El país sudamericano celebra el Mes de la Solidaridad, una instancia en honor a San Alberto Hurtado
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“Un par de zapatos nuevos te dan alegría. Ponerte en el zapato de los demás te da felicidad. En el Mes de la Solidaridad comparte felicidad con los demás”.
Para algunos puede tratarse de una mera pauta publicitaria, como la que se puede apreciar a continuación, pero para otros una verdadera propuesta de vida.
Es que agosto se vive de forma particular en Chile. Para muchos representa el Mes de la Solidaridad, una instancia inspirada en el santo chileno Alberto Hurtado, un sacerdote jesuita que a lo largo de sus días en la tierra luchó sin cansancio por la justicia social.
Precisamente, este 18 de agosto tiene lugar el Día Nacional de la Solidaridad, conmemoración aprobada por el propio Parlamento de Chile con motivo de un nuevo aniversario de la muerte de este popular santo, pero la Iglesia local ha decidido extender a lo largo de un mes.
Durante este tiempo diferentes organizaciones, eclesiales, sociales, entre otras, han estado trabajando para “hacer de la solidaridad como un modo permanente de vida”. Así lo afirma el arzobispo de La Serena, monseñor René Rebolledo en diálogo con El Día.
“¡Cuánto nos alegra que agosto, mes solidario, evoque a san Alberto Hurtado! Felizmente es creciente el amor a este gran compatriota que hizo de la solidaridad su modo de vida”, expresó el arzobispo.
La agenda de actividades es variada y tanto la Conferencia Episcopal de Chile, como las diversas diócesis, la Fundación Padre Hurtado, el Hogar de Cristo, entre otros, se han estado encargando de mostrarle a la sociedad chilena que centrar la mirada en el otro también es fuente de felicidad.
Comidas para personas en situación de calle, caminatas, charlas y hasta ferias con la solidaridad como trasfondo ha generado una verdadera dinámica en pos de la “cultura del encuentro”.
Tan solo un ejemplo de ello ha sido la labor de Carlos Pellegrín, obispo de Chillán (Región de Biobío, centro sur de Chile), quien por estos días ha recorrido junto a un equipo pastoral distintas zonas de la localidad para estar al lado de las personas en situación de calle.
“Lo más importante es sensibilizarnos para sentir que ellos son hermanos como cualquier miembro de la familia, y no debemos tenerles miedo. Hay personas que optan por vivir de esta manera, pudiendo tener otras opciones como las hospederías o los albergues y por tanto, requieren de la compañía de nosotros”, expresó Pellegrín, reproduce el portal dedicado a este mes.
Otro de los sucesos fuertes de este mes tiene que ver con la Feria de la Solidaridad, una posibilidad de dar a conocer la labor de diferentes voluntarios en La Serena, Región de Coquimbo, uno de los lugares más importantes del país a nivel turístico.
A un costado de la Catedral, en la Plaza Juan Pablo II, es posible entreverarse con los diversos testimonios de personas que a través de su trabajo silencioso también ponen su foco en los demás.
“Nosotras pertenecemos al consejo consultivo del centro de salud y ayudamos a que la atención al usuario mejore, sea esta en las salas de espera, en los pabellones de atención o al público en general, preocupándonos de dar alimentación a los pacientes inmovilizados, donar implementos necesarios para los pacientes hospitalizados que no vengan preparados, como también la entrega de desayuno gratuitos para quienes vienen de pueblos lejanos”, expresó Jenny Moll, una voluntaria de “Samaritanas de María y José” que trabajan en el hospital regional, señala la Conferencia Episcopal de Chile.
Al igual que Jenny, son otros los voluntarios que muestran sus experiencias a quienes por ahí se acercan y que se desempeñan en otros ámbitos, por ejemplo, el penitenciario, donde aparece el énfasis en la reinserción social.
El Mes de la Solidaridad, en esta oportunidad, sucede en un contexto particular. Además de ser un año electoral, con todo lo que implica en cuanto al futuro de cualquier nación, como trasfondo aparece la próxima visita del papa Francisco a Chile, en enero de 2018. Por lo tanto, qué mejor manera para ir preparando los corazones para ese momento que cambiar de pisada y empezar a ponerse en los zapatos de los demás. No es un eslogan, es una propuesta de vida duradera que vale la pena experimentar.