El pensamiento crítico es la mejor competencia que podemos enseñar a los niños. Robert Schwartz propone 3 consejos para implementar en la educación
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Todos los padres sueñan con que sus hijos sean buenas personas, que de mayores aporten a la sociedad, que sean empáticos… Incluso George Clooney lo comentaba junto a su esposa, Amal, hace dos días al final del homenaje que le rindieron los premios AFI. “Es lo mejor que me ha pasado en la vida”, afirmaba.
Cada día, al volver a casa después del trabajo, papá y mamá miran a sus hijos como el jardinero que va viendo cómo crecen las plantas. “¿Cómo ha ido hoy la escuela? ¿Qué has aprendido, hijo?”. Y el niño explica que les han enseñado la ebullición del agua o cómo era la Tierra en la época de los dinosaurios.
Los conocimientos son importantes, es decir los datos: el nombre de los ríos, las fechas históricas, unos poemas… Pero la clave está en disponer de pensamiento crítico, que es esa capacidad para analizar lo que se aprende y ponerlo en relación con el conjunto.
El educador de prestigio internacional Robert Schwartz (que nada tiene que ver con el autor de libros new age con el mismo nombre) viaja por el mundo, explicando en qué consiste el pensamiento crítico y por qué es fundamental en la educación.
“A pesar de que todo individuo piensa, la gran mayoría de las personas no lo hace de la manera más crítica, correcta y eficiente”, dice.
El pensamiento crítico es una habilidad cognitiva que se forma a partir de varios procesos intelectuales. Para lograr esa competencia es necesario, conceptualizar, comparar, aplicar, analizar, inferir y sintetizar información de manera objetiva.
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Si queremos que nuestros hijos sean libres, la educación que les damos ha de aportar esa capacidad de valorar los asuntos y los datos en su conjunto.
Han de poder sopesar las cosas, por ejemplo, tener en cuenta las consecuencias (positivas y negativas) de un acto antes de llevarlo a cabo. No me puedo dejar llevar solo por la publicidad, que me indica lo positivo pero me esconde lo negativo.
En los planes educativos, trabajar el pensamiento crítico es una forma mucho más global de enseñar a los alumnos. Exige trabajar la conexión entre unas materias y otras, hacer que el alumno se esfuerce en el aprendizaje porque debe “usar la cabeza” y no solo memorizar u opinar sin haber valorado previamente.
Una de las pequeñas maneras de trabajar la competencia del pensamiento crítico es, según propone Schwarz, el ejemplo de las partes y el todo. “Cuando a un niño se le enseña algo, es muy enriquecedor -explica- preguntarle qué sucedería si tal parte no existiera en el todo”. Así podremos ver si ha calado el mensaje.
La evidencia científica demuestra que entrenar las estrategias de pensamiento crítico mejora significativamente el rendimiento del alumnado.
Tres consejos para poner en práctica
¿Cómo cambiar a la enseñanza del pensamiento crítico para mis hijos? Puedes proba con algunos consejos del profesor Schwartz:
- El contenido debe introducirse de una manera significativa para motivar que el alumnado investigue, debata y se formule preguntas.
- Las metodologías de aprendizaje activas, cooperativas, por proyectos y similares facilitan la adquisición de conocimientos y competencias, ya que el estudiante se convierte en el centro del aprendizaje, y el proceso toma más importancia que el resultado.
- Las distintas herramientas y los métodos de representación gráfica son efectivos a la hora de fomentar y afianzar las estrategias de pensamiento, como la síntesis, la comparación y el análisis.
Con la educación en el pensamiento crítico, los resultados no solo sirven para el día del examen o para unos meses después, sino que pueden verse en habilidades que servirán para toda la vida.