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Dos años después, las confidencias de Roselyne, la hermana del padre Hamel

ROSELYNE HAMEL
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Agnès Pinard Legry - publicado el 26/07/18
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Mientras Francia conmemora hoy el segundo aniversario de la muerte del padre Jacques Hamel, Roselyne Hamel, hermana de Jacques, habla con Aleteia sobre el martirio de su hermano, su proceso de beatificación y, en cierto modo, su legado.

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El 26 de julio de 2016, el padre Jacques Hamel fue asesinado en su iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, en el departamento de Sena Marítimo, Francia, por dos jóvenes terroristas que decían ser del autodenominado Estado islámico. Hombre discreto y de carácter fuerte, el padre Hamel ejerció fielmente su ministerio hasta el punto de dar la vida durante la celebración de la misa. Dos años después de la tragedia, Roselyne Hamel, de 78 años, habló con Aleteia sobre el impacto que el asesinato de su hermano tuvo para ella, para su familia, pero también “en todos los rincones de Francia y del mundo”. También recuerda el proceso de beatificación de su hermano, que se abrió el 13 de abril de 2017 [menos de un año después de su asesinato, Ndlr], y también revisa el legado de su hermano y los frutos que una desaparición así puede traer.

Aleteia: Hace ya dos años de la tragedia… ¿Qué le viene a la mente?

Roselyne Hamel: El anuncio que se me hizo aquel 26 de julio de 2016, brutalmente, después de dos horas de espera. Pensé que todas las personas encerradas en la iglesia saldrían ilesas. Realmente pensé, hasta el final, que Jacques volvería. Pero después de dos horas de silencio, me dijeron que alguien había resultado herido, que otra persona había muerto… y que se trataba de mi hermano. Este momento me perturba, me atormenta. Especialmente cuando vuelvo sobre este recuerdo. Soy consciente de que este homenaje hay que rendirlo, no podemos dejarlo pasar. Aunque su muerte fue una conmoción para mí, para nuestra familia, para sus sobrinos, para sus sobrinas, lo fue también en todos los rincones de Francia y del mundo. Aunque este es un momento particularmente doloroso, no podemos ignorar este acontecimiento, es muy importante. Demasiado importante.

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©MARCO ZEPPETELLA / AFP
Retrato del P. Hamel. / AFP PHOTO / MARCO ZEPPETELLA

¿Tuvo usted la sensación de que la sociedad, por así decirlo, le desposeyó de su hermano o, por el contrario, que toda esa gente le acompañaba en su duelo tras conmoverse e inspirarse por el testimonio del padre Hamel?

El sentimiento de desposesión fue muy fuerte al principio: no entendía que mi hermano apareciera en todos los medios de comunicación de toda Francia y luego muy rápidamente de diferentes países. Muchas personas me hablaban de su dolor y su pena tras enterarse de este acto terrorista. ¡Emocionó a tanta gente! Tardamos algunos días o incluso semanas en acostumbrarnos: ¿qué está pasando? ¡Es nuestro hermano, nuestro tío, nuestro duelo! ¿Nos lo han arrebatado y ahora tenemos que compartirlo? Durante un año no conseguí hacer mi luto. Recuerdo sus exequias, ¡la catedral de Ruan estaba llena y había muchísima gente reunida en el atrio! Tuve ese sentimiento de desposesión, pero al ver a toda esa gente también supe que algo extraordinario había sucedido en los corazones y mentes de creyentes y no creyentes. Y al desgranar esta reflexión, día a día, logré hacer mi duelo.

Se habla a menudo del padre Hamel como un hombre discreto. ¿Le sorprendió a usted toda esa movilización?

Jacques era, en efecto, un hombre de gran discreción, pero su muerte fue una conmoción para miles de personas, así que la movilización no me sorprendió. Mi hermano se sentía muy incómodo cuando lo elogiaban, pero debo decir que tal reconocimiento, de quien fue y de las circunstancias de su muerte, me inspira. Creo que todos nos hemos inspirado por su testimonio.

¿Qué opina usted sobre su proceso de beatificación?

