“La aporofobia nos deja tranquilos”, alerta el arzobispo de TángerLa aporofobia es aborrecimiento que recae sobre quienes carecen de recursos, los que están en necesidad, los pobres. Eso dicen las comadronas que han sacado neologismo del vientre del verbo griego “aporeô”. Y fobia, aunque sean muchos los que ya usan el término como substantivo, no deja de ser una terminación que, añadida a una palabra, indica “aborrecimiento” de lo designado con esa palabra que ha sido la palabra del año 2017 según la Fundación Fundéu.
Para el arzobispo de Tánger http://diocesistanger.org/arzobispo/biografia/ , monseñor Agrelo, una de las voces más claras a favor de más humanidad y empatía con los inmigrantes y con los pobres en general, relata a Aleteia que “es obvio que, si nace una palabra, la ha precedido una realidad, esa inquietante y tristísima realidad que es el aborrecimiento a los pobres”.
Si le seguimos la pista a la palabra “aborrecimiento”, ésta aparece hermanada con la palabra “aversión” que, a su vez, se replica en dos sentimientos complementarios: la “repugnancia” y el “odio”.
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Para monseñor Agrelo, si nombramos lo que es objeto de ese “aborrecimiento”, parece imposible que puedan serlo precisamente los pobres, los necesitados de nosotros, los necesitados de todo, “pero lo son”.
Ninguna persona de bien admitiría en su interior sentimientos de repugnancia o de odio contra un pobre; sin embargo, de esos sentimientos andamos infectados. ¿Es que nos hemos deshumanizado? “Supongo que no”, infiere el arzobispo de esta diócesis en Marruecos. Pero lo cierto es que “alguien nos ha engañado, y donde había pobres se nos ha hecho ver una amenaza para la seguridad, un peligro para la salud; donde había pobres se nos ha hecho ver mafiosos, terroristas, violadores, narcotraficantes, ladrones; donde había pobres se nos ha hecho ver ilegales, irregulares, clandestinos, asaltantes”.
“Con lo cual, repugnancia y odio a los pobres –aporofobia- ya encontraron la coartada –lo nuestro es repugnancia y odio a las ratas- que nos deja tranquilos y envenenados, tranquilos y adormecidos, tranquilos e indiferentes ante una de las mayores tragedias de la humanidad”, denuncia.
“Mucho me temo que la aporofobia, cultivada contra el emigrante, se vuelva contra nosotros en forma de odio, desprecio, al débil, al indefenso, al vulnerable… Escojan los ejemplos que quieran en el ámbito de la familia, de la escuela, de la sociedad: hay para escribir un libro”, reconoce este franciscano gallego a la cabeza de la diócesis de Tánger.
Necesitamos “dosis masivas de verdad, de autenticidad, de discernimiento, de amor a los demás, de amor a la vida, de amor a la tierra. Y esto no es un deseo peregrino o palabras dichas por decir. Si hay una vida que no te merece respeto, ya has dado tu razón para no respetar ninguna. Si hay una vida que puedes despreciar, ya has justificado que se desprecie cualquier otra. No puedes oprimir al emigrante y defender al trabajador. No puedes suprimir al no nacido y hacer valer tu derecho a la vida”, concluye monseñor Santiago Agrelo Martínez.