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¿Qué pasa si me gusta alguien que no es mi cónyuge?

Coqueteo
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Mathilde De Robien - publicado el 19/07/18 - actualizado el 22/02/24
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La cercanía con otras personas puede dar pie a sentir atracción, lo que pone en peligro el matrimonio. Hay que actuar con tiento, siguiendo estos consejos

"El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mt 26,41), dijo Jesús a sus amigos que se habían quedado dormidos en el monte de los Olivos la noche de su detención.

El hombre y la mujer son seres carnales, sometidos a impulsos y emociones más o menos fuertes y, en consecuencia, son seres debilitados y además marcados por el pecado original. Al mismo tiempo, el hombre y la mujer tienen dentro de sí los recursos necesarios para resistir la tentación. ¿Por qué Dios permite esta dualidad que a veces causa sufrimiento?

Dios nos deja en libertad

Parte de la respuesta reside en el hecho de que Dios ama a la humanidad y quiere su bien, por eso le da, a través del Espíritu Santo, la fuerza para luchar contra cualquier tentación que vaya en contra de su felicidad.

Al mismo tiempo, Él deja que la felicidad sea libre. Y porque Él la deja libre, puede sucumbir.

¿Qué hacer entonces? San Mateo nos ofrece un comienzo de respuesta en la otra parte del mismo versículo: "Estén prevenidos y oren para no caer en tentación" (Mt 26,41).

El estado de guardia, que también puede ser entendido a través de la introspección y la prudencia, es de hecho un buen medio para prevenir y purificar los deseos improcedentes.

Pero también, es recomendable poner en práctica los siguientes consejos:

1La búsqueda de la causa del deseo

¿Qué ha pasado para que una u otro se sienta tentado a "ir a otros lugares"? ¿Qué falta en la relación que explique un sentimiento de amor hacia otra persona? ¿La relación goza de buena salud o está un poco marchita?

¿Por qué este deseo de seducir a cualquier precio? ¿La pareja sufre por la rutina? ¿Por la falta de comunicación? ¿Por la falta ternura o de atención? ¿Se han concedido todos los perdones?

Una introspección seria y profunda -que se puede hacer solo, en pareja o acompañado(s) de un consejero matrimonial- permite ver con más claridad y paliar una disfunción que puede ser fatal para la pareja.

2Tomar distancia física

No hay necesidad de jugar con fuego. Se trata, por tanto, de evitar situaciones que puedan llevarnos aún más lejos en la pasión o la obsesión.

Rechazar los ambiguos almuerzos cara a cara con una colega o evitar salir exactamente a la misma hora que tu guapo vecino para cruzarte con él son actitudes de precaución que puedes adoptar para evitar sucumbir a la tentación y salvar la relación de pareja.

3Tomar distancia mental

Sucede que a uno simplemente le gusta imaginar el objeto de su deseo, diciéndose a sí mismo que no hay nada malo en ello; esto solo alimenta y refuerza su deseo ilegítimo. Esta actitud es mala, inútil, vana y pone en peligro la salud del alma.

Los Padres del desierto abogaron por la práctica de la "custodia del corazón" (en griego nepsis: vigilancia), que consiste en prestar atención a todo lo que sucede en nuestro corazón.

Es un método espiritual dirigido a liberar a la persona de los pensamientos malos o apasionados. Nos invita a observar los pensamientos que penetran en nuestra alma y a discernir los buenos de los malos.

"Que los pensamientos nos perturben o no forma parte de esas cosas que no dependen de nosotros. Pero que permanezcan o no en nosotros, que susciten o no las pasiones, es parte de lo que sí está en nuestro poder", escribió uno de los Padres, Juan Damasceno, en su Discurso útil al alma.

4Pedir a Dios poder experimentar la gracia del matrimonio

Jesús aconseja a sus discípulos que velen y oren. Por la oración y por la gracia de los sacramentos, Dios nos da Su fuerza, si nos abrimos a Él, para redescubrir el sentido del matrimonio y experimentar su gracia tan particular.

El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que "para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios -en su misericordia infinita- jamás les ha negado. Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó 'al comienzo'" (CIC 1608).

Esta gracia particular "está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble" (CIC 1641).

Parece, pues, prácticamente indispensable volverse hacia Cristo, fuente de gracia, para permanecer unidos y fieles a lo largo de todo su matrimonio.

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