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Cuando la alegría se vaya y el vacío se quede, Señor ven a visitarme

SILENT
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Alma Com Flores - publicado el 08/02/18
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Para ti que sientes soledad y tristeza, pero no quieres perder la fe en Dios

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Caminar con Jesucristo no siempre es fácil, pero es lo mejor. Todos nosotros tenemos nuestra cruz de cada día, para cargar con alegría y humildad como el propio Jesús hizo.

Cuando decidí seguir a Jesucristo, perdí muchas amistades y muchos amores. ¡Fue difícil, y cuánto! En resumen, dolió mucho.

Al principio, yo cuestionaba a Dios cada pérdida y me preguntaba por qué Él permitía tantas cosas, tanto sufrimiento, tanta soledad y tanta angustia.

Con el tiempo, Dios fue mostrándome en cada cuestionamiento que Él permitió mi presencia en la vida de todos aquellos a quien perdí, para ser signo de luz en la vida de cada uno, para ser signo de Él en la vida de aquellos que aún no lo tenían, o no lo conocían.

Confieso que aún no he logrado entender cuál fue la obra que Él hizo en la vida de esas personas a través de mi presencia, con el fin de encontrar consuelo. Pero si nos ponemos a pensar, yo no necesito saber; finalmente, todo es para Él.

Solo confiar en Dios

Sólo tengo que confiar en Su propósito. Al final, cuando entregamos nuestra vida a Dios, es necesario que aceptemos lo que venga, confiando que todo forma parte de un plan mayor, porque es así.

Ser instrumento en las manos de Dios a veces puede ser difícil, puede hacer que tengamos que lidiar con lo más íntimo de nuestro corazón, tal vez, nuestro punto más débil.

Ser instrumento nos hace recorrer un camino desconocido y nos hace muchas veces vivir un desierto, en la expectativa de que en medio de él, cuando no tenemos nada más y sentimos literalmente lo que es la soledad, nos demos cuenta que lo único que nos queda y necesitamos, es mirar arriba y recurrir a Dios, con la esperanza y la fe que Él nos escuchará.

Pasar por mi desierto me enseñó y me mostró cuánto necesité pasar por él para entender que siempre que se vaya mi alegría y se quede el vacío, Él me vendrá a visitar.

Recordemos siempre que el Dios que permite la herida es el mismo que nos cura, es el mismo que nos hace entender a través de eso que solamente Él puede ofrecernos la felicidad y la plenitud que tanto buscamos.

Y tú, ¿cuál es tu experiencia de Dios en medio de la soledad?

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