El sentir quita espacio a la reflexión y el amor, como acto de la voluntad, pierde su auténtico significado. El “sentir” se está apoderando de nuestras vidas y esto es gravísimo porque ya no nos estamos deteniendo a reflexionar, sino a actuar, a tomar decisiones de acuerdo con nuestro estado emocional y de ánimo, los cuales, por defección, son generalmente inestables y muchas veces hasta dependen de las hormonas.
Hace poco escuché un comentario que -literal- me puso los “pelos de punta”. Esta persona decía que eso del matrimonio “para toda la vida” ya no se usaba porque es imposible comprometer el amor con alguien así, para siempre, porque el amor se acaba y si el amor termina hay que salir de esa relación.
¿El amor se acaba o yo acabo con el amor? Esto lo escuché de alguien que se dice terapeuta y supuestamente ayuda a parejas en crisis. De verdad, lo primero que pensé fue que esta persona ni idea tenía -ni tiene- de lo que es el amor, es decir, lo que amar y comprometerse significa. ¡Y es terapeuta de parejas! De verdad, Dios nos libre de caer en manos de “terapeutas” como este que pone el amor y el compromiso a merced del “sentir”. En fin…
Necesitamos conocer y aceptar que todos los matrimonios pasan por etapas distintas, por momentos en que de verdad ya no nos apetece estar ahí y en los que “sentimos” que el amor se escapó.
Nos “sentimos” aburridos, la monotonía se sienta en nuestro sofá a ver los partidos de fútbol con nosotros. Ya no vibramos como los primeros años, ya no hay maripositas revoloteando en el estómago… Pero yo digo, ¡gracias a la vida que ya no vivimos en este estado de euforia que el enamoramiento trae consigo! Imagínense viviendo así, toda la vida con esa cara de “tontitos” y actuando hasta de manera irracional porque -literal- cuando estamos enamorados no pensamos, solo sentimos.
A mí en lo personal me parece maravilloso que estas etapas de cansancio y hastío pasen por nuestros matrimonios porque es una invitación a reinventar nuestra relación, a ponerle más sazón al asunto, a hacer cambios y tomar decisiones sensatas e inteligentes, reflexivas, pensadas y no motivadas por el momento o la emoción.
En la reflexión se piensa y luego se actúa. Las decisiones tomadas visceralmente -o de acuerdo con lo que sentimos- no son las más acertadas porque no surgen de nuestras capacidades superiores -inteligencia y voluntad-, sino de lo sensible que es voluble.
Entonces, si pasas por algo parecido en tu matrimonio te invito a que reflexiones y recuerdes lo que el amor es: un acto de la voluntad.
A veces el amor no “se siente” nada bonito
Eso quiere decir que debes elegir amar, lo sientas o no, tengas ganas o no. No puedes basar tu matrimonio, ni vivir un compromiso de esa magnitud dejándote llevar por el “sentir” porque tengo otra noticia que darte: a veces el amor no se “siente” nada bonito.
Mejor recapacita. ¿Qué es lo que hace falta para reavivar la llama del amor que un día les unió? Detecten sus carencias y hagan los cambios y ajustes necesarios. Busquen ayuda profesional y opten por aquel que apuesta por un matrimonio para toda la vida.
El amor “para siempre” sí existe, es real. Alcanzarlo depende ti y de tu cónyuge. Recuerda que amar es un arte que se aprende amando y que busca el bien de otro.
¡Venga! No tires la toalla y mejor reinventa tu matrimonio. ¡Sí se puede!