Dar mi tiempo, mi amor, mi descanso, darlo todo… no es tan sencillo, ¿cómo se logra?Estoy llamado a salvar la vida de otros entregando la mía. No quiero tirar un salvavidas. Me tiro yo al agua.
No quiero pasar por encima de los problemas que me rodean. Protegido. Seguro en mi torre. Lejos del mundo. Tengo que tocar la vida. Estar cerca del que sufre. Tengo claro que Jesús actúa a través de personas. Necesita mis manos, mi vida, mi amor, mi entrega.
Hoy es necesario el testimonio fiel de muchos pastores. Mucha gente dice que cree en Jesús pero no en los hombres. Incluso hay muchos que no creen en el Papa cuando no dice exactamente lo que quieren oír. Y dejan de creer en los hombres buscando más arriba, sólo a Dios.
Jesús vino para tomar mi carne. Y hacerse uno conmigo. Carne de mi carne. Para que en su carne viera yo el amor de Dios. Y, ¡cuántos hubo que no fueron capaces de ver en la carne del hijo del carpintero el rostro de Dios!
Quiero aprender a dar la vida por los míos. Dar mi vida por amor. No guardarme queriendo retener la vida entre mis manos. Dar mi tiempo, mi amor, mi descanso. Darlo todo. No es tan sencillo.
Corro el riesgo de convertirme en funcionario. Quiero asegurar mis horas. Mi tiempo sagrado. Mi descanso y mi ocio. Mis planes y mis sueños.
Y así no estoy dispuesto a dar la vida por nadie. Un poco de mí sí. De mi tiempo, de mis palabras, de mi vida. Pero no totalmente.
Jesús puede hacerlo posible en mí: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.
Quiero ser semejante a Jesús. Quiero ser hijo en el Hijo. Y padre en Jesús. Quiero ser semejante al que cuida mi vida. Semejante mi amor al que Jesús me tiene. Ese es mi único deseo.