Han sido utilizados históricamente por el hombre para conservar y procesar alimentos, pero fue recién en 1965 que surgió el término probiótico. Es relativamente nuevo y significa “a favor de la vida”.La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) los define como “microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades apropiadas, confieren al huésped un beneficio para la salud”.
Hoy en día es muy común consumir este tipo de productos, ya que la publicidad y la inmensa variedad que se encuentran en el mercado nos acercan cada vez más a ellos.
Pero muchas veces no sabemos realmente si sirven, si poseen los beneficios que dicen tener, y si es necesario introducir al organismo microorganismos vivos. La respuesta es, sirven, tienen múltiples beneficios y en algunos casos es una buena opción incorporarlos en nuestra alimentación.
¿Por qué? En la flora intestinal conviven cientos de bacterias “buenas” que ayudan a mantener el intestino de bacterias patógenas “malas”. Cuando nacemos nuestro aparato digestivo aún es estéril y es recién desde la primera semana de vida que comenzamos a recibir bacterias “buenas” a través de la leche materna .En el caso de recibir leche de fórmula se obtendrán menos bacterias buenas en el colon lo que puede disminuir las defensas y por tanto llevar a enfermarse más, pero ya en esos primeros días su aparato digestivo se va colonizando rápidamente.
Por lo tanto, tenemos desde el nacimiento una buena flora, que actúa previniendo la entrada de bacterias patógenas, pero que también cumple otras funciones como generar energía para la célula del intestino, producir vitamina K y acido fólico y proteger a las células de la acción de algunos tóxicos.
¿Pero qué sucede si nuestra flora intestinal se altera?
Hay distintas situaciones en las que es necesario recurrir a productos que contengan estos microorganismos, porque se altero el equilibrio de la flora intestinal provocando una inflamación intestinal. Algunas de las causas pueden ser, infecciones, diarreas, dietas bajas en fibra, tratamiento con quimio y radioterapia, uso de antibióticos, desnutrición, entre otras.
Productos con probióticos
Los productos que encontramos en el mercado generalmente presentan bacterias que deben ser capaces de sobrevivir al paso por el aparato digestivo y proliferar en el intestino. Las tres especies más utilizadas y estudiadas son: Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus casei y Bifidobacterium spp.
Los alimentos que las contienen son principalmente leches fermentadas, yogures y quesos, también pueden presentarse en cápsulas. Algunos ejemplos comerciales son: actimel, yakult, activia acti regularis, bioqueso, entre otros.
Presenta múltiples beneficios:
- Está comprobado científicamente que los probióticos actúan en alteraciones digestivas, previniendo la diarrea infecciosa por rotavirus, así como en el tratamiento de diarrea de ese mismo virus, por Clostridium difficile y también la asociada a antibióticos. Tiene un efecto probable (no comprobado todavía científicamente) ayudando en la mejora del estreñimiento, la intolerancia a la lactosa y la diarrea del viajero.
- En las alteraciones inmunológicas, ayuda a prevenir y tratar las dermatitis atópicas modulando la respuesta inmunitaria.
- Otros posibles beneficios que necesitan más estudios para comprobarse son: impidiendo o retrasando la aparición de algunos tipos de cáncer como el de colon, mejorando la incidencia de recaídas en enfermedades intestinales inflamatorias como Crohn y Colitis Ulcerosa Crónica (CUC), y la disminución de enterocolitis necrotizante en prematuros.
En el caso de personas sanas hay poca evidencia aún de su efecto en su consumo de forma diaria, pero no existe evidencia científica que demuestre que su ingesta sea contraproducente.
En conclusión, los probióticos pueden formar parte de una alimentación consciente, equilibrada y diversificada, con un uso controlado y siempre de acuerdo al estado intestinal de la persona, de manera de ayudar a prevenir o tratar distintas patologías.