La cantante que en los años 70 popularizó la canción Llamarada ―éxito de hoy en la voz del mexicano Luis Miguel― dejó el mundo del espectáculo para interpretar música religiosaUna visita como turista a la capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en París, cambió para siempre la vida de Isadora, una de las más famosas intérpretes de música romántica en los años 70 y 80 en Colombia y varios países de Latinoamérica.
Su encuentro del 5 de septiembre de 1993, en compañía de su hija Catherine, comenzó cuando una monja del santuario francés le sugirió arrodillarse ante la Virgen para pedirle tres gracias. En entrevista con Aleteia esta cantante, compositora, actriz y empresaria de televisión, contó que aunque en ese momento creía que no necesitaba nada porque era joven, famosa, bonita, adinerada y sin problemas familiares ni de salud, ella se arrodilló y le dijo con arrogancia a María: «Yo no vine a pedirte nada, pero si quieres, te regalo mi vida para que tú la manejes».
Semanas después, sin recordar la visita al templo, fue sorprendida por la llamada de una señora de un grupo de oración que le habló sin reservas: «el Señor puso en nuestro corazón que te invitáramos a una serenata a la Virgen». Isadora, que no sabía nada sobre estas organizaciones católicas ni de su tarea de intercesión, respondió con displicencia y aceptó la invitación pero solo a cantar su repertorio.
El día del evento ella interpretó algunos de los temas que le habían dado fama, entre ellos, Llamarada, Tenlo presente, Lamparilla, Sabrás de mí, Me valga Dios y No vuelvas a besarme. Sin embargo, al final cantó Ave María, la composición de Manuel Alejandro, popularizada por Raphael, y con la cual empezó su transformación. «Al cantarla ―recuerda con emoción― sentí algo maravilloso, indescriptible que jamás había sentido en mis actuaciones. Fue algo casi celestial».
Al poco tiempo se vinculó al grupo de oración y sin darse cuenta empezó a marginarse del mundo de luces y lentejuelas que la había proyectado como gran figura de la canción romántica en Latinoamérica, España y la comunidad latina de Estados Unidos que la aplaudió en escenarios como el Madison Square Garden, en Nueva York, ciudad en donde la Asociación de Periodistas del Espectáculo le otorgó el premio como ‘Mejor Cantante del Mundo Hispano 1977’. Allí la llamaron Miss Llamarada, un cariñoso apelativo que la relaciona con Llamarada ―la canción del colombiano Jorge Villamil que le dio notoriedad― y que en 2018 el mexicano Luis Miguel convirtió en éxito mundial.
https://youtu.be/5KDuNznm9Ag
El cambio
Su vinculación al grupo de oración le sirvió para ‘bajarla de la nube’ en que se había convertido su actividad artística, social y empresarial. Aunque evoca con orgullo los días dorados, cuando sus discos sonaban junto a los de Julio Iglesias, Roberto Carlos, Rocío Durcal, Sandro y otras luminarias, Isadora considera que esa vida no la llenaba plenamente y que algo le faltaba en su realización personal.
Desde entonces renunció a prácticas de la nueva era ―que para ella era otra moda― y empezó una vida profundamente espiritual que le dio un giro radical a su carrera artística. Hoy lo explica en pocas palabras: «El Señor, a través de la Virgen María, me quitó poco a poco las hojas viejas del árbol de mi vida. Cambié muchas cosas de mi vida, empecé a orar más y me convencí de haber venido al mundo a servir, más que a ser servida y, evidentemente, la Virgen empezó a direccionar mi vida».
Al mismo tiempo descubrió que además de cantar obras de otros artistas, tenía el don de escribir canciones que empezaron a brotar una tras de otra. En esa tarea de ponerle música a sus alabanzas a Dios, María y el Espíritu Santo contó con el apoyo de Moisés Herrera, un músico que la acompaña desde hace muchos años.
En esta nueva etapa creó obras que son muy populares en ámbitos católicos. Entre ellas se destacan El extranjero, Bienaventurados, Suave brisa, Perdónalo Señor, Allí donde me esperas, Loco por amor, Ella es, Se parece a ti, La puerta del cielo, María madre eres tú y No renuncies.
Dos canciones que no son de su autoría son las más solicitadas en sus presentaciones: Ave María, de Manuel Alejandro, e Imah, palabra de origen arameo que significa ‘madre’. Según Isadora, durante la interpretación de esta última melodía ha conocido casos de sanación de jóvenes con tendencias suicidas. Igualmente, asegura que en algunos recitales percibe el olor a rosas frescas y nota que su rostro se llena de escarchas doradas o plateadas, signos que algunos místicos atribuyen a la presencia de la madre de Jesús.
La cantautora colombiana reparte su tiempo entre su Fundación Valor-Arte Isadora ―especializada en enseñarles a los niños a valorar su vida a partir de expresiones artísticas― y sus charlas-conciertos. Su agenda está comprometida con parroquias, grupos de oración, fundaciones y organizaciones religiosas que la invitan a dar testimonio en varios países. Con ese fin recientemente fue invitada a Medjugorje, Bosnia, en donde también cantó y vivió una experiencia muy especial.
Isadora no extraña para nada los oropeles de la fama. Hoy se siente feliz con el mejor papel en su vida: cantarle a Dios y María.