En una turbulenta cadena de radio y televisión pidió a la Fiscalía investigar a los obispos López Castillo y Basabe
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Cuatro horas de cadena nacional para medios radioeléctricos no fueron capaces de distraer y menos borrar la estupefacción de todo un país ante un operativo policial digno de los más sórdidos capítulos dictatoriales. Las fuerzas armadas del Estado masacraron ayer a un grupo de venezolanos y sembraron el terror en varias comunidades. La escena era de película y el final fue de infarto. El país entero en vilo seguía los acontecimientos, celular en mano.
Venezolanos que estaban dispuestos –y así lo hicieron saber a través de su líder, el piloto y ex comisario policial Oscar Pérez, gracias a las redes sociales- a entregarse. Venezolanos que no se enfrentaron, no dispararon, no mataron a nadie sino que, al saberse rodeados, pidieron entregarse para salvaguardar a los civiles que los acompañaban. Por toda respuesta, fueron atacados con lanzagradas y toda clase de armamento de guerra mientras permanecían en el interior de una vivienda en la zona conocida como El Junkito, aledaña a Caracas.
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Ya el acontecimiento queda registrado como calificado para conocimiento de los tribunales que juzgan crímenes de guerra y delitos contra la humanidad. La pena de muerte no existe en Venezuela pero ayer se aplicó de manera flagrante y cruenta, casi sádica. No obstante, ello no sació al poder.
En la agónica cadena de medios que comenzó la misma tarde no quedó títere con cabeza. Maduro arremetió contra la Iglesia, contra los precios altos, contra las “células terroristas”, contra dos de los partidos a los que llamó “grupos fascistas violentos y fuera de la ley”, contra los precios altos y hasta contra el presidente colombiano Juan Manuel Santos de quien se expresó como “bandido” y de Colombia como “estado forajido”. Pero no por rebotar las culpas se desprende uno de ellas.
Ni una sola referencia a ninguno de los graves problemas que enfrenta el país. Sólo insultos, amenazas y excusas, como ya es costumbre.
Ante lo ocurrido ayer, el país amaneció horrorizado y asqueado pero también indignado. Amanecimos con un mártir –el carismático piloto que alcanzó a despedirse de sus hijos en un dramático mensaje por tuiter- y con el gobierno en su momento más peligroso si lo medimos por el repudio popular.
Poco tiempo después del sangriento hecho hallaron un presunto explosivo en la caraqueña avenida Francisco de Miranda. Funcionarios de la policía municipal alertaron a las autoridades sobre un maletín negro abandonado a 80 metros de la sede de la Magistratura.
La furia presidencial desató su verbo contra la Iglesia: Maduro pidió a la Fiscalía investigar a los obispos López Castillo y Basabe, mientras vociferaba que deben determinar si cayeron en delitos de odio cuando llamaron a erradicar el hambre y la corrupción durante la procesión de la Divina Pastora.
Maduro, por segundo año consecutivo, rindió su memoria y cuenta a espaldas de la Asamblea Nacional. En esta ocasión se presentó ante la ilegítima asamblea nacional constituyente.
En su discurso, repleto de las palabras más soeces de que dispone el vocabulario criollo, se refirió a los incidentes acaecidos el domingo pasado en la procesión de la Divina Pastora, cuando la gobernadora de Lara, Carmen Meléndez, y los militares que estaban en una tarima fueron desalojados por la feligresía.
En una evidencia más del control que ejerce sobre poderes genuflexos, llamó a la Fiscalía, a la Contraloría y al TSJ a “revisar las homilías” del arzobispo de Barquisimeto, monseñor Antonio López Castillo, y del obispo de San Felipe, Víctor Hugo Basabe, que celebraron misas durante la procesión de la Divina Pastora en la capital del estado Lara, para “verificar si cayeron en delitos de odio”.
El “delito” de los prelados López Castillo Basabe: clamar por el fin del hambre y la corrupción.
También aseguró que, con estas declaraciones, los máximos representantes de la Iglesia quieren “generar enfrentamientos entre los venezolanos, violencia, muerte, exclusión, persecución, como sucedió durante la guarimba”.
Cuando el presidente venezolano se adentra en temas religiosos en cuando más se nota su delirante ignorancia. Tampoco disimula su poco conocimiento del Derecho: claramente pide investigar condenando de antemano.
El bumerang funcionó: hoy, las redes difunden mensajes de apoyo y admiración por los obispos agredidos durante la cadena presidencial. Ramón Piñango, sociólogo y respetado profesor del IESA, publicó esta mañana en su cuenta de tuiter: “El compromiso con el pueblo, la valentía y la claridad del mensaje de los obispos merece el mayor apoyo. Que esa conducta sirva de modelo e inspiración al liderazgo en la sociedad civil”. Dios escribe derecho con líneas torcidas, diría el filósofo de masas…