Mileva Marić, primera esposa de Albert Einstein, decidió por amor quedar en un segundo plano profesional. Pero Einstein no se lo agradeció como merecía. “El clima aquí no me conviene en absoluto, y cuando falto al trabajo me lleno de pensamientos oscuros. En otras palabras, echo de menos tenerte cerca para que me mantengas gentilmente en control y evites que divague”. Son palabras de Albert Eisntein dirigidas a su primera esposa, Mileva Marić Einstein, que se leen en una carta remitida por él desde Milán el 2 de octubre de 1899.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto contribuyó la primera esposa de Einstein a sus logros. Sin embargo, por los indicios podemos considerar que sí actuó como colaboradora imprescindible en los trabajos del Nobel.
Las vidas de Mileva Marić y Albert Einstein estuvieron unidas también en el aspecto profesional ya que ambos eran científicos interesados en la Física. Seguramente fue el modo de ser de cada uno lo que hizo que Einstein se sintiera necesitado de ella, tal como refleja en algunos escritos.
Mileva era de origen serbio. Nació en Titel en 1875. Tuvo otros dos hermanos. Asistió a la escuela secundaria el último año en que el Estado permitió la participación de mujeres. De hecho, el 1892 su padre recibió la autorización para que la muchacha pudiera asistir a conferencias de Física que estaban reservadas exclusivamente a los varones.
Se complementaban
Los compañeros de clase de aquellos años describen a Mileva como una mujer brillante pero callada, perseverante, que llegaba al fondo de las cosas y le gustaba trabajar con sana ambición por sus metas. Ella llegó a sacar mejores notas que él.
Albert Eisntein era muy diferente. Bohemio, poco habituado a seguir las normas y las pautas. Le costó acabar la secundaria, por lo estricto que era el sistema alemán, de modo que hubo de hacerlo en Suiza.
Albert y Mileva son admitidos en la sección de física y matemáticas del Instituto Politécnico de Zúrich (en la actualidad ETH) en 1896 con otros tres estudiantes: Marcel Grossmann, Louis Kollros y Jakob Ehrat.
Enseguida congenian y se les ve estudiando juntos muy a menudo. Él prefiere no ir a clases y estudiar en casa; ella le sirve para seguir bien el curso académico y llevar cierta organización en los estudios.
“El trabajo que hacemos juntos es muy bueno”
Entre 1899 y 1903 esta necesidad de estudiar juntos se manifiesta en las cartas que se envían cuando están de vacaciones. Hay 43 cartas de Albert a Mileva (tres años mayor que él) que todavía hoy pueden leerse, y 10 de las que ella le mandó a él.
El párrafo de Milán es de una de aquellas misivas, como lo es también este fragmento de agosto de 1899: “Cuando leí a Helmholtz por primera vez, me pareció tan extraño que no estuvieras a mi lado y hoy, esto no está mejor. Encuentro que el trabajo que hacemos juntos es muy bueno, curativo y también más fácil”.
El 13 de diciembre de 1900, ambos científicos presentaron su primer artículo sobre la capilaridad firmado solo con el nombre de Albert Einstein. Sin embargo, en la correspondencia ambos hablan entre sí y a otras personas de “nuestro” artículo.
¿Por qué Einstein firmó en solitario? La biógrafa de Mileva, Radmila Milentijević, exprofesora de historia en el City College de Nueva York, publicó en 2015 la biografía más completa de Mileva, cree que se debió a los problemas de Einstein para encontrar un trabajo y tener la suficiente estabilidad para casarse.
La familia de él, y en particular su madre, no veían a Mileva con buenos ojos. Era extranjera, coja, demasiado científica y mayor que él.
Dord Krstić, exprofesor de física en la Universidad de Ljubljana (Eslovenia), sugiere que en aquella época el machismo era muy fuerte y un artículo cofirmado por una mujer no habría sido bien considerado por la comunidad científica.
Los dos juntos en la Teoría de la Relatividad
Sin embargo, es el mismo Einstein quien ha dejado alguna prueba más fehaciente de que las investigaciones eran mérito de ambos.
Dice en una carta de 27 de marzo de 1901:“Cuán feliz y orgulloso estaré cuando los dos juntos llevemos nuestro trabajo sobre el movimiento relativo a una victoriosa conclusión”.
Peter Michelmore, uno de los biógrafos de Einstein, escribió que después de haber pasado cinco semanas completando el artículo que contenía la base de la relatividad especial, Albert “se fue a la cama durante dos semanas. Mileva revisó el artículo una y otra vez, y luego lo envió”.
El mismo Krstić explica que Milos, uno de los hermanos de Mileva, vivió con la pareja y su bebé en la etapa en que estudió Medicina en París.
Él recordaba, según el biógrafo, que “durante la noche, cuando el silencio caía sobre la ciudad, la joven pareja se sentaba en la mesa y, a la luz de una linterna de queroseno, trabajaban juntos en problemas de física. Miloš Jr. habló de cómo calculaban, escribían, leían y debatían”.
Asimismo, está comprobado que Einstein declaró en una reunión de jóvenes científicos: “Necesito a mi esposa. Resuelve por mí todos mis problemas matemáticos”.
Una patente que ella no firmó
En 1908, Albert y Mileva construyeron un voltímetro ultrasensible junto con Conrad Habicht. Einstein había conseguido un trabajo en la oficina de patentes de Berna (Suiza) por lo que se encargó de redactar la descripción para obtener la patente, que iría firmada como Einstein-Habicht.
Este último preguntó por qué no la firmaba también Mileva a lo que ella respondió como un juego de palabras. “¿Por qué? Los dos somos una sola piedra”. “Una piedra” en alemán es “ein Stein”.
En 1909, Einstein consigue un trabajo académico en Zurich por vez primera. Las ocho primeras páginas de sus apuntes están escritas con la letra de Mileva.
Lo que sigue es el desmoronamiento de la pareja. Un fuerte golpe había sucedido cuando Mileva quedó embarazada sin estar casados.
Ella le había pedido matrimonio, pero él se negó porque estaba desempleado. Nació una niña, pero nunca más se supo de ella, ni existe certificado de nacimiento ni defunción, por lo que se cree que fue dada en adopción.
Una vez casados, los Einstein tuvieron oficialmente dos hijos. Pero conforme la fama fue creciendo, la distancia entre ellos se hizo mayor. Él se enamoró de una prima y buscó un trabajo en Berlín para poder estar cerca de ella. Se divorciaron en 1919.
El hijo recordaba cómo trabajaban juntos
Mileva no quiso hablar más acerca de su participación en las investigaciones científicas por las que se aclamaba a su marido.
En cambio, su hijo Hans-Albert quiso hacer justicia a aquella situación: contó al biógrafo de Mileva que la “colaboración científica entre sus padres continuó en su matrimonio y recordaba haberlos visto trabajar juntos por las noches en la misma mesa”.
Mileva no tuvo facilidades económicas en lo que le quedó de vida. Los hijos de Einstein recibieron el dinero del Nobel (tal como ella había conseguido en el acuerdo de divorcio) pero su otro hijo Eduard fue diagnosticado de esquizofrenia y requirió gran ayuda médica.
La física reclamó a Einstein la pensión que no siempre les enviaba, y finalmente tuvo que malvivir dando clases particulares.
Gracias a los biógrafos y a los expertos en Historia de la Ciencia se han podido recomponer algunas de las piezas de la historia de Mileva.
Sin embargo, los albaceas del testamento de Einstein no facilitaron el trabajo de comprensión de su vida, más interesados en no estropear “la leyenda” del genio.