La obediencia de la Iglesia a un “Señor más alto” no es algo que muchos reyes de este mundo vean con buenos ojos
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“Recuerden, recuerden, el 5 de noviembre…”
En el thriller distópico de 2005 V de Vendetta, el anarquista “V” recita esta frase en recuerdo de la fracasada “Conspiración de la pólvora” para hacer estallar el parlamento británico y matar al rey Jacobo I de Inglaterra en 1605. La máscara que lleva “V” –evocando el rostro de Guy Fawkes, el conspirador encargado de la detonación– fue adoptada más tarde por la red de hacktivistas de Anonymous y se ha convertido en un símbolo reconocido por todos de resistencia a la tiranía.
Sin embargo, ese verso no es una oda anarquista a la Conspiración de la pólvora, sino una oda inglesa al fracaso de la conspiración y a la salvación del rey. Los ingleses cantaban estas líneas mientras quemaban efigies de Fawkes durante las celebraciones de la “Noche de las hogueras” del 5 de noviembre.
Otros versos del poema original indican que el espíritu de la celebración se percibía originalmente como una victoria, no solo contra Fawkes y su rebelión, sino contra los católicos y su religión: “A rope, a rope, to hang the Pope, a penn’orth of cheese to choke him / A pint of beer to wash it down, and a jolly good fire to burn him”, cuya traducción libre sería: “Una cuerda, una cuerda, para colgar al Papa, un penique de queso para atragantarle / Una pinta de cerveza para que lo trague y buen fuego para quemarle”.
La serie Gunpowder, una fascinante miniserie de tres episodios de la BBC y reciente adquisición de la HBO, cuenta la historia de Robert Catesby (interpretado por Kit Harington, de Juego de Tronos), el auténtico genio detrás de la Conspiración de la pólvora. (Harington, un pariente lejano de Catesby, también cocreador la obra). Pero esta historia de la conjura de Catesby con Fawkes y otros católicos para asesinar al rey pone de manifiesto una historia más profunda de persecución anticatólica en la Inglaterra de principios del siglo XVII.
La serie abre con una palpitante escena de 20 minutos en el hogar de Warwickshire de Lady Dorothy Dibdale. Allí, tres jesuitas –el canoso padre Henry Garnet y dos sacerdotes más jóvenes– celebran en secreto una misa a la luz de las velas con Catesby, Dibdale y Anne (interpretada por Liv Tyler).
Cuando Sir William Wade se aproxima a la casa encabezando una brigada de hombres del rey, estos católicos se apresuran a realizar un ritual que parece bien ensayado: ocultan los indicios de la misa, los sacerdotes se esconden en un arcón y en un escondite secreto en la pared, y Lady Dibdale se prepara para el interrogatorio.
Catesby, famoso por ser “diestro con la espada”, intenta contenerse mientras Wade conduce un rastreo largo y angustiante para encontrar a los sacerdotes ocultos.
Cuando un joven sacerdote desvela su escondite para salvar a los otros dos, se lo llevan del lugar rápidamente; Lady Dibdale, que asume la responsabilidad de la ocultación del sacerdote, es apresada tras él. A continuación sigue una escena cruda y horripilante de tortura y ejecución públicas. Lady Dibdale es desnudada y obligada a sufrir una tortura por aplastamiento, la peine forte et dure, que termina con su muerte.
El sacerdote, que se niega a traicionar a Garnet, es decapitado; luego, su cabeza es sumergida en aceite hirviendo y exhibida ante la divertida multitud, desde donde Catesby y Anne observan impotentes.
¿Es esta triste revisión de la persecución contra los católicos históricamente precisa? Un profesor de Historia de la Universidad de Cambridge señala que, aunque Gunpowder contiene imprecisiones menores, es en gran medida un retrato verídico de la opresión contra los católicos en la Inglaterra de entonces: “Las cosas que les hicieron a los católicos, por unas razones así, de una manera tal”. Al desvelar esta trama de fondo, Gunpowder da un contexto a los motivos de los conspiradores, obviamente desesperados por cambiar la situación.
Y aun así, persiste la pregunta: ¿estaba justificado el complot de Catesby? Dado que uno de los creadores principales, Ronan Bennett, se crió como activista republicano en Irlanda del Norte, podría esperarse un simplista “sí” como respuesta.
Pero la serie termina ofreciendo un punto de vista más complejo para la cuestión. Cuando Catesby se reúne con líderes españoles, se alía con Fawkes en Flandes y regresa a Inglaterra para reclutar a otros católicos para su causa, la alternativa de no violencia se presenta en repetidas ocasiones a través del padre Garnet y de Anne, quienes advierten a Catesby contra cometer “asesinato”. Además, Catesby y Fawkes son representados como hombres cuyos pasados personales podrían tener un efecto sobre su resentimiento y su ira, más de lo que les gustaría admitir.
Lo que es especialmente fascinante de Gunpowder es que, incluso cuando los personajes católicos discrepan sobre la legitimidad de la Conspiración de la pólvora, son retratados con una mentalidad unánime en relación a su identidad católica.
Los líderes ingleses, que escupen “papista” y “papismo” como si fueran insultos, ven esa identidad como algo que gira en torno a la lealtad al Papa; pero para los católicos, su epicentro es otro. En la escena inicial, Catesby reza ante una imagen de Cristo: “Mi gran Rey. Mi buen Pastor. Mi eterna salvación”.
Antes de su ejecución, Wade exige a Lady Dibdale que confiese su traición, motivo de su ejecución, a lo que ella responde: “No, señor. Muero por el amor de mi Salvador, Jesucristo”. Y en las escenas finales de la serie, Garnet ofrece su vida por su amigo, declarando que tiene intención de morir como un “verdadero y perfecto seguidor de Cristo”.
Para estos personajes, su identidad como miembros de la Iglesia católica parece basarse en su fe en su Fundador, quien confió a la Iglesia las llaves del Reino.
En este truculento retrato de la persecución inglesa a los católicos y la reacción desesperada de los conspiradores, Gunpowder es un oportuno recordatorio de hasta dónde ha llegado el mundo. Pero, al mismo tiempo, la serie transmite una importante verdad que trasciende cualquier situación histórica particular: la obediencia de la Iglesia a un “Señor más alto” no es algo que muchos reyes de este mundo vean con buenos ojos.