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Historia de un amor para toda la vida

COUPLE
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Luz Ivonne Ream - publicado el 10/08/17
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Pancho y Conchita celebran sus 60 años de casados. Ellos sí tienen la receta del amor: han fundamentado su unión en Dios y “siempre fuimos prioridad uno del otro”, explican

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En medio de un mundo que nos está vendiendo la idea de que el matrimonio es cosa del pasado y que es imposible que este sea para toda la vida con el absurdo pretexto de que como el promedio de vida se ha incrementado, nadie nos garantiza que seguiremos amando a la misma persona; siempre habrá parejas heroicas que nos enseñen lo contrario y  nos devuelvan las esperanzas de mantenernos fieles a esos votos matrimoniales que un día hicimos en el altar para caminar esta vida juntos en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarnos y respetarnos todos los días hasta que la muerte nos separe.

¿Pero, en qué momento dejamos de restarle al matrimonio su valor, su dignidad? ¿Quién nos metió la idea de que el vínculo matrimonial tiene fecha de caducidad? El único con la potestad de haberle puesto un límite fue su Creador -Dios- y fue muy claro cuando le dio su forma y su tiempo: entre hombre y mujer, hasta que la muerte los separe.

“Pero, al principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer; y por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe.»” (Mc 10, 6-10)

El matrimonio es un pacto entre dos personas donde existe un compromiso al cual acudimos de manera libre y voluntaria a hacer un juramento de fidelidad y donde no existe la posibilidad de dar marcha atrás. Es decir, es obligatorio y no se puede romper porque ya hay una palabra dada, ya hicimos un voto con alguien.

Cuando nos casamos uno hace un voto con su compañero para toda la vida, y al mismo tiempo hace un voto delante de Dios. Esto hay que tomarlo con la seriedad y el respeto que merece porque Dios no es el títere de nadie. Él nos recibe seriamente estos votos, aunque nosotros no los estemos haciendo seriamente.

Todo esto Don Francisco Portilla y Doña Concepción Campos –Chato y Chata– como cariñosamente les llaman sus hijos y nietos- lo entendieron muy bien y, sobre todo, lo vivieron de una manera heroica. Es más, aún hoy siguen fieles a esas promesas porque no tienen 25 ni 35 años de casados. Es más, no tienen 50, sino 60 años de matrimonio.

FAMILY

Cortesía familia Portilla – Campos

Un matrimonio para toda la vida sí es posible

A manera de ofrecerles un humilde homenaje, invitamos a esta preciosa pareja a la cual tengo el honor de conocer hace más de 15 años, a que nos compartieran su maravillosa y ejemplar historia de vida matrimonial. En entrevista exclusiva para Aleteia aceptaron la invitación.

Pero, por dónde comenzar cuando todo lo que de sus bocas salga será un tesoro invaluable gracias a que su vida ha sido un cúmulo de experiencias a cual más ilustres. Escuchar todo lo que los adultos mayores nos puedan aconsejar es de sabios. Así que hoy sabiamente estamos atentos a su experiencia.

Don Pancho, como el caballero que siempre ha sido, un hombre cuya generosidad, cultura y educación son del tamaño de su corazón, le cedió la palabra a su mujer -Doña Conchita-, una hermosa dama, elegante, femenina, tierna, también muy culta y educada, con unos ojos que parecía que el cielo había hecho morada en ellos. Ella prefirió que él comenzara y así darle su lugar como cabeza de su hogar. Fue entonces cuando él comenzó a contarnos dónde se enamoró de la que ha sido su compañera por más de 60 años.

…Y se enamoró de ella

“Era una mañana del mes de noviembre cuando iba en mi coche y de repente me encuentro con mi amiga María Elena que iba acompañada de otra muchacha -Conchita- a quien vi y me gustó mucho de primer impacto. Me ofrecí a llevarlas en mi auto. Les pregunté que a dónde iban y todavía me gustó más cuando me dice que tenía un compromiso en la Iglesia del Buen Tono. Yo hice todo para poderla acompañar y quedarme con ella en Misa. Me llamó mucho la atención cuando veo que sacó su misal. Para mí, siendo ya un hombre de 26 años y un profesionista sólido me impresionó darme cuenta de su vida de piedad. También que para ella los principios religiosos eran igual de importantes que para mí. Esos fueron detalles que me cautivaron aún más. Ese día comenzó nuestra historia de amor y recibimos el sacramento para comenzar nuestra familia en la Iglesia de la Sagrada Familia un 24 de mayo de 1957, 5 años después de haberla conocido”.

Orquídeas y dulces de almendras

Doña Conchita por su parte, nos compartió que de inmediato se hicieron novios, aunque no sin antes haber recibido la venia de su mamá. A partir de ese noviembre de 1952 y hasta el día de hoy, ese hombre que al comienzo la conquistó con hermosas orquídeas y dulces de almendra ha sido su eterno amor.

