Hay pruebas científicas de que un rápido periodo de sueño durante el día puede mejorar nuestra saludConfesión: no se me dan bien las siestas. Para nada.
Para mí las siestas suelen salir de dos maneras: una es que duermo a pierna suelta, totalmente exhausta, noqueada, como un muerto, y me despierto desconcertada, atontada y malhumorada. La otra es cuando yazco en la oscuridad durante 45 minutos y doy una ligera cabezada antes despertar con una sacudida de pánico porque he recordado otra cosa que debería estar haciendo en vez de dormir la siesta.
No obstante, ya que mi nuevo horario incluye madrugones muy temprano y trasnochar muy tarde tres días a la semana, las siestas se han convertido en algo necesario. Y aunque todavía no me salen bien del todo, estoy empezando a valorar las siestas como, según explica Psychology Today, “un medio poderoso de rejuvenecer tu bienestar mental y físico”.
Hace millones de años, nuestros ancestros primates vivían en los árboles y eran durmientes polifásicos, es decir, dormían varias veces a lo largo del día y de la noche. Cuando emergió nuestra especie, bajamos de los árboles y nos convertimos generalmente en durmientes monofásicos, con un periodo principal de sueño durante la noche.
Sin embargo, algunos humanos siempre tuvieron una tendencia hacia un ciclo de sueño polifásico, algo que es una realidad para muchas personas también hoy en día.
Muchos atletas de alto nivel también aprovechan la oportunidad de hacer la siesta antes de una competición (…). Estos atletas conocen el poder que genera un sueño saludable y han aprendido a concentrar ese poder en optimizar su rendimiento.
Puedes aplicar este mismo principio a tu propia vida, echando una siesta antes de afrontar un gran desafío o una tarea que requiere que des lo mejor de ti.
Creo que el concepto de sueño polifásico es interesante y convincente, porque he conocido a suficientes personas (¡mi propia madre!) que simplemente funcionan mucho, mucho mejor cuando duermen siesta. También creo que no es algo para lo que yo esté hecha, porque las siestas suelen dejarme mucho más atontada y cansada de lo que estaba antes de hacerlas.
Sin embargo, he notado que siestas de una hora a mediodía en días que tengo entrenamientos matinales y nocturnos, son el equilibrio óptimo para mí. 30 minutos, o incluso 45 minutos, es muy poco para dormir realmente. Y una hora y media es demasiado, porque en ese tiempo caigo en sueño profundo y me despierto desorientada. Sin embargo, una hora es perfecto… lo suficiente para descansar, pero no lo bastante como para entrar en REM.
Todavía me siento aturdida al levantarme, pero tiende a pasarse una vez empiezo a moverme y ya desaparece del todo en cuanto salgo al sol a prepararme para el entrenamiento. La combinación pos-siesta de vitamina D y un poco de estímulo al corazón es mucho más efectiva que un litro de café (confiad en mí, lo he probado).
Y lo cierto es que mis entrenamientos en el campamento son mucho mejor los días que tengo tiempo para una siesta reparadora. Tengo más energía y me concentro mejor, lo cual implica que mis alumnos entrenan mejor. Por sorprendente que parezca, también duermo mejor las noches que he dormido siesta durante el día y me despierto más refrescada de lo habitual.
Así que probablemente esto de la siesta debe de tener algo bueno, pero si no me creéis, os animo a hacer una evaluación empírica por vuestra cuenta. Por el bien de la ciencia.