Poseer menos para disfrutar más. El minimalismo o consumo “slow” se enriquece con un nuevo fenómeno, el de las madres minimalistas. Pero, ¿de qué estamos hablando?
Hattie Garlick es directora de Save Childhood Movement, una fundación inglesa que protege los derechos y las libertades de los niños para poder convertirse en “adultos felices y sanos”, y también es una creativa madre de familia.
Garlick reivindica haber sido la primera madre en practicar el concepto de madre minimalista. Y es bastante radical.
Durante todo un año, no compró nada a sus hijos más allá de alimentos y medicamentos.
Garlick relató su historia en su blog Free our Kids. Su éxito le animó a publicar libros sobre el tema.
Luego, creó grupos en las redes sociales donde muchas madres inglesas comenzaron a intercambiar consejos originales para limitar los gastos y compartir sus ideas para aprender a vivir más sencillamente.
Madre minimalista
En definitiva, sin necesidad de imitar la radical y discutible elección de Hattie Garlick, ha nacido un verdadero entusiasmo en torno a esta idea de madre minimalista.
El término minimalismo nos recuerda en primer lugar a la higiene del hogar, el orden y la gestión del presupuesto familiar.
Sin embargo, el minimalismo es ante todo una forma de vida. Es una forma consciente de consumir sin exceso.
Se trata de desprenderse de aquello que no es necesario para nuestro bienestar, tanto a nivel material como en el plano relacional. Aquí tienes cuatro pasos esenciales propuestos por mamás minimalistas para encontrar la clave de la felicidad.
1. Ordenar y clasificar para conservar lo esencial
El método Konmari, ideado por una especialista japonesa en orden, propone conservar solo aquellas cosas que provocan emociones positivas en nosotros.
Siguiendo este espíritu, las madres minimalistas recomiendan conservar lo esencial para no dejarse invadir por la acumulación de objetos. Este primer paso ya permite ahorrar espacio en casa.
También estimula la moral y la organización familiar. Una casa minimalista tranquila favorece el no perder el tiempo buscando cosas.
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2. Centrarnos en compras indispensables e inteligentes
Un hábito valioso que tener en cuenta durante las compras: ¿esto que compro es de verdad indispensable? ¿Un solo objeto de calidad no puede sustituir a gamas de productos completas?
Lo más difícil es no dejarse influir por promociones que intentan convencernos de que lo superfluo es indispensable. Se trata de adoptar un nuevo estado mental para consumir mejor.
Al mismo tiempo, es una forma de tomar consciencia de los peligros de la toxicidad que muchos productos infligen tanto al medio ambiente como a nosotros mismos.
Cabe destacar que este enfoque se puede aplicar también a los armarios. Más vale comprar una prenda de calidad que cuidaremos realmente, que ceder a la fast fashion. Esta actitud tiene dos virtudes: alivia la cartera y libera la mente.
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3. Convertirse en fans de lo hecho en casa
Desde la costura a la decoración, pasando por la cocina. Las madres minimalistas practican el DIY, el “hazlo tú mismo”, con una energía muy comunicativa.
Uno de los primeros beneficios compartidos en los blogs y en los grupos de conversación minimalista es el redescubrimiento de nuestra propia eficacia.
Podemos hacer mucho más de lo que pensamos. Volver a la artesanía familiar es una excelente manera de desarrollar tu propia creatividad. Te permite tomarte el tiempo y el placer de hacer cosas hermosas por tu propia mano.
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4. Descargarse del peso de los demás
El último paso es aliviarse de presiones inútiles. ¡Liberémonos de la mirada pesada de los demás!
Ya sea dentro de nuestra familia o con nuestros amigos, con demasiada frecuencia tendemos a actuar, no según nosotros mismos, sino según las expectativas o juicios de los demás.
Si todavía hay muchos que nos disuaden de aplicar una voluntad de vivir según el modo minimalista, es porque no creen en ella. Pero, ¿han tratado de liberarse de sus (malos) hábitos?
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