Aunque la Navidad rima con paz y alegría, ¡no siempre se vive así! ¿Cómo podemos mantener la calma en este período de agitación y conseguir disfrutar la celebración como es debido? Siguiendo esta cuenta atrás, seguro que llegarás llena de serenidad y actitud ‘zen’ al 24 de diciembre.
D-10: pensar en ti
Porque “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”, hay que acicalarse, pedir cita con la peluquería, con el centro de depilación y asegurarse de llevar un atuendo con el que estar cómoda. “Y hay que confesarse, ¡porque es la mejor manera de estar en paz!”, señala Flore.
D-9: apostar por la sencillez
“¡Ese es mi secreto!”, atestigua Carine, que recibe a toda su familia en su casa. “Prefiero un buen ambiente a una comida sofisticada”. Su lema: “Más social y menos material”, o incluso “más vale una cabaña en la que reír que un castillo en el que llorar”.
D-8: centrarse de nuevo en lo esencial
Podemos escribir en un papel qué representa la Navidad para nosotros (compartir momentos, belleza, convivencia…) y colocarlo en la puerta del frigorífico. También podemos imaginar acciones dirigidas en ese sentido: preparar cestas con golosinas o mantecados para ofrecer a los vecinos, cocinar la cena y los postres de Navidad con la abuela…
D-7: anticipar y organizar
Hay preguntas que responder: ¿vamos a la misa todos juntos? ¿Qué menú es mejor para los niños, que sea fácil y también festivo? ¿A qué hora acostamos a los niños? ¿Qué película podemos ver (por ejemplo, Feliz Navidad, La vida es bella o El cielo es real)?
D-6: hablar con tu cónyuge
A menudo puede estar un poco “fuera de juego”, así que le informamos de nuestro “plan de batalla especial Navidad”. Le prevenimos de lo que esperamos de él (paquetes que envolver, tareas que hacer…). Lo que pedimos no es más que eso, que todos participen en la fiesta, que todos ayuden (¡sí, sí!) y sentirnos “zen”.
D-5: establecer criterios de regalos
Lo envolvemos, ponemos lazos y cuerdas (“¡Para evitar que lo abran rápido!”, bromea Carine), y escribimos los nombres. Ponemos un límite insuperable de presupuesto y también de calendario para las últimas compras.
D-4: comenzar los preparativos
“Cocinar los dulces y pasteles en casa, tranquilamente, ¡es un placer!”, sonríe Flore. Hacemos “la limpieza general” de la casa, eso libera el espíritu. Y nos aseguramos de que los niños tienen cada uno su atuendo completo, porque todavía hay tiempo de ir de compras si falta algo.
D-3: meter a los niños en el ajo
Les confiamos una misión de Navidad en función de sus ganas y sus talentos, la escribimos en verde y rojo en el frigo (es bonito) y que se encarguen de ella. Y qué más da si las estrellas no están perfectamente recortadas, ¡hemos dicho que no íbamos a disgustarnos!
D-2: calmarse
Y rezar, con la oración de san Francisco (“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!”) o “con el rosario”, aconseja Flore. Nos regalamos un buen tiempo de silencio. Confiamos a Dios estos días benditos para que podamos sembrar la alegría y la paz a nuestro alrededor.
D-1: soltar lastre
¡Alto al perfeccionismo! Hacemos un ejercicio de visualización positiva y nos imaginamos a nuestra mejor versión de “mamá Noël”, relajada, sonriente, cariñosa y feliz, serena ante los llantos, enfados y caprichos, y “zen” ante los errores, imprevistos y comentarios desagradables.
Día D: recibir y dar
Cantamos, sonreímos, dejamos que el gozo de la Navidad nos invada… Extraemos la paz del Cielo delante del pesebre y rezamos juntos: ¡es la “tregua navideña”! Y guardamos en nuestros corazones esta hermosa frase, que podemos escribir en letras de oro sobre la chimenea: “Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes” (San Pablo, 2 Corintios 13,11).