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La ciencia muestra cómo llevas tu nombre escrito en la cara

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Mirela BK - Shutterstock

Calah Alexander - publicado el 03/03/18

Por increíble que parezca, nuestro nombre afecta a nuestro aspecto en conformidad con las expectativas sociales

Un equipo de investigación dirigido por la profesora Anne-Laure Sellier se propuso responder sobre la importancia de nuestro nombre. En un artículo publicado en Fatherly resumieron sus resultados, explicando que nuestros nombres, de hecho, influyen nuestro aspecto como adultos.

En un estudio publicado recientemente en Journal of Personality and Social Psychology, nuestro equipo de investigación muestra que el estereotipo que tiene una determinada sociedad sobre un nombre propio puede influir en el aspecto de las personas  (…).

¿Cómo deberíamos entender este efecto? Hasta ahora, los psicólogos sociales sabían que nuestra apariencia facial influye el grado en que otros nos perciben como atractivos, inteligentes, dignos de confianza o acogedores. Este estudio muestra que las percepciones de los demás sobre nuestro nombre propio se refleja en nuestro rostro.

Obtuvieron estos resultados pidiendo a personas que adivinaran los nombres de desconocidos a partir de unas fotos estilo carné. Los participantes identificaban correctamente los nombres en un 40 por ciento de las ocasiones, un porcentaje mucho mayor de lo que puede atribuirse al azar.

El equipo de investigación teorizó que este efecto rostro-nombre era un resultado directo de las expectativas sociales con las que vienen cargadas los nombres.

Desde muy temprana edad, la gente hace asunciones, los niños absorben estas expectativas inferidas, en gran parte subconscientes, y moldean su personalidad, comportamiento y aspecto para ajustarse correctamente a ellas.

De hecho, este efecto es tan pronunciado que los participantes eran capaces de identificar correctamente nombres basándose solamente en el peinado de la persona.

Para demostrar que el efecto rostro-nombre era el resultado de expectativas sociales, el equipo de investigación dio un paso más en el experimento y pidió a participantes franceses que identificaran nombres de israelíes y viceversa. Como suponían, el efecto rostro-nombre desapareció y los participantes solamente identificaban los nombres correctamente por casualidad.

CHOOSING A BABY NAME
Shutterstock

Sienna

Cuando mi marido y yo intentábamos decidir un nombre para nuestra primera hija, ambos tendíamos marcadamente hacia nombres clásicos y tradicionales de niña. Después de unos cuantos meses de deliberaciones, nos decidimos por Adele Gwendolyn.

Empezamos a referirnos al bebé como ‘Adele’ antes de yo haber llegado al punto medio del embarazo. Nuestros amigos y familiares hacían lo mismo, aunque a otros no les gustaba nada el nombre. Para nosotros, su nombre ya era Adele.

Sin embargo, yo tenía la sensación de que había algo en el nombre que no terminaba de encajar bien. Me encantaba y de hecho había conocido a una chica en la universidad llamada Adele a quien yo admiraba sinceramente. Sin embargo, por mucho que me gustara el nombre, no conseguía hacerlo nuestro del todo. No me parecía apropiado y no importaba cuántas veces llamáramos a la pequeña en mi vientre ‘Adele’, sonaba ajeno y forzado.

En mi octavo mes de embarazo, me encontré con el nombre ‘Seanna’ en un libro de nombres para bebés, que significa “regalo de Dios”. Felizmente ignorante de la pronunciación adecuada de los nombres irlandeses, repetí “si-anna” en voz altas varias veces.

Me gustaba, pero tampoco mucho. Había algo un poco extraño, pero el nombre me acompañó hasta varios días más tarde, cuando escuché una homilía sobre santa Catalina de Siena.

Sienna. Ese sí. Ese era su nombre. Lo supe al instante, como si reconociera un antiguo amigo perdido de la infancia. Ella era una Sienna y la nombramos en consecuencia.

A menudo me he preguntado qué habría pasado si nunca hubiera abierto aquel libro y hubiéramos terminado llamándola Adele. ¿Sería diferente? ¿Tendría una personalidad distinta, distintos hábitos? ¿Se habría amoldado para encajar en el nombre de Adele o habría hecho suyo el nombre, estirándolo y cambiándolo para que se le ajustara tan perfectamente como el de Sienna?

Tras conocer este estudio, parece bastante probable que sería diferente de la hija que conozco, en modos significativos… algo que me hace sentirme mucho más agradecida por haber encontrado aquel libro descatalogado en la última balda de una librería de segunda mano.

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