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Manuel, el pequeño guerrero que compartió dos espinas de la corona con Jesús

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Maria Paola Daud - publicado el 15/11/17
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La conmovedora historia de un niño italiano que ofreció su cáncer por la salvación de los demásManuel Foderà fue un niño italiano que, con sólo 9 años, dejó la vida terrena para alcanzar la celeste, por un tumor muy grave que lo afligía.

Un niño alegre, sociable, bromista, como él mismo se definía, que estaba convencido de tener una gran misión que cumplir en nombre de Dios: dar a conocer y amar a su gran amigo Jesús.

Cuenta el sacerdote Ignazio Vazzana, quien lo visitaba asiduamente en el hospital de Palermo, que el pequeño muchas veces no lograba entender las cosas que Jesús le revelaba.

Por ejemplo, un día le preguntó: “¿Por qué Jesús me dice siempre esta frase: tu corazón no es tuyo, es mío, y yo vivo en ti? No entiendo qué quiere decirme”.

Padre Ignazio se dio cuenta, reflexionando después, de que aquellas palabras reflejaban la frase de san Pablo en Gálatas 2,20 “…y ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí”

Manuel decía que Jesús le había donado el sufrimiento, y que era necesario, porque tenían que salvar el mundo juntos, y que Jesús lo había proclamado “guerrero de la Luz”.

Padre Ignazio recuerda con mucha conmoción ver a Manuel con un gran sentimiento de pecado cuando iba a confesarse, y era tan grande, que a veces estallaba en lágrimas durante la confesión misma.

También recuerda que tenía una gran devoción por la Sagrada Eucaristía. Cada vez que la recibía se cubría su rostro y permanecía así por casi 20 minutos en absoluto silencio.

Este era el momento culminante de la Comunión, porque entraba en diálogo de manera espontánea con Jesús, como dos amigos íntimos.

El sacerdote le preguntaba si veía directamente a Jesús, a lo que respondía que no lo veía físicamente, pero sentía su voz en su corazón.

Don Ignazio fue su guía espiritual los dos últimos años de vida del niño, y nos cuenta que “Manuel siempre luchó como un verdadero guerrero, a imitación de Cristo, hasta entregar su vida por la salvación y la conversión de todos”.

“Aún recuerdo muy vivamente la gran capacidad de soportar el dolor que tenía, sólo por amor a Jesús. La madre me llamó en diversas ocasiones para que intentara convencer a Manuel de que se tomara, por lo menos, el Paracetamol y así aliviar los grandes dolores que tenía. Él me respondía que quería esperar un poco más antes de tomárselo, porque Jesús necesitaba su sufrimiento en ese día para salvar las almas”.

“Hacia el final, después de una gammagrafía, los médicos se dieron cuenta de que tenía dos masas tumorales en la cabeza. Sin saberlo, Manuel nos reveló que Jesús le había hecho un gran regalo. En esos días Manuel tenía dolores de cabeza muy fuertes y no sabía realmente qué tenía”.

“Un día, tras recibir la Comunión estalla en llanto y confía a su madre, y después a mí, lo que Jesús le había dicho. Nosotros le habíamos preguntado qué le pasaba, puesto que lloraba, y él nos dijo que Jesús le había hecho un regalo especial y al ser feliz lloraba por esto: Jesús le había entregado dos espinas de su corona y ahora las tenía en su cabeza. Yo me quedé estupefacto ante sus palabras, porque humanamente esto es inexplicable. Hubo una coincidencia perfecta en los hechos: dos masas tumorales y las dos espinas de la corona de Jesús, como don, en su cabeza”.

Dos meses antes de morir, en una noche de terrible sufrimiento, le dijo a su madre Enza: “Eres mi único testigo verdadero. Tendrás que escribir muchos libros sobre mí para que todos puedan conocer mi historia”.

No fue fácil para ella mantener su promesa, por tanto dolor después de la partida de su hijo, pero al final ganó el amor, el mismo que mantuvo unidos día y noche a madre e hijo, desde el momento de la concepción hasta su renacimiento en el Cielo.

El 20 de julio de 2010 Manuel subió a los Cielos y del diario que escribió Enza durante la larga agonía nace la conmovedora biografía “Manuel. Il piccolo guerriero della Luce”.

Un libro con muchas enseñanzas de este pequeño amigo de Jesús que, como dijo Don Pierino Fragnelli, obispo de Trapani: “Desde su cama, tanto en el hospital como en casa, Manuel nos ha enseñado la lección de la confianza en la vida que no muere”.

Fuente: cristianicattolici.net



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