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Apóyate en estos tres pilares para tener una buena Cuaresma

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Philip Kosloski - Mónica Muñoz - publicado el 26/01/18 - actualizado el 15/02/24
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La Cuaresma ha comenzado y es momento de hacer cambios, la Iglesia nos brinda tres pilares para progresar espiritualmente: oración, ayuno y limosna

Cada año, los católicos (y muchos cristianos) conmemoran la temporada de la Cuaresma, un tiempo especial de preparación antes de la gloriosa celebración de la Pascua. Es una parte esencial del año litúrgico, aunque, a veces, puede ser un poco confusa.

Aquí dispones de los elementos básicos a los que hay que prestar atención durante este viaje cuaresmal hasta la Pascua.

Miércoles de Ceniza: el inicio de un tiempo de purificación

miércoles de ceniza

En el comienzo de la Cuaresma, la Iglesia nos pide que ayunemos, recemos y nos abstengamos de comer carne. Aprovechémoslo como una oportunidad para rezar -en pareja, con la familia y comunidad- y para profundizar en el amor verdadero y duradero de Dios,

Imitando el ayuno de Jesús en el desierto, la Iglesia instituyó una temporada especial de ayuno que dura 40 días. Recordemos que este año, el domingo de Pascua será el 31 de marzo.

Los tres pilares de la Cuaresma: oración, ayuno y limosna

Una vez iniciada la Cuaresma, hay tres pilares que ayudarán en nuestra preparación a la Pascua. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

"La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad ‘que cubre multitud de pecados’ (1 P 4,8)".

1Oración

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

"La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes... La humildad es la base de la oración. "Nosotros no sabemos pedir como conviene" (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermo 56, 6, 9)" (CEC 2559).

Así es que, dedicar más tiempo a orar nos ayudará a obtener mayor fruto durante este tiempo especial, ya sea con la Sagrada Escritura, con oraciones de la Iglesia o con nuestras palabras, pero hacerlo con todo nuestro ser y sin distracciones porque "Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana" (CEC 2562).

2Ayuno

El Código de Derecho Canónico dice que:

1252 La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años. Cuiden sin embargo los pastores de almas y los padres de que también se formen en un auténtico espíritu de penitencia quienes, por no haber alcanzado la edad, no están obligados al ayuno o a la abstinencia.

Los pequeños bien pueden renunciar a algo simple, como una golosina o un postre, para ir preparando sus almas a la penitencia.

3Limosna

La práctica de dar limosna se ha entendido mal. A veces creemos que con dar una moneda de poco valor hemos cumplido. San Juan Pablo II dijo en una audiencia que "La palabra 'limosna' no la oímos hoy con gusto. Notamos en ella algo humillante" (Audiencia general, Miércoles de 28 marzo 1979).

Sin embargo, el Santo Padre refiere que se trata de ayudar a los necesitados, compartir nuestros propios bienes con respeto y aprobar el término 'limosna' "como un acto bueno, como expresión de amor al prójimo y como acto salvífico", con una actitud de apertura hacia el otro.

La Cuaresma es un tiempo para practicar estos ejercicios espirituales esenciales y limpiar nuestra casa interior. Que esta Cuaresma sea de verdad diferente, para que nuestro progreso espiritual sea real.

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