Pequeñas píldoras de fe que ayudan y confortan nuestro espírituSan Pío de Pieltrecina nos ha dejado un maravilloso testamento, una gran colección de cartas escritas entre 1902 y 1968, el Epistolario, que está dividido en cuatro volúmenes: las Obras Escolares, las Cartas a los Padres Espirituales, las Cartas a los Hijos Espirituales y las Cartas a la Familia. De allí tomamos unas pequeñas píldoras de fe que ayudan y confortan nuestro espíritu.
1. Mantente firme y constantemente unido a Dios, consagrándole todos tus afectos, todos tus problemas, todo tu ser, esperando pacientemente el regreso del hermoso sol, hasta cuando gustará al esposo visitarte con la prueba de la aridez y de la oscuridad de espíritu (Epist. III, p. 670).
2. Deja también que la naturaleza se vea afectada por el sufrimiento (···); tu voluntad, con la ayuda divina será siempre superior y el divino amor nunca faltará en tu espíritu, si no descuidas la oración. (Epist. III, p.80)
3. Quien tiene tiempo no espere tiempo. No postergues para mañana lo que hoy puedes hacer. Del bien luego son desbordantes los pozos… Además, ¿quién dice que mañana viviremos? Escuchemos la voz de nuestra conciencia, la voz del real profeta: si hoy escuchas la voz del Señor, no cierres tus oídos. Levantémonos y atesoremos, que solo el instante huye de nuestro dominio. No interpongamos el tiempo entre instante e instante, que a este no lo poseemos. (TN, in Epist. IV, pag. 877s.)
4. Te ruego, por la mansedumbre de Jesús y por las entrañas de misericordia del Padre celestial, que nunca te enfríes en la vía del bien. Corre siempre y nunca te pares, sabiendo que en este camino el estar inmóvil equivale al retorno de nuestros propios pasos. (Epist. II, p. 259)
5. No vayas nunca a acostarte sin antes haber examinado tu conciencia sobre cómo has pasado tu jornada y no antes de haber dirigido todos tus pensamientos a Dios, seguido del ofrecimiento y consagración de tu persona y de todos los cristianos. Además ofrece a gloria de su divina Majestad el descanso que estás por tomar, y nunca te olvides que tu ángel de la guarda está contigo. (Epist. II, p. 277)
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6. Caminemos siempre con paso lento para que tengamos el afecto bueno y determinado, no podemos sino caminar en el bien. No, mis queridísimos hijos, no es necesario para el ejercicio de las virtudes estar siempre atentos a todos, esto realmente entorpecería y retorcería demasiado tus pensamientos y afectos (Epist. II, p. 588).
7. Sean como pequeñas abejas espirituales, las cuales no llevan a sus colmenas más que miel y cera. Tu casa tiene que estar llena de dulzura, de paz, de armonía, de humildad y piedad en tu conversación. (Epist. III, p. 563).
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