¿Hasta qué punto se puede utilizar a una persona en beneficio de los intereses de un país?Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) es una bailarina de ballet rusa que sufre sobre el escenario un accidente y su carrera queda truncada. Con graves problemas económicos que afectarán a su madre enferma, no tiene más remedio que aceptar la propuesta de su tío, Vanya (Matthias Schoenaerts), subdirector de los servicios de inteligencia rusos, de convertirse en agente, en particular, en lo que ellos llaman ‘gorriones’, agentes reclutados y entrenados para usar su cuerpo y su mente como vehículos de seducción y como armas. Por su parte, Nate Nash (Joel Edgerton), agente de la CIA, debe proteger a un informador, un topo en el gobierno ruso.
Lo anterior es el punto de partida de Gorrión rojo, película basada en la novela de Jason Matthews, que ha dirigido Francis Lawrence, encargado de la realización de las tres últimas entregas de la saga Los juegos del hambre, también con Jennifer Lawrence como protagonista. Pero es simplemente una simple y breve exposición de un argumento mucho más complejo en elemento y que va desarrollándose alrededor de diferentes direcciones, mostrando un sólido guión en su construcción, muy atento a cada detalle, a cada frase, a cada momento.
No se puede negar que, a pesar de las buenas ideas de dirección de Lawrence, Gorrión rojo prioriza su construcción desde el guión, algo que otorga consistencia a la película. Al fin y al cabo, son demasiados elementos e ideas las que entran en juego, algo que pone de relieve que sus responsables han puesto mucha atención en la claridad expositiva de la historia y de los personajes. Quizá, incluso, demasiado.
Gorrión rojo es, por otro lado, una película que recuerda a otra época, a un tipo de cine, de espías, remitente a aquel de la ‘guerra fría’; de hecho, salvo detalles evidentes que contextualizan la acción en nuestro presente, es patente que han jugado a crear relaciones con el pasado, a realizar una película de espionaje, sin apenas acción, por otro lado, en el que el espectador puede sentir cierta extrañeza por sus formas.
La elegante realización de su director, con un gusto por crear imágenes geométricas, perfectas, recrea a la perfección una lucha –rusa y norteamericana-, aunque focalizada en los personajes y con más atención a lo que afecta a modo íntimo que en lo político. A este respecto, Gorrión rojo quizá se agote enseguida a la hora de trazar las complicaciones familiares y personales de los personajes, aunque el excelente ritmo y la intriga que desarrolla, muy medida, ayudan a que sea un mal menor a la larga.
Más interesante resulta, sin embargo, la mirada que lanza hacia la utilización del cuerpo por parte del estado, usando a los ‘gorriones’ como herramientas deshumanizadas para sus intereses. La mirada que arroja Gorrión rojo en este sentido se acerca a la frialdad de aquellas películas de espionaje a las que mira muy de cerca para entablar un diálogo con ellas desde el presente y mostrar que las cosas han cambiado de aspecto, aunque quizá, no demasiado en el fondo: los intereses son otros, pero los sistemas continúan operando a su modo.
Muestra el peligro de la deshumanización y la perdida de la individualidad frente a unos intereses personales y estatales. Porque, al final, Gorrión rojo se convierte en la desesperada lucha de Dominika por tomar el control de nuevo de su vida, de cuidar a su madre enferma, de ser de nuevo ella misma sin necesidad de ser usada.
Ficha Técnica
Título original: Red Sparrow (2018)
País: Estados Unidos.
Director: Francis Lawrence.
Guión: Justin Haythe, basado en la novela de Jason Matthews.
Música: James Newton Howard.
Intriga. Espionaje.
Reparto: Jennifer Lawrence, Joel Edgerton, Jeremy Irons, Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Matthias Schoenaerts, Joely Richardson.