Es algo tan fuera de lo común en nuestras vidas, en la vida de mi hermano antes de este suceso, que nos sentimos completamente descolocados. Este proceso de beatificación me sobrepasa y lo que a veces es difícil de llevar es el hecho de que la gente tenga una visión diferente de nosotros, cuando nosotros, su familia, ¡no hemos cambiado! Somos gente sencilla. Por otro lado, es obvio que es algo que me emociona; hablar de orgullo sería inapropiado, pero estoy muy conmovida. Cuando me piden que viaje a una región para hablar de mi hermano, siempre me sorprende: ¡la gente parece darme tanta importancia! Pero yo no hice nada, fue Jacques. Solo estoy aquí para dar testimonio sobre su vida. A menudo me dicen: “A través de ti tengo la impresión de tocarlo a él”. Pero yo me pregunto: ¿soy digna de esto?

Cuando el Papa confiesa que reza para que el padre Hamel sea santo, ¿qué le inspira a usted?

Esas son palabras mayores. Pienso que la muerte de mi hermano y este proceso de beatificación son una llamada necesaria para despertar la fe de los creyentes, la esperanza de los no creyentes e invitar a todos a convivir mejor. Al abrir este proceso de beatificación, creo que el papa Francisco quiso despertar la fe. Mi hermano terminaba a menudo sus homilías diciendo: “Tratemos de ser artesanos de la paz, el mundo tiene mucha necesidad de esperanza”. De eso se trata exactamente.

Con su muerte y con el impacto que provocó, ¿tiene usted la impresión de haber descubierto nuevas facetas de su hermano?

¡Sí, eso es cierto! Para nosotros, Jacques era un hombre entre los hombres, muy sencillo en las cosas de la vida y exigente solo en lo relativo a su sacerdocio. ¡Mis hijos y yo misma lo conocíamos principalmente en el contexto de la vida familiar! Al leer los testimonios y encontrar los de quienes trataban con él regularmente en el marco de su misión, descubrimos también un lado muy apasionado en él. También me vino un recuerdo. Una vez que estuvo Jacques de vacaciones en mi casa, recuerdo que le propuse ver la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo. Así que la vimos y… ¡me sentí culpable! A medida que la película avanzaba, se puso muy pálido, como si sufriera con Cristo. Para él no era solo una impresión, era real. Mi hermano estaba tan delgado que podía notar que, cada vez que Cristo recibía un golpe, tenía la impresión de que él también lo sentía en su propia carne. De la misma manera, en sus últimos diez años, cuando asistía a su misa y celebraba la Eucaristía, me impresionaba, estaba impregnado por esta Pasión de Cristo. Como vivía en el norte, no lo veía todos los días, pero cuando asistía a sus misas, lo veía trascendido.

Después de estos dos años, ¿ha cambiado algo en su relación con la fe, con Dios?

Aunque nada ha cambiado en mi fe, durante mucho tiempo pedí cuentas a Dios. Respetuosamente, pero se las pedí. El sufrimiento y la incomprensión fueron tan grandes que la aceptación tardó en llegar. ¡Jacques era discreto e hizo mucho bien! Ahora, cada vez que voy a dar testimonio por mi hermano, le digo a Dios que confío en Él y que si Jacques está cerca de Él es porque tiene gracias que conceder con Su ayuda. Jacques también hablaba mucho sobre Charles de Foucauld, fue un modelo para él. Su salud, por desgracia, no le permitió ser misionero. Mi hermano estuvo en Biskra, en Argelia (donde Charles de Foucauld vivió parte de su vida), durante los sucesos [del inicio de la Guerra de Independencia de Argelia; Ndlt]. Mientras cruzaba un oasis con su unidad, todos murieron menos él. No entendía por qué se había salvado. Le dije que probablemente estaba destinado a otra cosa, a otra misión. Hoy le respondería que ya tiene su respuesta a su “¿Por qué yo no?”. Esa misión es la de despertar la fe en todas aquellas personas que estuvieron presentes a millares en su funeral alrededor de la catedral. Como decía Jacques, el mundo necesita mucha esperanza.

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