venezolanos “se alojan un día para recargar energías y poder avanzar”.

No cree que la vida sea particularmente dura. Dice que “es dura en todas partes y depende más de la capacidad de respuesta de la gente; no sólo de cómo a uno lo reciban”. Afirma que aunque “los alquileres y servicios son costosos, el vestido y la comida son económicos”, por lo que “para quien se sepa administrar, le es fácil vivir en Colombia”.

Son muchas las diferencias de percepción, sin embargo, entre las dificultades y las oportunidades para quienes huyen de la crisis venezolana. En las diversas realidades está presente la Iglesia, a lo largo y ancho de los países de acogida, además de los puntos de frontera, donde se han establecido innumerables asentamientos para la atención humanitaria.

 

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Marcelo Camargo-Agência Brasil-(CC BY 2.0)

 11 países acuerdan acciones conjuntas

En las últimas horas, la agenda internacional en la busca de salidas ha estado particularmente movida. Los pasos más importantes ocurren desde Colombia, con aliados como Estados Unidos, Ecuador y Perú, que juntos abarcan el mayor porcentaje de migrantes, tanto permanentes como de tránsito, uno que incluye también a Europa.

En este marco, se realizó la Reunión del Comité Andino de Autoridades Migratorias CAAM en la sede de la Secretaría General de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), a fin de evaluar el flujo migratorio extracomunitario venezolano hacia al espacio comunitario andino, y considerar “acciones comunes y concertadas para la mejor gobernanza del mismo”, logrando un flujo migratorio ordenado.


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Según se desprende de un comunicado emitido por las delegaciones de Colombia, Ecuador y Perú, se estableció que los Estados miembros de la CAN “ratifican su compromiso de respeto de los derechos humanos de los migrantes, en especial de los ciudadanos venezolanos, en el marco de las convenciones internacionales, la normativa comunitaria y su normativa interna”.

 Sostienen además que por tratarse de un “carácter humanitario de esta crisis migratoria” se reafirman en el respeto a la legalidad y el cumplimiento de las normas migratorias que los rigen; al tiempo que “se comprometen a fortalecer campañas y medidas de sensibilización de la población local y nacional sobre la llegada de migrantes”.

 Mientras que en el encuentro regional de Quito (Ecuador) –que el gobierno de Nicolás Maduro se apresuró a condenar-  se emitió una declaración conjunta de buena voluntad por parte de 11 países, en la que se comprometen “a seguir acogiendo emigrantes dentro de un sentido de hermandad y solidaridad”.

 El escrito recoge la voluntad de los Estados de “seguir acogiendo con los brazos abiertos a todos los que vienen enfrentando una difícil situación en su país de origen”, y se suma a las iniciativas internacionales por solventar un hecho del que una discreta parte del planeta está asumiendo algo de responsabilidad y culpa.

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