¿Cómo fue su noviazgo? La base de todo matrimonio exitoso es vivir un noviazgo santo, como dicen, “como Dios manda”. Que el comportamiento de ambos sea íntegro y no se dejen llevar por sentimentalismos, sino que tengan siempre la cabeza en su lugar. Compartir una misma educación, valores y virtudes es básico para el resultado matrimonial.

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Cortesía familia Portilla – Campos

Una vez casados

Gracias a que ambos recibieron muy buena formación religiosa por parte de sus madres, para ellos la vida siempre fue un Don donde Dios tenía la última y única palabra. Estaban abiertos a la vida. Desde que se casaron iban con esa mentalidad: ser generosos y aceptar todos los hijos que Dios les mandara. Desearon tener 12 hijos y la vida les premió con 7: Luz, Francisco, Concepción, Alberto, Antonio, Cristina y Ángeles quienes les han dado 30 nietos y 5 bisnietos.

Aunque Doña Conchita estaba totalmente dedicada a hacer hogar, la educación siempre fue cosa de los 2.

Pero ¿de dónde sacó ella esa generosidad y fortaleza para elegir renunciar a su profesión de contadora y preferir ser esposa y madre de tiempo completo? Primero de mi amor a Dios, de estar siempre dispuesta a aceptar con amor todos los hijos que Él me mandara. También del apoyo que Pancho siempre me dio. Yo tenía claro mi papel como mujer y con todo el amor que tenía no tenía por qué negarme a traer hijos al mundo y dedicarme a mi hogar.

¿Cómo vivían como pareja su vida de oración y piedad, es decir, la presencia de Dios? Se casaron con la idea de ser cada día más felices, pero sabían que solos no podrían, únicamente de la mano de Dios. Ambos fueron educados con sólidos principios cristianos lo que les ayudó a tener una vida de piedad activa y una lucha ascética para ser cada día mejores. Hasta hoy su día comienza y termina con Dios. De los actos de piedad que “a diario” practican es acudir a Misa, hacer oración -individual y en pareja-, examen de conciencia por las noches, Rosario, entre muchos otros. Además de mantenerse muy activos ofreciendo su apoyo en distintos grupos de la Iglesia Católica. La formación es diaria y nunca termina. “La fe es un Don gratuito, pero que hay que pedirle a Dios que nos la aumente. Hay que rezar para suplicarle hoy ser un poco mejores que ayer“, dicen.

¿Cómo vivían la Fe en su hogar? Primero con el ejemplo. Formaron a sus 7 hijos con las mismas bases que a ellos les inculcaron. Con un profundo amor a Dios -no miedo-, a la Virgen y a todo lo que tuviera que ver con la Fe. La Fe no solo se practicó con actos de piedad, sino con actos de servicio al prójimo siendo muy generosos con los demás.

Secretillos para que “dure toda la vida”

Con esa generosidad que les caracteriza, les pedimos que compartieran algunos de sus secretillos para mantener un matrimonio “para toda la vida” como el de ellos. Subrayan que hay que cimentar el matrimonio en Dios. Uno debe casarse con la convicción de que es para toda la vida, para ambos hacerse santos y muy felices. También la generosidad y el servicio son ingredientes básicos.

Don Pancho recuerda con enorme júbilo llegar al mediodía a su casa donde su mujer le recibía diariamente con una comida deliciosa. Ambos siguen encontrando gran alegría al servirse, al hacerse mutuamente felices.

Cuando hay tropiezos

Sabemos que el matrimonio perfecto es justo en el cual estamos porque ese es nuestro medio de santificación, nuestro camino al cielo. Sin embargo, como en todo camino en ese andar tropezaremos muchas veces y pasaremos por crisis matrimoniales.

Le pedimos que dieran algún consejo a esas parejas que ven al matrimonio como algo desechable y que creen la solución a sus problemas matrimoniales es el divorcio. Don Pancho nos dijo que él ve el asunto del divorcio como un problema muy serio porque tristemente los jóvenes de hoy creen que todo lo saben y todo lo pueden y no prestan atención a los sabios consejos de los viejos, uno como este: “Si de verdad quieren ser felices deben pensar en el matrimonio como algo que es para toda la vida”. Porque la única y verdadera felicidad que existe es vivir dentro de un matrimonio sólido y estable. Doña Conchita, por su parte, nos dijo que problemas siempre habrá. Sin embargo, si viven con el deseo de no tirar la toalla y con la consciencia de que se casaron delante de Dios y que su matrimonio está bendecido por Él, encontrarán soluciones a cada situación. Además de que el divorcio nada arregla, solo complica más las cosas y daña tremendamente a los hijos.

