Se llama ‘zona de calmarse’… y así es como funcionaLos niños son notoriamente proclives a los berrinches. Berrinches tremendos y enrabietados. Se les da bien porque están dispuestos a poner todo el empeño necesario.
No tienen ningún problema en gritar en mitad del supermercado o durante la homilía del sacerdote en la misa, de hecho lo harán delante de otras personas para maximizar tu bochorno.
Sin embargo, no es su culpa: los niños están biológicamente programados para la explosividad emocional durante el desarrollo de su cerebro. Sin embargo, esto no evita que los padres terminen al límite del ataque de nervios.
Antes, yo solía considerarme superior a mis hijos en este aspecto, no porque no sepan o no vayan a madurar y aprender a controlar sus emociones, sino porque siempre pensé que yo, como adulto, ya había aprendido a controlarme. Ellos tienen rabietas y pataletas y yo no.
Pero luego, le di unas pocas vueltas más al tema.
Y lo cierto es que, con mucha frecuencia, pierdo el control. He gritado a mis hijos por frustración. He deseado mal a otros conductores en la carretera y como respuesta he conducido con más agresividad de lo debido. He sentido aumentarme la presión sanguínea al tratar con una persona difícil y luego, enfadado, me he desahogado a gusto a sus espaldas.
Me digo a mí mismo que estos comportamientos son catarsis inocentes y que todo el mundo necesita liberar la presión acumulada de vez en cuando. Pero, ¿son saludables estos comportamientos o en realidad son una forma de berrinche? Quizás no he madurado tanto como pensaba…
¿Cómo podemos, tanto adultos como niños, aprender a mantener la compostura?
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Hay muchas ideas para padres y madres sobre cómo gestionar los berrinches de los niños, pero una que me ha resultado especialmente efectiva para mí mismo es tener una “zona de calmarse”.
Cuando he tenido un día estresante en el trabajo y sé que me estoy poniendo irritable, o cuando se me ha cruzado un cable porque estoy frustrado, sé que lo que necesito es alejarme, darme espacio. Aunque es algo más que una distancia física.
Necesito emplear ese tiempo para examinar activamente mis emociones, revisar mis sentimientos y recuperar algo de dominio sobre ellas antes de hacer algo que pueda lamentar.
Una escuela elemental cerca de donde vivo tomó hace poco un enfoque parecido. Su orientadora escolar, Katie Muschinske, está enseñándoles a crear una zona de calmarse propia. Al tener un espacio exclusivo donde ir cuando las emociones están en ebullición y al usar luego un código de colores para evaluar las emociones, los niños están aprendiendo a identificar mejor sus sentimientos y trabajar para controlarlos.
Por ejemplo, la zona verde es calma y la zona roja es frustración. El objetivo es identificar en qué estado emocional te encuentras, entrar en la zona correspondiente y luego esforzarte hasta llegar a la verde para poder volver a la clase, sin rabieta. Muschinske afirma: “Cuando los niños son pequeños, les cuesta mucho expresarse porque no saben qué palabras usar”.
Voy a jugármela y decir que los adultos también tenemos problemas para verbalizar nuestras frustraciones. De lo contrario, no balbucearíamos, gritaríamos y haríamos acusaciones que no pensamos realmente. Podríamos aprender una lección de estos niños. Por ejemplo, una niña de la clase explicó: “Si estás como enfadado y quieres calmarte, si bebes un vaso de agua te ayudará a tranquilizarte más rápido”.
Para mí, la zona de calmarse no es un desplazamiento a un lugar concreto, sino una actividad física. Siento que la ira y la frustración generan en mí una fuerte reacción física, como mayor presión sanguínea, falta de atención y pérdida de sueño, así que la solución es también física. Me voy a correr. Y mientras corro, pienso.
Para cuando vuelvo, ya estoy cansado, he procesado mis emociones y estoy tranquilo. Trabajar en el jardín tiene un efecto similar para mí. Hay innumerables opciones. Por ejemplo, es sumamente útil tomarse un momento entre volver del trabajo y entrar en casa para dejar atrás intencionadamente el estrés laboral.
Para los niños, puede resultar milagroso disponer de un espacio en calma donde pintar, leer o pensar un poco hasta que se hayan calmado lo suficiente como para conversar sobre qué les está molestando.
Lo que hace que la zona de calmarse sea tan efectiva es que nos saca del estado de reactividad y nos da una herramienta para autorregularnos antes de llegar al punto de perder el control. Solo cuando hemos perdido el control de nuestras emociones nos comportamos de formas que luego lamentamos.
Todos desearíamos poder conseguir un mayor autocontrol y algo tan sencillo como tener una zona para calmarse es un primer paso estupendo para personas de todas las edades.