La sensación de que nos abruma el peso de la vuelta al cole puede compensarse con ideas positivas sencillas y eficaces.
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En estos meses de agosto y septiembre, muchos papás y mamás se encuentran de nuevo a las puertas (incluso físicamente) de un nuevo curso escolar para sus hijos.
Por una parte, hay novedad en lo que se avecina y, por lo tanto, expectativas de futuro. Pero, por otra parte, puede inundarnos una cierta pesadumbre o la sensación de que nos va a caer encima el peso del mundo al completo y que no vamos a poder con él.
Si te parece que no puedes con el problema, “trocéalo”
Cuando ocurre que nos invade la sensación de que algo nos supera, es muy positivo “trocear” el problema. Lo vamos a dividir en pedacitos porque nos resultará mas asumible.
- Levantarnos por la mañana. Vuelta al madrugón, pero piensa en lo positivo: ordenar las horas de sueño ayuda a nuestro cuerpo. Trata de aproximarte al ciclo circadiano, de manera que tu organismo esté despierto y trabajando a las horas de sol, y dormido cuando sea de noche.
- Rutina matutina. Rutina suena a aburrimiento, pero en realidad es lo que nos permite recordar y hacer casi mecánicamente algo, de modo que podemos emplear nuestras fuerzas y nuestra creatividad en mejorarlo o plantear otra tarea. Las rutinas implican repetición y eso hace que las podamos hacer en el menor tiempo posible: lavarnos los dientes, prepararnos el desayuno, ir a la ducha, sacar el carro del aparcamiento, dejar la casa bien cerrada antes de marcharnos…
- Recupera a tu familia y tus amigos: los abuelos, los vecinos, el GPS, la amiga de toda la vida… Cada uno volverá a retomar el papel que hace en tu vida: llevan al niño al colegio y/o lo recogen, le dan la merienda, ayudan a hacer los deberes, le echan un cable en alguna asignatura que se resiste…
- Las comidas. Vuelves a la dieta más equilibrada. Menos alcohol, más frutas y verduras… Sabes que, en el fondo, tu organismo lo necesita después de tanto extra.
- El trabajo. No solo sirve para que puedas mantener a tu familia. Es el ámbito en el que durante más horas te realizas como persona. No es una esclavitud, es tu modo de vivir con tu naturaleza humana. La persona está hecha para trabajar (ut operaretur, dice el Génesis).
- El tiempo libre. Trata de salvaguardarlo para el descanso en familia y para tus ocupaciones personales, entre ellas tus ratos de oración si eres creyente. El tiempo libre es imprescindible para rendir bien.
Pero a esos pedacitos va bien dotarlos de sentido. Son piezas de la misma partitura y lo bueno es hacer que haya armonía en el conjunto.
- Habla con tus familiares para proponer metas conjuntas y para recordar lo que sí funciona.
- Recuerda qué sentido tiene lo que haces: por qué trabajas y te esfuerzas, por quién eres capaz de hacer ahora cosas que ni te imaginabas…
- Si una parte del combinado se te hace cuesta arriba, procura darte un argumento que te sostenga: el económico, el hecho de que así ves a tus hijos a determinada hora, etc. Cuanto más noble sea la finalidad por la que vives y te mueves, más feliz y satisfecho estarás.
- ¿Tenías una lista de deseos para las vacaciones? Pues ahora llega el momento de elaborar la del curso escolar. La ilusión y la esperanza no son infantiles. Pueden ser también motor de nuestras acciones, tal vez cuando más nos cueste. No esperes a las siguientes vacaciones como si lo que estuviera en medio fuera tierra baldía. Cultívala y verás los frutos.
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