¿Es la coherencia cristiana más que una actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan?
Un sacerdote que abusa de niños, una católica que apoya el aborto, un político cristiano hijo de inmigrantes que construye muros en la frontera, un político que quiere por decreto las cruces cristianas en las escuelas y luego niega la ayuda en el mar a los migrantes y posibles solicitantes de asilo dejándolos morir en alto mar, un obispo que viaja en BMW nueva mientras sus fieles sufren el hambre, un cristiano con cara de vinagre o que juzga a sus hermanos con la rigidez de los preceptos y no abre el corazón al dolor de los demás. Y la secuencia de la incoherencia puede continuar, incluso sí hacemos un pequeño examen de conciencia de las acciones que hemos hecho en las últimas 48 horas.
A pesar de que la falta de coherencia entre lo que dice la Iglesia, incluidos los fieles de a pie, en su comunicación y lo que hace es una de esas cosas que ha llevado a que la gente se vuelva escéptica frente a lo que ésta promete, aún hoy en día pareciera que muchas personas ‘cristianas’ no fueran conscientes de esto, ni del daño que hacen.
“La Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción”, decía Benedicto XVI, frase que también ha hecho suya el Papa Francisco. ¿Pero que atracción puede haber si falta la coherencia del amor en los actos?
La coherencia es una actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan. Se trata de un tesoro poco común, escaso. Es por ello, que el papa Francisco insta continuamente a cardenales, obispos sacerdotes y laicos a ser protagonistas del bien. Porque no es suficiente con no hacer daño a nadie. También seremos juzgados por el bien que no hagamos (Ángelus 12.08.2018) y el ejemplo que no demos a los más chicos.
Después de la elección de Francisco al solio de Pedro, muchos sacerdotes comenzaron a vender sus autos de lujo. “¡Cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres!”. La frase del Papa abrió los titulares de noticieros y ocupó las primeras páginas de los principales periódicos. El Papa dijo que le dolía ver a sacerdotes y monjas con coches último modelo.
El eco de sus palabras llegó a lugares recónditos, sucedió en Santa Marta, Colombia, una ciudad caribeña donde el cementerio central estaba administrado por un sacerdote que manejaba un auto de lujo, último modelo. La opinión pública comenzó a cuestionar la extravagancia económica del cura que había hecho voto de pobreza y obediencia y sin embargo especulaba haciendo negocio sobre el término de la vida de los fieles.
El 24 de septiembre de 2015, en el Congreso de los Estados Unidos, el Papa, arrancando aplausos y llanto, invitó a los congresistas, algunos, sino la mayoría hijos de inmigrantes, a no cerrar la puerta en la cara a los nuevos llegados al país que persiguen “el sueño de poder construir su propio futuro en libertad”. “Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros”.
No obstante, aún hoy resuena la frase que la política en general ha dejado en el suelo: “Un verdadero cristiano no construye muros, sino puentes”.
Otra herida a la coherencia de la Iglesia ha sido el escándalo de los abusos, especialmente contra niños, jóvenes y adultos indefensos. Francisco a los obispos de Estados Unidos y a los de Chile ha confirmado que la Iglesia se ha movido con retardo. Pero, con vigor ha emprendido la tarea titánica para que entre en el corazón de toda la Iglesia que atentar contra un niño o una persona indefensa es una infamia que hace sangrar a Cristo hoy. “Abusar de un menor es como celebrar una misa negra”, dijo el Papa (27.05.2014).
La “tolerancia cero” también ha sido aplicada a los obispos encubridores, la renuncia de un entero episcopado en Chile y la manifestación de profundo dolor y vergüenza por los abusos acompaña también medidas como la creación en el Vaticano de un tribunal para juzgar a los obispos que fracasaron en proteger a niños del abuso sexual de sacerdotes o las leyes y medidas de prevención a través de la Comisión pontificia anti abusos.
El Papa enseña que la coherencia es un tesoro que brilla en la oscuridad del mundo con una luz propia que invita a adherir al bien y renunciar al mal. En Argentina, venció el no al aborto, pero la herida ha quedado abierta. La coherencia del catolicismo está también en escuchar a quien piensa diferente, abrazar su dolor, especialmente el de las mujeres.
Lo que conlleva asimismo a profesar con firmeza el “no” a una cultura de la muerte, que se “manifiesta en la fuga de la realidad hacia una felicidad falsa que se expresa en la mentira, en el engaño, en la injusticia, en el desprecio del otro”, sostiene el Papa.
La alegría del corazón, como instó el Papa Francisco en el último ángelus también está en abandonar la “división y discordia”. Sacar del propio corazón ‘toda amargura, arrebatos, ira, gritos e insultos y toda clase de maldades’. Estos “seis elementos o vicios que perturban la alegría del Espíritu envenenan el corazón y conducen a imprecaciones contra Dios y contra el prójimo”.
Por eso, un cristiano jamás puede decir: “‘¡Me la pagarás!’. ¡Esto nunca, no es un gesto cristiano!, reiteró con vigor el papa Francisco (Audiencia General miércoles, 8 de febrero 2017).
La coherencia cristiana parte siempre de un testimonio de esperanza que no debe quedarse cerrado dentro de los “confines de la comunidad cristiana” y que en cambio, debe resonar “en toda su fuerza incluso fuera, en el contexto social y civil, como una llamada a no crear muros sino puentes, no devolver el mal con el mal, para ganar el mal con el bien, el delito con el perdón”.
El escritor italiano, Humberto Eco, decía que “una equivocación no lleva a una razón”. La coherencia cristiana no puede unir el mensaje con el desamor evidente en los hechos. Por eso, Francisco indica: “La ofensa se vence con el perdón, para vivir en paz con todos. ¡Esta es la Iglesia! Y esto es lo que hace la esperanza cristiana, cuando se adoptan sus rasgos fuertes y al mismo tiempo la ternura del amor”.
Por eso, la mayor coherencia cristiana puede estar en la esperanza, e inculcarla en el cuerpo de la Iglesia, donde “todos los miembros se sostienen y se animan”. “Rezar unos por otros”, exhorta Francisco, porque nosotros […]” estamos llamados a sostenernos mutuamente en la esperanza”, en especial “por aquellos que tienen una responsabilidad o se encuentran en dificultad” (Audiencia General miércoles, 8 de febrero 2017).
Entonces, reitera Francisco, citando a San Paolo, no basta no hacer el mal para ser un buen cristiano es necesario adherirse al bien y hacer el bien. Esto es ser “compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo”.