El amor es un acto de la voluntad y no un sentimiento. Pero la realidad es que a veces pasamos por etapas personales en que sentimos no amar a nuestro cónyuge. ¿Qué se puede hacer para reavivar ese amor? Regresar a la raíz del verdadero amor la cual es dar y servir, aunque no lo “sintamos” hacer. Y a quién nos debe interesar más dar y servir si no es al ser que más amamos, a nuestro cónyuge. Con actos de servicio se reaviva el amor. Hacer todo y de todo para hacerle feliz. Eso de que siento que ya no te quiero son pamplinas porque si no te quiero es que nunca te quise porque si Dios es la fuente del verdadero amor este no se puede agotar. El amor no tiene fecha de caducidad. La mujer no debe dejarse llevar ni por su hormona ni por su temperamento, sino por la inteligencia y la voluntad teniendo siempre presente que se casaron en la presencia de Dios y eso no se puede romper.

¿Cómo arreglaban ustedes sus diferencias? Es decir, ¿cuál o cuáles fueron elementos básicos para solucionar cuando se les presentaban algún tipo de problema? Diálogo, diálogo y más diálogo. Siempre con mucho respeto y paciencia hablamos con la cabeza fría sin apasionamientos, reconociendo cuando uno u otro nos equivocamos.

El verdadero perdón nace de un amor auténtico, de buscar y ayudar a la persona que nos ofendió. Sabemos que el perdón, tanto pedirlo como otorgarlo, es algo muy difícil en el matrimonio, pero no imposible. Esa falta de capacidad para perdonar y el egoísmo están haciendo los matrimonios fracasen y opten mejor por la separación o el divorcio.

¿No será que no queremos perdonar?

¿Cómo vivían ustedes la experiencia del perdón sanador, ese que les hizo crecer el amor? Las parejas necesitan formarse muy bien, pero no solo para casarse, sino desde niños, inculcándoles lo que es el verdadero perdón. Tan solo en el Padrenuestro nos lo enseñan y si desde entonces lo aprendemos y lo aplicamos bien no pueden existir odios ni rencores. Todos esos sentimientos son “chifladuras” de películas y telenovelas. No es posible no saber perdonar. Más bien no queremos perdonar.

¿Cuáles son los principales errores que se deben omitir en una pareja para evitar estropear su relación matrimonial? El primero y el más importante es vivir lejos de Dios. Un matrimonio sin Dios, sin tener una vida de oración asidua -personal y en pareja- hará que el matrimonio tenga fecha de caducidad. Tampoco hay que dormirse enojados y que nunca falte el deseo y la voluntad de perdonarnos.

¿Qué podemos hacer para llevar un matrimonio santo para toda la vida? Que haga oración “toda la vida” encomendándose sinceramente a la Misericordia de Dios y pidiéndole ayuda al Espíritu Santo para que los dirija en su vida matrimonial. Si ustedes no saben hacerlo, pidiéndoselo a Dios a través del Él, se resuelve cualquier asunto.

El otro es la prioridad siempre

¿Cómo alimentan ustedes su vínculo matrimonial? Es decir, ¿qué actividades o qué cosas hacían en pareja para mantener su vínculo lleno de amor y poder seguir unidos 60 años después? Siempre oración y teniendo claro que estamos para servirnos uno al otro. También cuando éramos jóvenes sabíamos divertirnos mucho y compartíamos mucho con amigos. Todo lo que hacíamos era juntos y todo nos unía. Siempre fuimos prioridad uno del otro. Hasta hoy lo seguimos siendo.

Cómo ser fieles

Las estadísticas hablan de que para este año 6 de cada 10 parejas sufrirán infidelidad y que a corto plazo serán 8 de cada 10. ¿Cómo lo hizo un matrimonio de 60 años para nunca llegar a eso? Usando el cerebro. Hay que usar el cerebro siempre teniendo claro que somos complemento uno del otro. Es decir, juntos somo una unidad. No es posible que por no usar la cabeza esa unidad la destruyamos. Hay que mantenerse fieles a ese vínculo sagrado rezando las Tres Avemarías y, sobre todo, nunca dormirse enojados. La infidelidad tiene raíz en el egoísmo, en pensar solo en uno sin darse cuenta de lo que están destruyendo.

Reír juntos ¡y bailar!

¿Cómo le han hecho para no caer en la rutina y el aburrimiento a pesar de los años? ¡Todo nos gusta! Todo es pretexto para reír y pasar momentos felices. Fuimos muy bailadores en nuestra época. También viajamos mucho.

Como vemos en esta historia de amor, un matrimonio para toda la vida sí es posible mientras esté fundamentado en Dios, en la generosidad y el servicio principalmente.

Don Pancho se despidió de nosotros pidiéndonos que hagamos oración por ellos, por el matrimonio Portilla Campos, ahora y cuando Dios les llame a su presencia. Doña Conchita nos deseó a todos los matrimonios que seamos tan felices como lo son ellos. Que luchemos siempre por perdonarnos las insignificantes desavenencias porque estas siempre serán pequeñas junto a la grandeza del perdón. El perdón siempre será lo más valioso en un matrimonio.

Damos gracias a Dios por la vida, el ejemplo y el testimonio de fe de Don Pancho y Doña Conchita. Deseamos que su amor haga eco en el corazón de cada uno de los que compartieron con nosotros estas letras.

 

 

 

 

 

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