El encarnecido consumismo en el que muchos países ya están inmersos está haciendo todo por desbancar tradiciones familiares y culturales como esta, la de celebrar Acción de Gracias “en familia”
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Aún recuerdo como hasta hace poco tiempo esta celebración, al igual que la fiesta navideña, eran fechas intocables. Sin embargo ahora nos estamos dejando envolver por una sociedad consumista y ese día, en vez de reunirnos en torno a la mesa para dar gracias, celebrar, festejar, reír, cantar, gozar y compartir, hacemos largas filas para ser los primeros en entrar a ese almacén y aprovechar las súper ofertas. ¿Qué os parece? Son poquísimas las grandes celebraciones fijadas en el calendario para festejar con la familia y, en Estados Unidos concretamente, Thanksgiving era una de ellas.
Años atrás trabajé para una reconocida marca de cosmética francesa en un gran almacén. Cuando llegaba Thanksgiving todos los empleados sabíamos que teníamos olvidarnos ese jueves de celebrar esta fiesta con nuestros seres queridos por que había que trabajar después del medio día y dejar todo listo para recibir a los clientes a las 6 PM.
Poco antes de las 6, debía colocarme detrás del mostrador resguardando a mis chicas mientras que el gerente del gran almacén se situaba frente a la entrada principal para resguardándonos a todos porque, literal, en cuanto se abría la puerta, la gente entraba cual estampida de toros.
Esa sensación tan solo la había sentido cuando iba a las pamplonadas y veía venir a los bovinos. Las personas llegaban con un ímpetu de miedo. Se pisaban unas a otras. Se arrebatan la mercancía. Era una desesperación por comprar como si fuera el ultimo día de sus vidas para hacerlo. La tienda se volvía en una neurosis colectiva.
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Por un Black Friday con cabeza
Durante el famoso Black Friday el almacén abría durante 72 horas seguidas. ¡Imaginen el estado emocional de quienes trabajaban durante la madrugada! Pero hay que comprar para ser feliz, nos dice la sociedad y todos los medios de comunicación. Así es, por culpa de este tipo de mentalidad consumista hemos cambiado nuestras tradiciones y convivencias familiares.
Pero nunca es tarde para que tú y yo rescatemos lo que verdaderamente tiene valor y no precio: pasar tiempo con la familia durante una rica cena tradicional. La cena es pues el medio para llegar al fin, la unión familiar.
Y es que no se trata de solo de cocinar los platillos típicos, sino de darnos cuenta de porqué lo hacemos: alimentar a nuestros seres queridos no solo con pan, sino con palabras de amor, de cálida bienvenida; alimentarles con dulzura y con nuestro tiempo porque uno le dedica tiempo a lo que ama.
Si nos podemos a reflexionar, este tipo de tradiciones donde la comida es entendida como momento para la convivencia familiar, es exclusivamente humana. Ningún otro ser lo hace. Somos las únicas criaturas que cocinamos y que nos reunimos en torno a una mesa para crecer en el amor por medio de la comida y de la palabra. Y mejor aún, somos los únicos que cocinamos para hacer feliz a alguien más.
Da gracias porque existe un día en el que puedes vivir con más intensidad este sentimiento de gratitud por todas las bendiciones recibidas. Por eso, te invito a que reflexiones conmigo sobre el valor de esta linda tradición. Piensa si vale más estar unidos en familia que correr a hacer una enorme fila para ser el primero en comprar “eso” que quieres y ahorrarte unos cuantos dólares. ¿De verdad, el “tener eso” vale más que el tiempo con tu familia? Recuerda que hay cosas que tienen valor, otras que tienen precio. ¿Y tú familia, qué tiene?